Córpore insepulto
Si las cámaras de televisión acuden al tanatorio la sucesión de declaraciones laudatorias y gestos apesadumbrados suele ser descarada
La farsa de velatorio no tiene remedio y todos hemos encomiado a difuntos aborrecibles, pero si las cámaras de televisión acuden al tanatorio la sucesión de declaraciones laudatorias y gestos apesadumbrados suele ser descarada cuando debiera manifestarse comedidamente para disimular imposturas. La granizada de fingimientos caída sobre algunos féretros me recuerda la reacción de Alfredo Pérez Rubalcaba cuando en 2014 aplaudían su renuncia a la secretaria general del PSOE: “les doy las gracias. La verdad es que los españoles somos gente que enterramos muy bien. "
Si los fallecidos tuvieron relevancia pública por su talento, las cadenas generalistas abundan sobre la figura del finado y el agolpamiento de declarantes ante pantallas y micrófonos elevándolo a los altares es inmediato. Sin matices, ni peros, casi sin vergüenza, lo enaltecen compañeros de cátedra, editorial o partido que en vida le crucificaron.
Pero aunque pueda provocar arcadas, la farsa de velatorio es cortés y hasta necesaria desde que el profeta Jeremías hablara de la convocatoria de lloronas para expresar la desolación que debía causar al pueblo judío la devastación de Judea.
Lo bueno de la televisión es que puede observarse la actuación de los figurantes y acometer la vivisección de deudos y plañideras. Los rostros descompuestos de algunas ceremonias córpore insepulto no mienten, ni tampoco el agrandamiento nasal de quienes se dicen abatidos con hipócrita aflicción. Sus alabanzas me recuerdan a las del historiador de La Habana, Eusebio Leal, cuando glosaba de oficio a personajes desconocidos. Con cuatro apuntes, lo hacía magistralmente, con la emoción de un hermano.
La diferencia es que el embajador de Corea del Norte en la perla de las Antillas era casi un alienígena entre quienes escuchaban el panegírico de su despedida diplomática. No es el caso de quienes se van de este mundo dejando huella. Las muestras de dolor suelen ser sentidas, pero entre ellas se cuelan actores de tercera y lágrimas de cocodrilo demasiado evidentes. Usos y costumbres del ser humano.