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El Bafici, un festival de cine único con casi 400.000 personas asistentes, desborda Buenos Aires

Más de 400 películas, colas y entradas agotadas muestran la pasión por la cultura de los porteños

Los programas se convierten en biblias durante el festival
Los programas se convierten en biblias durante el festivalTélam

Laura Martín es actriz y abogada y su agenda sabe que los últimos diez días de abril hay una cita impostergable. Concurre a todos los Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), y ya tiene un método para no perderse ninguna película. Planilla en mano, deambula de una sede a otra como quien hace trámites burocráticos. “Chusmeo todo lo que es cine francés pero este año tengo una mezcla de todo: japonés, francés y argentino. Pelis recomendadas por expertos en la materia y cosas que me llamaron a atención por algo en particular que casi siempre es el director”, dice a EL PAÍS mientras espera una función. “Suelo ir al cine durante el año pero la diferencia es que una entrada te sale 180 pesos (11 dólares) contra 45 (3 dólares) que te sale en el Bafici”, argumenta, “Acá también me animo a arriesgarme a conocer directores porque tenes una mezcla de mucha información nueva que te invita a hacerlo. Lo que más me gustó de todo lo que vi el año pasado fue un corto llamado Massamba de un inmigrante senegalés que si lo pasan en cartelera tal vez nunca lo hubiera ido a ver”.

Carlos Quaglino también vive en Buenos Aires pero está en las antípodas. Es la primera vez que concurre al festival. Elogia la organización y celebra haber podido comprar las entradas por internet. Recién sale de su primera película, un documental sobre el guitarrista de jazz Bill Frisell. “Me gusta mucho el cine y eso es lo que me atrajo. Al cine ya no voy tanto pero veo muchas películas en mi casa. Las películas independientes siempre valen la pena ir a verlas, porque existe el riesgo de clavarse pero también uno puede clavarse con una buena crítica. Igual yo nunca me levanté de una sala”, dice antes de ingresar nuevamente a sala. Anabel Verónica, otra porteña debutante se acercó a buscar la guía sin saber que muchas de las funciones ya no tienen butacas libres. “Me atrajeron las publicidades y por lo poco que leí en el programa me parece muy interesante. Yo quiero ver las películas argentinas viejas que se recuperaron. También las actividades al aire libre. En general a mi marido y a mí nos gusta el cine argentino, las comedias y los romances”.

El Bafici nació hace 19 años, en medio de la efervescencia del cine iraní. Aquella edición -integrada por 150 películas- juntó a 120.000 personas y tuvo las ilustres visitas de Francis Ford Coppola, Todd Haynes y Paul Morrissey. El crecimiento fue exponencial. La edición de 2016 reunió a 380.000 asistentes y muchas exhibiciones se realizaron con público fuera. Este año, se pasarán más de 400 filmes y las entradas para la mayoría ya están agotadas. Las galas integran diversas categorías, de las cuales se destacan dos: la competencia internacional y la latinoamericana.

La competencia internacional cuenta con 20 películas de las cuales más de la mitad son óperas primas y está integrada por por películas de los cinco continentes y una fuerte presencia del cine latinoamericano (Uruguay, Bolivia, Chile, Brasil y Costa Rica). Otra cualidad de la competencia es que siete de los títulos son dirigidos por cineastas mujeres y cinco son premieres mundiales, un número récord en la historia del festival. De ellos, dos son argentinos: Una aventura simple, de Ignacio Ceroi, director debutante que se anima al género de aventuras con la incertidumbre como columna vertebral; y Hoy partido a las tres –en coproducción con Paraguay-, de Clarisa Navas, sobre el universo que rodea un torneo barrial de fútbol femenino. Desde Uruguay se presenta el reconocido actor Daniel Hendler, devenido en director de su película El candidato, una comedia sobre la construcción de la figura de un candidato político.

Otros títulos que llegan de múltiples latitudes son el brasileño No intenso agora, de João Moreira Salles, un potente ensayo político sobre la Revolución Cultural en China de 1966, y desde Bolivia el film Viejo Calavera –en coproducción con Qatar-, de Kiro Russo, acerca del oscuro mundo de las minas y sus trabajadores. Dos películas de Centroamérica llegan a la sección oficial; por un lado Medea (Costa Rica-Chile, 2017), de la debutante Alexandra Latishev Salazar. Por otro, Atrás hay relámpagos (Costa Rica-México, 2017), de Julio Hernández Cordón, como un caleidoscópico relato generacional sobre la adolescencia. Ambas evidencian la explosión del cine de Centroamérica: renovación estética, más películas y mayor diversidad.

De Estados Unidos llega Myentirehighschoolsinkingintothe sea, de Dash Shaw; film animado que dinamita el subgénero high school para obtener un film salvaje y colorido; y Darknight (USA, 2016), de Tim Sutton, sobre una reiterada pesadilla americana, historia ominosa de un horror subterráneo. El cine hindú llega a la competencia de la mano de Newton (India, 2017), sátira política sobre las elecciones en un ciudad de provincia, dirigida por Amit V. Masurkar. Y desde Nigeria, The wedding ring, una mirada singular sobre el matrimonio de la directora Rahmatou Keïta.

La competencia latinoamericana fue muy bien recibida por el público en la edición de 2016, cuando se inauguró. Es por eso que este año se redobla la apuesta con nueve títulos que buscan un sentido alternativo a los estándares de los festivales. Surge en Argentina una corriente fresca que llega desde la provincia de Córdoba (a 700 kilómetros de Buenos Aires), y que estará presente en el certamen. El documental La película de Manuel, de los directores Lucas Damino y Sebastián Menegaz, sobre un artista que se gana la vida con changas y se convierte en impensado adalid de la movida cultural de la ciudad, es uno de esos films, que generan gran expectativa en el público porteño.

Otros títulos que prometen son la película ecuatoriana/española Un secreto en la caja, de Javier Izquierdo, que explora la vida del escritor ecuatoriano del boom Marcelo Chiriboga, improbable figura mítica de los años 60; En Un suelo lejano (Argentina-Paraguay, 2016), de Gabriel Muro, un profesor de filosofía se enfrenta en Paraguay con una comunidad rural racista fundada por la hermana de Nietzsche. Andrés lee i escribe (Chile, 2016), de Daniel Peralta, relata la vida de un joven operario en torno al cual gira toda la energía de la película; mientras que Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán, desde República Dominicana, presentan Samba (República Dominicana, 2017), cruda historia sobre un ex presidiario que tiene una única forma de ganarse la vida: arriba del ring.

La colombiana Una Mujer, de Daniel Paeres y Camilo Medina, cuenta como el personaje de Gabriela vuelve a Bogotá a cerrar muchas historias de amor inconclusas e inicia un viaje de autoconocimiento; A cidade do futuro (Brasil, 2016), de Cláudio Marques y Marília Hughes, relata la historia de una chica que al llegar a un pueblo bahiense debe enfrentarse con los prejuicios de la sociedad; por su lado, Carroña (México, 2016), de Sebastián Hiriart, presenta una pareja de vacaciones envuelta en un torbellino de extrañamiento y degradación afectiva. Fuera de competencia se proyectará Casa Roshell (México-Chile, 2017), de la chilena Camila José Donoso.

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