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Columna
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Aconfesional

En Semana Santa las cadenas públicas nos retrotraen 60 años de golpe y porrazo

Una misa en el Domingo de Ramos.
Una misa en el Domingo de Ramos.María Eugenia Fernández (EFE)

Lo de que si no quieres taza, taza y media, es algo que lleva a rajatabla TVE. Si la decisión de la ministra de Defensa de izar a media asta la bandera en todas las dependencias militares de España durante la Semana Santa ya desató cierta polémica -al fin y al cabo el Estado es constitucionalmente aconfesional-, la madre de todas las televisiones públicas tuvo a bien retransmitir la misa del jueves desde Alcalá de Henares donde oficia de obispo Reig Pla, sin duda el más cavernicola del episcopado español, quien ya lo había hecho el viernes santo de 2012 cuando con la sutileza que le caracteriza asoció la homosexualidad con la prostitución, además de demonizar el aborto. Que el obispo demonice lo que considere oportuno está en su derecho, incluso en su sueldo, que lo retransmita una televisión pública que depende de los presupuestos del Estado es una provocación para quienes la pagan con sus impuestos y que no necesariamente tienen que coincidir con unas opiniones tridentinas.

En todo caso, las cadenas generalistas y autonómicas decidieron compensar la, al parecer, tendencia ciudadana al pecado con la retransmisión de jueves a domingo de 360 horas de programación religiosa (eventos o ficción), 56 minutos más que el pasado año según datos de Kantar Media, de los que el 51% de ese tiempo correspondieron a las televisiones autonómicas, es decir, públicas y, por tanto, dependientes también de los presupuesto generales.

Cuando ya creíamos que las Semanas Santas de los años 50 eran cosa del pasado, con los bares cerrados, los cines repletos de Balarrasas y Túnicas Sagradas y la radio con música clásica todo el día, las cadenas públicas nos retrotraen 60 años de golpe y porrazo mientras los informativos señalan que los hoteles de las costas están al 90 o 100% de ocupación. De las dos Españas de las que hablaba el poeta, una nos hiela el corazón y la otra se tuesta en Benidorm.

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