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La ira adolescente: entre el infierno y la alegría

La Joven Compañía lleva a escena los problemas de los jóvenes en las aulas, con la familia y su relación con los amigos

De izquierda a derecha, Alejandro Chaparro, Jorge Yumar y Álex Villazán, durante un ensayo la semana pasada de 'La edad de la ira', en el Conde Duque.Vídeo: Samuel Villanueva

Las palabras iniciales no pueden ser más duras y agresivas. “Hace tiempo que nos odiamos. Es mutuo. A mi padre nunca le he gustado”. Marcos es gay y tiene 15 años, la edad en la que le dieron, dice, una entrada gratis al infierno. El infierno de la adolescencia, pero también de la felicidad y los amigos. La edad de la ira da la voz a toda una generación de adolescentes en un retrato realista y poético, en un canto por la diferencia y la búsqueda de la propia identidad.

Con este texto de nueva creación, escrito por Fernando J. López, basado en su novela homónina que fue finalista del Premio Nadal en 2010, La Joven Compañía, cierra su cuarta temporada. La obra, dirigida por José Luis Arellano, se podrá ver desde hoy y hasta el 6 de mayo en sesiones matinales (ésta ya con las entradas agotadas) y vespertinas en el Teatro Conde Duque, de Madrid, y en dos representaciones especiales en los Teatros del Canal (Madrid) los días 18 y 19 de mayo. La Joven Compañía es un grupo teatral y educativo que nació en 2012 y que cuenta con la participación de una treintena de jóvenes entre 18 y 26 años.

Lo que empieza siendo un thriller, con el asesinato de un padre a manos supuestamente de su hijo, La edad de la ira se abre camino de manera dramática a los conflictos más reales de la adolescencia, planta cara a la violencia machista, la homofobia, el acoso sexual y escolar o la asfixia familiar y social. En un momento vital de cambio y ebullición, los miedos y los sueños de ocho compañeros de instituto convergen dentro y fuera de un gran rectángulo de cristal y luces con pantallas audiovisuales, que sirve de pasillo de instituto, pero también de acogedor lugar de intimidades y confesiones desgarradoras.

Es la primera ocasión que el dramaturgo y novelista Fernando J. López (Barcelona, 1977), que abordó el tema del suicidio adolescente en #malditos16, estrenada en febrero en el Centro Dramático Nacional, convierte una de sus obras en una pieza teatral. “El hecho de que fuera La Joven Compañía, un proyecto que me apasiona desde su nacimiento, fue determinante para mí a la hora de embarcarme en este proyecto que me encarga José Luis Arellano, pues sentía que solo ellos podían convertir en teatro esta novela”, asegura el autor, que confiesa haber sido infiel a sí mismo al trasladar el protagonismo de los adultos de la novela, convertida en un fenómeno literario entre los jóvenes, a los adolescentes en el montaje teatral. “La esencia del libro está ahí pero en esta propuesta escénica he ahondado en el mundo poético y todo lo que tiene que ver con el deseo y la rebeldía adolescentes” añade López, que ha ido a la búsqueda de un código para aunar el realismo y la poesía.

El espectáculo teatral no hubiera sido el mismo sin la participación activa de los actores, Álex Villazán, María Romero o Alejandro Chaparro, entre otros, a través de talleres colectivos con el autor y el director. “Han aportado su propia visión del universo de cada uno de ellos, han tenido la generosidad de compartir historias personales y recuerdos que me han permitido enriquecer el mundo adolescente”, explica Fernando J. López.

Las heridas están ahí abiertas para contarlas, pero también para cerrarlas. El dolor y la rabia de los adolescentes convive con su luminosidad. “Los temas de la obra son los mismos que la compañía ha ido tratando desde su creación de manera escalonada y, sobre todo, los que más interesan en los debates y coloquios que hacemos después de las funciones, además del gran problema de las carencias del sistema educativo en nuestro país”, explica el director José Luis Arellano, tras un ensayo, la semana pasada.

“Los chavales están viviendo un momento de crisis, una época de repunte de la homofobia, de la violencia en las aulas o de presión social, y de todo eso se habla en la obra, pero también queríamos destacar que los chavales son capaces de amar, de sentir y de vivir y que, en realidad, lo que lanzan es un grito de ayuda. La luz de los adolescentes está ahí para contarla”.

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