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DISCO DE LA SEMANA | Americana
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Melancolía noble

El primer álbum con temas nuevos de Ray Davies en una década tiene ADN blues

Diego A. Manrique
Ray Davies posa en un sillón rojo.
Ray Davies posa en un sillón rojo.Alex Lake

RAY DAVIES

Americana

Sony Legacy

8 de 10

Cuando supe que Ray Davies iba a sacar Americana, su primer disco con composiciones nuevas en diez años, hice lo que manda la modernidad: tecleé esas tres palabras en un servicio de streaming. La búsqueda me llevó a dos temas, 'Arizona trail' y 'Tomahawk country'. “Ah, el adelanto del álbum”, pensé. Resultaron ser breves piezas orquestales, a lo Ennio Morricone.

Durante unos momentos, creí que efectivamente eran suyas, pastiches de bandas sonoras, caprichos. En los últimos años, Ray ha materializado ideas que parecían extraídas de algún texto de marketing para prolongar carreras: un disco coral (2009) más los duetos con admiradores (2011), ambos revisitando sus éxitos con The Kinks.

Cualquier cosa es posible con Ray Davies: egocéntrico, testarudo, frágil, tal vez no muy en sus cabales. Me complace reconocer que estaba completamente equivocado. Americana contiene 13 hermosas canciones frescas (más dos recitados), hechas con los eficaces Jayhawks, en sus Konk Studios. Nada que ver con el Ray Davies que me ofrecía Spotify. 

Americana desarrolla su agridulce relación con Estados Unidos. Lugar de ensueño, primero mostrado por el cine (oigan el tema “Americana”) y luego por la música: mucho del repertorio contiene ADN de blues, country, hasta de las work songs. Pero los Kinks, en todo su esplendor Carnaby Street, chocaron con la América más rancia —se sugiere en “Invaders”— y estuvieron vetados justo cuando arrasaban sus coetáneos de la British Invasion. 

Ya en los setenta, allí funcionaron como grupo de culto para anglófilos hasta que aceptaron morder la manzana (oigan 'The deal') que ofrecía Arista Records, simplificando su oferta y pateándose el país. Esas giras parecen haber inspirado buena parte del nuevo cancionero, con crónicas del embelesamiento como 'The great highway' y avisos del coste emocional ('Message from the road'). 

Finalmente, el protagonista –todo está contado en primera persona- decide instalarse en EEUU: 'A long drive home to Tarzana'. Descubre lo que supone tener cualquier necesidad a la venta en 'Poetry', imagina las vidas frustradas de sus vecinos ('I’ve Heard that beat before'), sufre la violencia de un atraco ('The mistery room'). Con 72 años, contempla escéptico los movimientos sociales (“Change for change”); se plantea en 'Rock ‘n’ roll cowboys' lo que el mundo espera de un superviviente de las batallas del rock. 

Se espera que aporte “su versión de la historia” y eso es lo que Ray hizo en el libro Americana: The Kinks, the Riff, the Road: The story (2013), antecedente del presente disco. Un disco melancólico, refinado, detallista. Aparte de un guiño a 'All day and all of the night', hay pocos rastros del glorioso pasado. Felizmente, no trafica en nostalgia; prefiere ser un creador de pluma afilada y sensibilidad lánguida. Ray Davies. El de verdad.

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