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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El espejo de la tragedia

Snyder y Capullo vuelven a Batman con 'Metal'. Es el momento perfecto para analizar y comparar su remake más célebre

Viñetas de 'A death in the family' y 'Death of the family'.
Viñetas de 'A death in the family' y 'Death of the family'.

1988. Página 36. Son exactamente seis viñetas en una tira horizontal. El fondo varía entre el amarillo y el naranja. La figura es idéntica en las seis: un Joker sonriente, sudoroso, con una palanca de metal entre las manos. Descarga golpe tras golpe sobre algo que no vemos, en una elipsis cruel. El cuerpo de Robin. El cuerpo de Jason Todd.

Febrero de 2013. Esta vez es una sola viñeta. Una splash page. Un Joker con la cara sujeta por hilos y grapas a su rostro desollado. A sus espaldas, una mesa con cinco comensales. Los batboys y la batgirl. Todos tienen el rostro cubierto por un saco y frente a ellos hay un plato cubiertos por campanas. Son sus caras arrancadas, conservadas sobre una cama de hielo.

Portada de 'A death in the family'.
Portada de 'A death in the family'.

Son dos momentos separados en el tiempo por 25 años. Son dos momentos que definen a Batman de maneras radicalmente distintas. Y son dos momentos que permiten analizar qué ha pasado con el cómic norteamericano desde la revolución de los ochenta, por dónde transita en sus personajes más célebres. 

Hace unos días, Scott Snyder, paladín de la resurrección de Batman estos últimos años, anunciaba que volvía a aliarse con el artista Greg Capullo para volver a firmar una historia del cruzado oscuro rompedora. De ella sabemos su título, Metal, que será un gran evento centrado en Batman, que las pistas de la madeja narrativa que lo conforman están en el resto de historias escritas por Snyder sobre el personaje, y que de alguna manera tendrá la recolección de unos objetos de metal y a Hawkman como elementos esenciales. Y que Snyder se lo cree, porque se ha atrevido a afirmar que Metal es, para él y para Capullo, "el proyecto definitivo de nuestras carreras".

Es un momento perfecto para recordar Death of the family, algo más que un remake de A death in the family, el momento más dramático y brutal en la historia de Bruce Wayne: la muerte de su segundo Robin, Jason Todd, a manos del Joker. Pero es un buen momento para recordar cómo se hacían las cosas antes y cómo se hacen ahora. Para bien y para mal.

A death in the family, de Jim Starlin, era un arco argumental de cuatro números. Estaba completamente centrado en tres personajes —por más que Superman hiciera una aparición de cierta relevancia en el tercer y cuarto número—: Batman, Robin y el Joker. Starlin trabajó la muerte de Robin —que fue decidida por los propios lectores en aquellos experimentos de narrativa interactiva y voto del público— como una historia con ecos de Casablanca y Hitchcock. Tres mujeres como candidatas para asumir la maternidad de Jason Todd. Un escenario hostil y exótico, el Oriente Medio del final de la Guerra Fría, el de la debacle rusa en Afganistán y los prolegómenos de la Guerra del Golfo y el ascenso talibán. Y el Joker en el medio de todo con un plot twist algo ridículo, su intención de vender un arma nuclear a los terroristas. 

Death of the family presenta una narrativa mucho más coral, alambicada y multilineal. Todo parte, evidentemente, del Joker. El temible payaso se somete voluntariamente a una operación para arrancarse la cara. Desaparece durante un año. Y luego vuelve, con la intención de asestar el golpe maestro a Batman. Obligarlo a tomar parte activa en el asesinato de las personas que más ama: los Robin y Batgirl y su padre adoptivo y mentor, Alfred Pennyworth.

'Splash page' inolvidable de 'Death of the family'.
'Splash page' inolvidable de 'Death of the family'.

Mientras que Starlin optaba por la contención dramática y el foco en tres actores, Snyder está sometido a una de los peajes de esta época. Las narrativas tienen que ser multifacetadas y unir a numerosas colecciones en grandes eventos. La espina dorsal de A death in the family la componen cinco números de la saga regular de Batman. Pero a este núcleo, como las cabezas de una hidra, otras 18 historias en los tebeos de Batgirl, Batman y Robin, Catwoman, Nightwing y Suicide Squad. Evidentemente, estas historias no estaban escritas también por Snyder, sino por otra plétora de escritores que, con mayor o menor fortuna, se veían obligados a girar sobre uno de esos eventos que alimentan artificialmente el interés en el exceso de personajes y cosmogonía que afrontan los tebeos contemporáneos.

Los cinco números de Snyder son brillantes, aunque carezcan de la valentía o el permiso editorial con el que sí contó Starlin para infligir una herida que jamás se podría cerrar al corazón de Batman. Pero es elegante en todo su juego de espejos entre la muerte de Todd y la posible muerte de toda la amplia familia actual de Batman. Y sobre todo es certero en definir con solidez los motivos del Joker para realizar un plan tan complejo y macabro. El Joker cree que el verdadero Batman, un sociópata solo un paso por detrás del abismo en el que él vive, expresa todo su potencial mejor en solitario. Que las muletas de su familia solo sirven para hacerlo débil, dependiente, humano. Reducen su valía como símbolo. Y justifica así que el único amor al que puede aspirar Batman es el de su némesis, el Joker mismo.

Pero hay un exceso de voces. Una obligación de rendir pleitesía al Universo DC —en su segunda resurrección en cinco años—, de ambicionar la historia más grande posible, de ir a por la ópera porque la pieza de cámara no tiene valor. Sin embargo, DC siempre ha sido mejor, de esto ya hemos hablado, en lo íntimo que en lo epopéyico. La obligación de esparcir la narrativa en ríos resta fuerza al caudal central, una fuerza que, con toda su ridiculez por momentos, esos cuatro números de Jim Starlin tenían en plenitud, sin apenas obligaciones a salirse de la historia que estaban contando para ampliar los límites de su arco argumental.

Aun así, ambas obras son memorables. Nadie le puede negar a Snyder haber encontrado imágenes inolvidables para el imaginario de Batman: esa cara del Joker extirpada en primerísimo plano, ese caballo envuelto en llamas que recibe a Batman en su llegada a Arkham. Starlin, evidentemente, tiene las suyas: la figura inclinada de Batman protegiendo (inútilmente) el cadáver de Jason; y sobre todo esa sucesión de golpes del Joker, tal vez el momento más salvaje de ese personaje con la violación implícita, precedida de disparo, a Barbara Gordon.

Imagen de 'Dark nights: Metal', el próximo gran evento de DC con Batman como epicentro.
Imagen de 'Dark nights: Metal', el próximo gran evento de DC con Batman como epicentro.

Habrá que ver si Metal logra medirse con la gran novela que jamás se haya contado sobre Batman: El regreso del caballero oscuro de Frank Miller. Snyder tiene pluma y pesadillas para volar muy alto. Pero cuantas menos riendas y obligaciones para con el universo que le paga los sueldos, mejor.

Las declaraciones de Dan Didio, editor de DC, no me tranquilizan: "Vamos a empujar a los mejores héroes del mundo en nuevas e inexploradas direcciones para contar una historia gigante, usando a todos los personajes en nuestro panteón". Habrá que ver si Batman se pierde o no en ese esfuerzo homérico.

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