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Los creadores de la nueva Edad Media

Umberto Eco, Jacques le Goff y Georges Duby cambiaron la visión popular de un periodo fundamental

Guillermo Altares
Detalle del Pórtico de la Gloria, del maestro Mateo, en la catedral de Santiago de Compostela. 
Detalle del Pórtico de la Gloria, del maestro Mateo, en la catedral de Santiago de Compostela. W. Buss (De Agostini /)

En el arranque de El reino de los cielos, la película de Ridley Scott sobre las Cruzadas, dos individuos entierran a una mujer que se ha suicidado. Tienen que cortarle la cabeza al cadáver. “Peor sería si fuese bruja”, afirma uno de ellos. En 10 minutos de metraje, ya han surgido la servidumbre, el derecho de pernada, el hambre, la suciedad… Y un protagonista que asegura: “Pensaba ser enterrado a 100 metros de donde nací”. Es imposible concentrar más tópicos sobre la Edad Media en tan poco tiempo. Porque, por ejemplo, las grandes cazas de brujas en Europa tuvieron lugar entre los siglos XV y XVII, en la Edad Moderna, como muchos otros horrores que automáticamente situamos y relacionamos con el medievo.

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“En Europa, el periodo en el que las poblaciones fueron más desdichadas no es la Edad Media, sino el siglo XVII. Y no hay forma de corregir ese prejuicio”, explicaba en una entrevista el medievalista francés, experto en animales y colores, Michel Pastoureau. Su libro Una historia simbólica de la Edad Media Occidental (Katz, 2006) es uno de los ensayos que explican el profundo cambio que se ha producido en nuestra percepción de este larguísimo periodo medieval, que se prolongó durante casi 1.000 años. Pastoureau pertenece a la segunda generación de la llamada Escuela de los Anales, de la que surgieron dos de los grandes medievalistas europeos: los franceses Jacques Le Goff (1924-2014) y Georges Duby (1919-1996).

Umberto Eco (1932-2016) fue un gran admirador del trabajo de estos dos investigadores y manejó muchas de sus ideas para escribir El nombre de la rosa, la novela más popular sobre esta época —con perdón de Ivanhoe, de Walter Scott, y Los pilares de la Tierra, de Ken Follett—. Pero Eco fue también un importante teórico e investigador, uno de los primeros que supieron encontrar el hilo que nos conecta directamente con la época de los castillos y de los caballeros. “La Edad Media fue una inmensa operación de bricolaje en equilibrio entre la nostalgia, la esperanza y la desesperación”, escribió en La nueva Edad Media (Alianza, 1997), un libro colectivo que tuvo una gran repercusión en los setenta, cuando las obras de estos autores comenzaron a encontrar una difusión importante.

Le Goff había ofrecido una visión similar en uno de sus ensayos más populares, En busca de la Edad Media (Paidós, 2003). En esa obra rechaza, por un lado, la visión idealizada de este periodo, la del amor romántico y las gestas, pero también se niega a caer en el oscurantismo. “Si toda época pasada vive en el presente, creo que la Edad Media está particularmente viva y es fundamental para comprender la sociedad actual. Estoy seguro de que seguirá inspirando su futuro. Mi Edad Media se ha formado en la reflexión común sobre el pasado, el presente y el futuro”, afirma en este ensayo-entrevista.

Pero probablemente el ensayo más perdurable sobre el periodo sigue siendo La época de las catedrales (Alianza, 2003), de Georges Duby. Su tesis es que esos templos inmensos del medievo representan el resurgir de las ciudades —sostiene que París es la primera gran capital de un reino en Europa— y, a la vez, encarnan el intercambio de ideas y de personas. Las rutas de peregrinos, como el Camino de Santiago, eran la savia del continente. “En la Europa de las catedrales se impone el poderío de los reyes”, escribe Duby. Los Estados modernos comienzan a surgir entonces, como la división del tiempo o redes comerciales que todavía hoy utilizamos. Umberto Eco tenía razón cuando decía que vivimos una nueva Edad Media.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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