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Crítica | La Nevera
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Feliz menopausia, hija mía

Agitada por Gustavo Tambascio y Enrique Viana, la función resulta más espumeante y jocosa que en otras ocasiones

Javier Vallejo
Escena de La Nevera.
Escena de La Nevera.Jaime Villanueva

LE FRIGO (LA NEVERA)

Autor: Copi. Versión y dirección: Gustavo Tambascio. Intérprete: Enrique Viana. Pianista: Zorion Eguileor. Figurinista: Gabriela Salaverri. Luz y escenografía: Daniel Bianco. Madrid. Teatros del Canal, hasta el 9 de abril.

Un disparate: una comedia cuya irrealidad Copi, su autor, lleva al extremo. Este género teatral se cultivó abundantemente otrora: “Disparate cómico-festivo”, subtitulaban sus zarzuelas algunos compositores, para subrayar el carácter inverosímil e hilarante del libreto.

Autor, actor e historietista francoargentino, Raúl Damonte Botana, ‘Copi’, se hizo célebre por el humor surreal, impúdico y descoyuntado de sus piezas teatrales, pero también por las viñetas reflexivas y estáticas de su serie La femme assise, creada para el diario Le Nouvel Observateur.

Le Frigo (La nevera) es un divertidísimo disparate unipersonal, combinado con un ejercicio de fregolismo o de personalidad múltiple: su intérprete ha de cambiar de papel al trote un montón de veces y de ponerle voz a sus interlocutores telefónicos y a un par de muñecos. El tenor Enrique Viana sale bien parado del reto semejante, asistido por su proverbial desparpajo, su vis comica y por el buen criterio que el director Gustavo Tambascio, autor también de la versión, manifiesta cuando se trata de bregar con lo excéntrico y lo oblicuo.

Agitado por Tambascio y Viana, Le Frigo espumea: resulta más jocoso y menos inquietante que en otras ocasiones. Entrambos, lo han llevado al cabaret, acompañados por Zorion Eguileor, actor y pianista, que entretiene los cambios de escena con un repertorio musical traído al hilo del texto: una versión personalísima de The Sound of Silence preludia la entrada del fantasma de la señora, y el tango Adiós muchachos, la de Goliatha, fámula con marcado acento argentino.

Viana está a sus anchas, también en el decir y cuando interpreta dos o tres temas de carácter ligero, sin engolamiento. Eguileor, juega a las adivinanzas con el público entrelazando el Alouette, gentille alouette con A mi burro le duele la cabeza o disparando el Ma petite tonkinoise, por alusiones.

Hay, me pareció, una caída de energía disculpable y puntual, en la segunda mitad de función tan risueña.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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