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Tribuna
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El cine no es un artículo de lujo pero paga impuestos como si lo fuera

El director Álex de la Iglesia reflexiona sin victimismo sobre la decisión del Gobierno, difícil de asumir, de dejar al sector audiovisual fuera de la reducción del gravamen

Rodaje de la película 'El bar' de Alex de la Iglesia.
Rodaje de la película 'El bar' de Alex de la Iglesia.

Tenemos miedo. Vivimos en un mundo que finge estabilidad, razón y sentido y todos los días descubrimos grietas, fisuras que rompen poco a poco esa quebradiza imagen. Buscamos una salida a nuestro alrededor, pero no la encontramos. No hay ideologías que nos indiquen un camino. Nadie es de fiar. Culpamos al Gobierno, a la oposición, a los bancos. Al final, el miedo nos empuja al infierno. Estamos solos, ya no queda nadie, y advertimos, quizá demasiado tarde, que el único culpable es uno mismo. Ese es, un poco resumido, el guion de mi última película El bar, pero también creo que es el guion de la película que tenemos delante de nuestras narices. Nadie se dedica al cine por obligación. Los que trabajamos en esto nos sentimos orgullosos de lo que hacemos. Amamos nuestro trabajo. Escribir, interpretar, rodar películas es un privilegio y un honor. Nos ganamos la vida haciendo lo que más nos gusta, que es contar historias. Buscamos establecer un vínculo con el espectador. Deberíamos ser sus ojos, su memoria. Contar lo que nos rodea. Humildemente, pienso que nuestra labor es hacer llevadera la vida de los demás, y creo que a eso, disculpad la falta de modestia, se le llama cultura.

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Y aquí, de sopetón, surge el tema del IVA. ¡Ahora vienen las quejas y los lamentos! Pues no. No apetece nada quejarse. Estoy harto de ese personaje que nos ha tocado interpretar los últimos años. Creo que es el momento de construir un escenario menos estresante que el de mi película, y no encerrarnos en un thriller angustioso que no hemos escrito, buscando un culpable que nunca aparece.

Quiero creer, de entrada, que el Gobierno tiene razones para apartarnos de la rebaja del IVA cultural, y que son serias. Las otras opciones son demasiado dolorosas, demasiado obvias. Se me ocurre, primero, que nos necesitan, y eso es bueno. El cine es rentable, y sobre todo, rentable para el Estado. Devolvemos más de lo que gastamos. Nuestras salas recaudaron en 2016 más de 605 millones de euros, lo que ha hecho recaudar por IVA 105 millones de euros. El presupuesto del Estado para el cine ha sido de 77 millones. Se han recaudado, por tanto, 28 millones de euros más de lo que se ha gastado en apoyar nuestra industria.

Algunos cuestionaron estos datos diciendo que hablábamos de la taquilla española, no del cine español. Sin embargo, nadie se atreve a decir que Renault, BMW o Volkswagen, empresas extranjeras que reciben ayudas del Estado, no forman parte de la industria española. Las salas de cine y las distribuidoras que trabajan en España emplean a decenas de miles de personas. Estudiantes, técnicos, prensa, televisión. Todo eso también es cine español. Creo que nuestra obligación es arrimar el hombro para mejorar este embrollo de país en el que vivimos y que, si queremos que nos respeten, debemos hacer lo mismo. Sin embargo, no es fácil asumir que nos toca pagar el 21%, como Letonia, Lituania o Bulgaria, cuando Alemania paga un 7%, Francia un 5,5%, o Italia un 10%. Es complicado entender cómo nuestro trabajo es comparado con el tabaco, las bebidas alcohólicas, objetos de coleccionismo o antigüedades.

También hay que hacer un esfuerzo para asumir que el porno, por ejemplo, solo pague un 4%, pero de este dato no quiero sacar conclusiones. Al parecer, es opinión del Gobierno que el bajar los impuestos beneficia a la economía. ¿No ayudaría la reducción del IVA cultural a fortalecer la industria del cine? Por el contrario, nos consideran un artículo de lujo, apreciación que puede resultar un halago, pero el piropo sale caro a los espectadores. La gente no puede pagar esos precios y me temo que eso no beneficia a nadie.

Los personajes de El bar luchan entre sí para sobrevivir a su encierro. No creo que sorprenda a nadie si os confieso que la cosa acaba fatal. Imagino que si los personajes, en lugar de lanzarse el uno al cuello del otro, decidieran sentarse un segundo a discutir cómo solucionar las cosas, no tendríamos una película tan divertida, pero a ellos les habría ido mucho mejor. No esperemos siempre a que sea el otro quien reconozca su error para que comience el debate. Demos el primer paso.

Álex de la Iglesia es cineasta y presidió la Academia de Cine entre 2009 y 2011. Su última película, El bar, está en cartel.

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