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Columna
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Imágenes

Los informativos del viernes ofrecieron una abundante cosecha de imágenes que permiten comentarlas con palabras

Ángel S. Harguindey
Angela Merkel y Donald Trump, el viernes en la Casa Blanca.
Angela Merkel y Donald Trump, el viernes en la Casa Blanca.Evan Vucci (AP)

Cuando todavía se dice esa tontería de que "una imagen vale más que mil palabras", desmitificada en su día por Sara Montiel en TVE ("como dice Einstein, todo es relativo"), los informativos del viernes ofrecieron una abundante cosecha de imágenes que permiten comentarlas con palabras.

Al contemplar los cinco minutos de ovación dedicados a Esperanza Aguirre en el Congreso del PP de Madrid no podía por menos que surgir en la memoria del espectador la frase de Rubalcaba: "En España se entierra muy bien", y más cuando en la ceremonia sobrevolaba la carta de Francisco Granados como culminación del Vía Crucis púnico de la exlideresa.

Cuando Rex Tillerson, Secretario de Estado de Estados Unidos, decía desde Seúl que "la paciencia estratégica se ha terminado" y advirtía a Corea del Norte que Washington no descartaba la opción militar si el régimen de Pyongyang elevaba su nivel de amenaza, el espectador recordó a Louis Ferdinand Céline cuando escribió "Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón".

Con todo, la secuencia más vista del día fue la de un autosatisfecho individuo bajo un campo de zanahorias comportándose como un grosero impresentable ante una dama de cierta edad y sobria vestimenta. No hubo analista o plumilla que no comentara la escena de un Presidente de Estados Unidos negándose a darle la mano a una Canciller de Alemania. Ante eso el espectador no se acordó de ninguna frase brilante y dejó que la estupidez la dijera el propio Presidente: "La inmigración no es un derecho, es un privilegio", convencido de que su madre, la escocesa Mary, su padre Fred, hijo de alemanes, y su señora, la eslovena Melania, habían alcanzado el éxtasis. No hay duda: si alguna vez se realiza un biopic sobre Trump, el guion deberían encargárselo a los Monty Python.

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