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Bienvenidos a casa de Nerón

La Domus Aurea de Roma, enorme residencia del emperador, lanza una visita con realidad virtual que permite descubrir su majestuosidad original

Tommaso Koch

Roma acababa de arder. De las llamas salió una urbe destruida. Pero, también, una oportunidad. O así lo vio Nerón en el 64 d. C: la reconstrucción de la città eterna empezaría… en su casa. Privilegios de ser emperador. Así que expropió parte del centro histórico y encargó una residencia de 80 hectáreas, con paredes de mármol y bóvedas de oro, rodeada de bosques, un lago artificial y hasta una colosal estatua del propio princeps. No por nada fue bautizada Domus Aurea, la casa áurea. Cuando Nerón la pisó, se mostró satisfecho: “Por fin puedo vivir como un hombre”. Y ahora, por primera vez, cualquiera puede comprobar la humildad del emperador: la Domus Aurea ha inaugurado una visita con realidad virtual que permite sumergirse en su esplendor original.

“Te vas con la sensación de haber vivido una experiencia en lugar de haber visitado un museo. La realidad virtual me hizo sentir como una niña. Te lleva automáticamente a la Roma clásica: puedes caminar por los salones, los ninfeos, contemplar desde la terraza la ciudad, tan majestuosa”, contaba tras la experiencia Sara, una joven turista española. Porque, hacia la mitad de un itinerario de 75 minutos, el grupo de 25 visitantes alcanza la Sala de la Bóveda Dorada, se coloca un casco y viaja por el tiempo. “La oscuridad se va de un plumazo y el espacio se transforma: las paredes se caen y vuelve a entrar la luz originaria”, relataba Amaya, otra turista española.

"Nerón fue un buen emperador"

“Nos ha llegado una imagen fuertemente distorsionada de Nerón”, asegura Alessandro D’Alessio. El arqueólogo cree que el Senado, marginado por completo en la fase final de su reinado, se vengó del emperador: su recuerdo fue manchado, primero, y luego destruido. Y así quedó para la posteridad la leyenda, que hoy los estudiosos tienden a desmontar, de que incendiara él mismo la ciudad. A la vez, buena parte de los historiadores de la época, afines al Senado, contribuyeron a retratarle como un “loco maniático”, según D’Alessio. Lo que el arqueólogo sí reconoce es la megalomanía del emperador: ¿cómo se explicaría si no una residencia de 80 hectáreas?

“Podemos decir que fue un buen emperador. Tomó medidas importantes para el pueblo y la ciudad tras el incendio, como normativas edilicias que limitaran el riesgo de fuegos. Sacó adelante la primera reforma monetaria, para combatir la inflación. Mostró cierta indulgencia con las clases menos ricas. Y fue un gran amante de la cultura griega”, enumera D’Alessio.

Sus afirmaciones harían feliz a Alessandro D'Alessio, arqueólogo y responsable científico de la Domus Aurea. “La luz era el aspecto fundamental, perdido para siempre. Reintroducirla era posible solo así. Es una reconstrucción muy rigurosa, no un dibujo animado. Enseñamos la Domus Aurea como era, dentro de la Domus Aurea como es”, defiende. En efecto, sin la realidad virtual costaría imaginar aquel monumento al ingenio y la egolatría. El resto de la visita transcurre en la sombra, entre muros y columnas prácticamente desnudos, que apenas narran el pasado glorioso que presenciaron.

Cosas de la damnatio memoriae, el castigo que el Senado infligió a Nerón: su recuerdo sería borrado de la faz de la tierra. El Coliseo cubrió el lago artificial; la estatua fue derribada; y los preciosos salones, expoliados y enterrados en el 109 d.C. bajo las termas de Trajano. Hasta que, con el Renacimiento, la Domus Aurea también resucitó. Fueron artistas tan célebres como Rafael o Pinturicchio quienes redescubrieron aquel tesoro: creían introducirse en unas grutas, pero se encontraron con la Historia sepultada.

Una de las salas de la actual Domus Aurea.
Una de las salas de la actual Domus Aurea.

“El propio Rafael escribió al papa León X que de la arquitectura antigua solo percibía los huesos y la carne, pero faltaba la piel. Quizás hayamos logrado devolver la sensación de ese mundo”, se sincera Stefano Borghini, arquitecto y coordinador del proyecto virtual. Con un coste de unos 300.000 euros, esa tecnología juntaba tres virtudes: una inmersión emotiva, la corrección científica y el “menor impacto posible” en una estructura subterránea y con su propio microclima, según Borghini. Aun así, optaron por una experiencia de pocos minutos, ante la duda de cómo reaccionaría el público. Ni a Sara ni a Amaya les hubiera importado que durara más. Y no son las únicas, a juzgar por las visitas ya reservadas al menos hasta mayo —solo los sábados y domingos, por 14 euros; durante la semana continúan las obras de restauración—. Tanto que a posteriori Borghini cree que se podría haber prolongado “un pelín”.

Eso sí, mientras la Domus Aurea no muestre síntomas de rechazo, el experimento ha llegado para quedarse. O tal vez para expandirse. Tras las proyecciones nocturnas que desde hace dos veranos reviven los foros tal y como fueron, y ahora la visita virtual a Nerón, algo en Roma parece haber despertado. “Es una ciudad un poco replegada sobre sí misma. Estas iniciativas de modernidad son bienvenidas”, asevera D’Alessio. Y tanto él como Borghini sugieren que esta innovación podría abrazar pronto más iconos del patrimonio. El arqueólogo no añade más —“me matan”—, pero el arquitecto sí ofrece una pista: “Creemos mucho en esta posibilidad. Hay ideas, aún muy embrionarias, sobre el foro Palatino. Aunque tendría una complejidad enorme”.

Sea como fuere, D'Alessio quiere que el futuro ayude al pasado sin devorarlo: “El patrimonio arqueológico de una ciudad como Roma no se debe convertir en un parque de atracciones. La comunicación de lo antiguo de manera adecuada al público es justa, pero es importante la imagen de las ruinas como son. Hay conservar un recuerdo, una memoria”. Nerón, desde luego, no podría estar más de acuerdo.

El futuro de la Domus Aurea

La Domus Aurea reabrió a los visitantes hace poco más de dos años. Y ahora ha incorporado también las gafas de realidad virtual. Pero mucho queda por hacer, relata D'Alessio.

"Ante todo, tenemos que terminar las intervenciones de restauración estructural y apuntalamiento. Pero van por el buen camino, ya está realizado entre el 70 y el 80% del trabajo", afirma el arqueólogo y responsable científico del monumento.

Mientras se refuerza por dentro, la Domus Aurea necesita también liberarse del peso que la oprime. Tras ser enterrada bajo las termas de Trajano, ahora la casa de Nerón carga en sus hombros con Colle Oppio, la colina que se alza sobre sus techos. De ahí que parte del proyecto consista en aliviar en un 70% ese peso. ¿Cómo? Sustituyendo el parque y sus árboles por un jardín ligero, mucho más llevadero para la Domus, y capaz además de controlar el flujo de agua y evitar las infiltraciones actuales. "Es un área que mide como unos tres campos de fútbol", explica D'Alessio.

El espacio ha sido dividido en 22 porciones. Una ya ha sido completada, y en una segunda se está trabajando. Los 13 millones concedidos por el Ministerio de los Bienes Culturales han permitido poner en marcha la sustitucion de ocho porciones más. La otra mitad depende de que el proyecto reciba más fondos, hasta el total de 31 millones necesario para terminar las obras. D'Alessio cruza los dedos para que en "cinco o seis años" la intervención se haya completado.

A partir de ahí, una vez derrotadas las infiltraciones y estabilizado el clima dentro de la propia Domus Aurea, se podrá empezar una tercera fase, quizás la más interesante para los visitantes: restaurar todos los frescos, estucos y decoraciones que todavía acoge la residencia de Nerón y tratar de rescatar su brillo. Lo que D'Alessio considera en cambio prácticamente imposible es conseguir que la luz natural vuelva a entrar en el monumento. Por lo menos, para eso está la realidad virtual.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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