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Rendir cuentas a la vida

Abraham B. Yehoshua retoma el tema de la familia en 'La figurante', novela sobre una arpista que vuelve a Israel contra su voluntad tras quedar su madre viuda

A. B. Yehoshua en el Palazzo Ducale de Génova en 2015.
A. B. Yehoshua en el Palazzo Ducale de Génova en 2015.LUCA ZENNARO (ANSA)

Abraham B. Yehoshua se dio a conocer en España con la traducción de una novela excepcional: Un divorcio tardío (Alfaguara, 1984), que narraba el regreso de un padre de familia ya maduro a Israel para tramitar su divorcio. La novela cuenta la crisis que ello genera en la familia y es a la vez un retrato de la sociedad israelí a pequeña escala.

La figurante es también una novela de familia escrita 30 años más tarde. Ahora la protagoniza una mujer en la cuarentena, intérprete de arpa, divorciada, que tiempo atrás se fue a Holanda para integrarse con satisfacción en una orquesta municipal en Amberes. En esta ocasión, la vuelta de la mujer, Noga, se produce contra su voluntad, pues debe renunciar a un concierto muy importante para ella. La razón es que su madre ha quedado viuda y el hijo menor pretende que se mude a Tel Aviv, pues el barrio de su vieja casa en Jerusalén se ha ido llenando de ortodoxos.

Honi propone un canje: tres meses en una residencia de primera en Tel Aviv para que la madre, tras la experiencia, elija dónde vivir; pero tienen que mantener el piso de Jerusalén, de renta baja, para evitar que los dueños aprovechen la ausencia para venderlo: esa es la misión de Noga, guardar el piso durante los tres meses.

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Noga queda entonces provisionalmente apartada de la música —lo más doloroso para ella—, no acepta el dinero de su hermano y ha de buscarse unos ingresos, para lo cual un amigo le conseguirá un trabajo eventual como figurante. Además, ella se enfrenta al lugar donde se crio. Es un ejercicio de desubicación (la música) y recuerdos (la casa y la familia). Noga se divorció en su día de Urías, al que no quiso dar un hijo y que ahora está casado y tiene dos hijos de su nueva esposa.

El conflicto dramático actúa en varios frentes, por tanto. Está contado en riguroso presente y combina muy hábilmente los tiempos de la narración. Sólo en un capítulo toma la palabra Urías, el resto es de la voz narradora no identificada. El verdadero nudo de la novela se halla en el capítulo 33: es un día de rodaje, ella se pregunta: “¿Qué me está pasando en Israel? ¿Cómo he podido pasar, en sólo un par de semanas, de ser una música profesional a una simple y sustituible extra de películas? ¿Hasta dónde me van a llevar mi madre y mi hermano con su absurdo experimento?”. Agotada, se echa a dormir; cuando despierta, encuentra tendido a su lado, de espaldas, a su exmarido, a quien no desea ver, disfrazado de figurante. Es la hora de rendir cuentas a toda una vida.

Noga se siente desplazada; es una mujer que, habiendo encontrado su camino, ahora es sólo un ser anónimo, una figurante; su infancia y juventud, también su matrimonio, vuelve a ella y se siente sola, desamparada; su exmarido no se resigna a no haber tenido un hijo de ella, que quizá habría salvado el matrimonio… Es una personalidad fuerte en un estado de máxima debilidad y se siente en peligro. Cuando Yehoshua trae la novela hasta aquí, ésta alcanza su culmen. La vida de Noga está marcada por las despedidas: de Israel por Europa, del hijo no tenido, del marido, de la madre, del padre muerto, de su vida anterior a Holanda. Es un personaje formidable rodeado de secundarios espléndidos y enfrentado a sí mismo con dolor y valentía. Francisco Solano definió en Babelia inmejorablemente su escritura: “Todo es ambiguo, imprevisible, no disimulado, sin dejar de mostrarse, al mismo tiempo, con una claridad meridiana”.

La figurante. A. B. Yehoshua. Traducción de Isabel Marín. Duomo Ediciones, 2017. 352 páginas. 21 euros

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