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MÚSICA / LIBROS

Si los pianistas hablasen

Varios libros recogen reflexiones sobre la música de intérpretes como Brendel, Rhodes y Richter

El pianista James Rhodes.
El pianista James Rhodes.RICHARD ANSETT

La cita "escribir sobre música es como bailar de arquitectura" se atribuye tanto a Frank Zappa como a Elvis Costello. Independientemente de quién la acuñase, la frase nos hace ver que toda écfrasis o ejercicio de intermedialidad en que las palabras buscan representar otras disciplinas artísticas es arduo, y más todavía la tarea de escribir sobre el arte de combinar el sonido con el ritmo. Aún así, algunos pianistas decidieron escribir sus opiniones y reflexiones al respecto, y muchos otros pasaron horas conversando sobre interpretación musical y estética con diversos agentes culturales.

Entre los textos publicados en castellano que recogen este valioso material se encuentra Sobre la música (Acantilado, 2016), una colección de ensayos y escritos del pianista austriaco —aunque nació en la entonces Checoslovaquia (en Moravia)— Alfred Brendel, quien, en el prólogo, además de señalar su necesidad de aclarar su pensamiento y articular su propia percepción, hace ver dónde radica su deseo de escribir: "Está el placer de saltar por encima de la propia sombra y dejarse llevar por la tentación de poner en palabras algo que en teoría comienza donde el lenguaje acaba". Como vemos, estos escritos surgen principalmente de preguntas y de un deseo de compartir con los melómanos, sean estos intérpretes o no, la fascinación por el lenguaje sonoro.

Está el placer dejarse llevar por la tentación de poner en palabras algo que en teoría comienza donde el lenguaje acaba Alfred Brendel

Distinto es el caso del británico James Rhodes en Instrumental (Blackie Books, 2015) y Toca el piano (Blackie Books, 2016). Muy querido por el público que acude a sus espectáculos, que suelen estar a caballo entre el concierto y la conferencia, Rhodes, al escribir sobre el piano y su repertorio, lo hace insistiendo en el poder de resiliencia que poseen las obras de los compositores a los que ama. Su escritura también busca sacarlos de su reducto elitista al que los jóvenes, o aquellos sin formación musical clásica, no osan entrar por no sentirse bien recibidos.

Su segundo libro es, lisa y llanamente, un manual de iniciación al piano y al lenguaje musical, pues incluye nociones de solfeo. En él, Rhodes invita a sus lectores a apagar el móvil y ponerse manos a la obra, que en este caso es el primer preludio de El clave bien temperado de J. S. Bach. Si siguen sus instrucciones, les promete que serán capaces de interpretarlo. Su entusiasmo es contagioso hasta el final del texto, donde da la enhorabuena a aquellos que hayan logrado tocar el preludio: "En vez de enseñarles a tus amigos las mil fotos que has hecho en tus últimas vacaciones en Sicilia, o de formar espirales con calabacines y zanahorias para una cena, ¡les puedes tocar esta pieza!".

En el caso de los pianistas que optaron por la conversación, son sus interlocutores quienes se encargaron de llevar al papel sus comentarios. El escritor ucraniano Yuri Borísov lo hizo con su compatriota, el pianista Sviatoslav Richter. En el libro Por el camino de Richter (Acantilado, 2015), Borísov da voz al pianista, recogiendo las opiniones de este sobre su repertorio –la Fantasía op. 17 de Schumann y sus saltos le parecen "una maldición"– y sus explicaciones acerca de los métodos extravagantes que ideaba para abordar los pasajes más difíciles ("¿Quiere apostarse algo a que si los toco nueve veces seguidas con luz fallaré, pero si lo hago a oscuras me saldrán bien?").

¿Quiere apostarse algo a que si los toco nueve veces seguidas con luz fallaré, pero si lo hago a oscuras me saldrán bien? Sviatoslav Richter

El texto da fe de que Richter estaba particularmente dotado para la asociación libre, pues las obras musicales que mejor conocía le sugerían vívidas escenas que deseaba poner en palabras. Su idea del final del Carnaval de Viena schumanniano era la del "despacho de un famoso doctor vienés" que podría muy bien tratarse de Freud –sin importarle incurrir en un anacronismo–, pues Richter visualiza que en la pieza musical: "una multitud de ansiosos pacientes, con sus neurosis y sueños, acude a él. Todos ellos le cuentan su historia, aunque el doctor no se deja ver. Por supuesto, todos llevan máscara (...)". Por su parte, las Escenas de niños, también de Schumann, y el Álbum para la juventud de Tchaikosvky le generaban imágenes tan inquietantes como esta: "me siento incómodo incluso escuchándolos: enseguida se me aparece la cara de una niña de piernitas cortas, con un lazo".

Ver y escuchar hablar a Richter es un lujo ahora accesible para todos gracias al documental El enigma (1998), dirigido por Bruno Monsaingeon, autor que también se ha ocupado de la edición –que él prefiere llamar "montaje"– de Glenn Gould. No, no soy en absoluto un excéntrico (Acantilado 2017), una serie de conversaciones con el pianista más emblemático del siglo XX, al que hemos escuchado no solamente tocar sino también canturrear a Bach en su grabación de las Variaciones Goldberg. El libro incluye además algunos artículos y entrevistas escritos por el pianista canadiense donde aparecen sus opiniones contundentes sobre diversos aspectos de la interpretación musical, por ejemplo, contra la idea de convertirse en esclavo del piano. Gould asegura que no se acercaba al instrumento durante las 48 horas previas a una grabación, cosa que lo emparenta con el católico devoto que, antes de comulgar, pasa un tiempo sin comer por respeto a la Sagrada Forma.

Defensor a ultranza de la música grabada, estos textos recogen muchas de sus reflexiones al respecto. Recordemos que el más tecnófilo de los pianistas fue también un artista sonoro con varias piezas radiofónicas en su haber, por ejemplo su célebre "documental contrapuntístico" –así lo denominó– The idea of North (1967), en el que las voces de distintas personas relatan su experiencia como habitantes en zonas septentrionales del planeta.

Y por último, para quienes echaran de menos la representación gráfica de la personalidad de este místico del piano, la ilustradora Sandrine Revel ha creado Glenn Gould, una vida a contratiempo (Astiberri, 2016). Por medio de sus trazos, galardonados con el Premio Artémisia de cómic, Revel sitúa al músico en atmósferas de tonos tenues y frente a cielos grises, inspirados muy probablemente por la cita del propio Gould que cierra el libro: "Creía firmemente que todo el mundo compartía mi pasión por el cielo nublado. Me sorprendió mucho darme cuenta de que algunas personas preferían el sol".

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