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La sacerdotisa de la contracultura aterriza en México

La séptima edición del festival mexicano Nrmal vuelve este fin de semana a presentar una meditada selección de bandas de culto, con Psychic TV como estrella, y propuestas nuevas

David Marcial Pérez
P-Orridge, centro, y sus Psychic TV
P-Orridge, centro, y sus Psychic TV

Primero eligieron los dos cabezas de cartel: Psychic TV y The Brian Jonestown Massacre. A partir de ahí, fueron perfilando el programa con una columna vertebral: la psicodelia. “Psicodelia en sentido amplio, por las texturas, los ambientes, la energía”, detalla por teléfono Alfonso Muriedas, uno de los fundadores y organizadores de Nrmal Festival, un evento ni muy grande, ni muy pequeño –5.000 personas cada día del fin de semana–, más orientado a lo independiente –otra vez, en sentido amplio– que a lo comercial, y que se mira en el espejo, por ejemplo, del texano y también lisérgico Levitation Fest, con quien colaborarán este año en uno de sus escenarios.

En su octava edición –tras saltar de Monterrey a Ciudad de México hace cuatro años– vuelven a insistir en la convivencia entre bandas veteranas con etiqueta de culto y propuestas nuevas. “Psychic TV era nuestra gran prioridad –continúa Muriedas– porque la figura y el trabajo de Genesis P-Orridge, que ha influenciado a muchísimas bandas, representa muy bien todo el discurso de esta edición, que pretende profundizar en lo experimental y la mutación de géneros desde el punto de partida de la psicodelia”.

Genesis P-Orridge (Mánchester, 1950) es ella misma una performance. Un incendio casi acabó con él y le permitió convertirse en ella. Con la indemnización del accidente, Neil Andrew Megson emprendió un viaje quirúrgico y simbiótico hacia su pareja, Lady Jaye. Se conocieron en un antro sado de Nueva York. Él dormía dentro de una mazmorra. Ella apareció embutida en un traje de látex. A partir de ahí, los dos entraban juntos al quirófano y salían con los mismos implantes de silicona en el pecho, los mismos pómulos, la misma nariz. Lo llamaron Proyecto Pandrógeno: “La evolución de nuestra especie está basada en no creer que nuestro cuerpo es sagrado, en aceptar que es simplemente un material. Podemos rediseñarlo como queramos, al igual que nuestra mente”.

William Burroughs era un fan declarado de P-Orridge. Ian Curtis le llamó por teléfono antes de suicidarse

Antes de eso, antes del punk, a finales de los sesenta, P-Orridge ya le volaba la cabeza al establishment británico con performances como Es la hora del mes –un reloj de pared relleno de tampones usados– junto a sus secuaces de COUM Transmission, a quienes un senador tory definió como “enemigos de la civilización”. Una década después, con su primera banda, Throbbing Gristle, fundó un genero nuevo: la música industrial –pasajes repetitivos y ruidosos, loops atonales y disonantes, berridos, letanías hipnóticas y estética militar – que en más de una ocasión ha encendido la bombilla de gente como Lou Reed o Bowie.

Un mal viaje con una corteza alucinógena en el puerto de Amberes le cambió el rumbo. Su nuevo vehículo a partir de los ochenta sería el ocultismo y Psychic TV, un colectivo audiovisual, musical y chamánico que llegó a proponerse grabar 23 discos durante 23 meses y publicarlos el día 23: un número mágico para los poetas beat. Psychic TV son casi cuatro décadas de folk psicodélico, acid house –sí, también estuvo allí–, sermones post-punk y coqueteos pop como Godstar, quizá su único (anti)hit.

William Burroughs era un fan declarado de P-Orridge. El vocalista de Joy Division, Ian Curtis, le llamó por teléfono el 18 de mayo de 1980 y le cantó entera al oído una canción de Throbbing Gristle que narraba un suicidio. Después colgó el teléfono y se suicidó. P-Orridge sigue viva y sigue siendo una de las mayores sacerdotisas de la contracultura.

The Brian Jonestown Massacre, el cabeza de cartel del sábado, también son una banda de culto y también son fans de P-Orridge: una canción de su último disco se titula Throbbing Gristle. En 2004 se hicieron casi famosos gracias a un documental sobre las peleas ególatras entre su vocalista, Anton Newcombe, y el de Dandy Warhols. En realidad, The Brian Jonestown Massacre son importantes porque llevan desde los noventa retorciendo los fundamentos del blues, el country, el noise o el shoegaze, es decir, la penúltima psicodelia. “Representan muy bien ese dialogo con la escena psicodélica de México, que siempre ha tenido mucha tradición”, explica el organizador del festival.

Lorelle Meets The Obsolete son uno de los mayores puntales de esa escena. A los mandos de la cabina de su penúltimo disco estuvo el capo de Spaceman 3: psicodelia para mirarse los pies. Serán los platos fuertes mexicanos del festival junto a los electropoperos Clubz.

Más dinosaurios en la habitación: Tortoise. Su batidora de punk, jazz, krautrock, dub y electrónica en miniatura revolucionó los paradigmas pop de hace dos décadas. Multinstrumentistas, productores, ingenieros y virtuosos. Desde Chicago, su sello Thrill Jockey es una garantía de sonidos de exquisita vanguardia. “Son el ejemplo de esa transversalidad que buscamos en esta edición- explica Muriedas- Su relevancia está fuera de toda duda. Atraviesan géneros y generaciones”.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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