_
_
_
_
_
'Mi casa es la tuya'
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bertín Osborne, ¿la derecha amable?

'Mi casa es la tuya' aún despierta el interés de parte de la audiencia. Un misterio que ni su último invitado, Iker Jiménez, podría resolver

Manuel Morales
Bertín Osborne e Iker Jiménez, en 'Mi casa es la tuya'.
Bertín Osborne e Iker Jiménez, en 'Mi casa es la tuya'.

Desde que dejó TVE para hacer lo mismo en Telecinco, Bertín Osborne ha visto reducida la audiencia de su programa de entrevistas, pero Mi casa es la tuya despierta aún el interés de, como mínimo, dos millones de personas por entrega, un 15% de audiencia. Un misterio que ni su último invitado, el periodista Iker Jiménez, vendedor de humo de psicofonías, podría resolver. En Telecinco, Bertín cambió el nombre del programa, que ahora se identifica con un logo que parece sacado de una tienda de muebles de barrio, y ha estirado la función hasta hacerla aburrida.

Quizás el éxito de Mi casa es la tuya proceda de una suma de factores: la fascinación / envidia que despierta ver lo bien que viven en sus enormes residencias aquellos que pueden, las versiones ñoñas de canciones populares y esa campechanía que, a veces, consigue sacar de sus invitados momentos divertidos porque se sienten como en casa.

Como está más a gusto Bertín es entre chascarrillos, como sucedió con el futbolista Joaquín imitando al expresidente del Betis Manuel Ruiz de Lopera. O con la berlanguiana madre del jugador, que contó cómo el niño vino al mundo con un problema testicular, "un huevo poco cocido", que precisaba de baños de sol diarios. Pero cuando los asuntos son más serios, como con el exministro José Bono, Bertín empieza a poner caras inexpresivas. En esas ocasiones parece desear que llegue el momento de la cocina, para tomarse un vino y chupar cabezas de gambas.

Todos sabemos cómo es este presentador después de años en televisión, él se define como "la derecha amable" y, con frecuencia, le delatan ramalazos de machismo: "Regálale el delantal a tu madre o a tu novia o a tu hermana...", le dijo al cantaor Miguel Poveda, que ha hablado de su homosexualidad. Cuando a Bertín le recuerdan ese deje rancio ya no es tan cordial, y la palabra "gilipollas" no se le cae de la boca. Con una fórmula que ya cansa por repetitiva, el programa depende cada vez más del salero del invitado. Sobre todo si pone una psicofonía de un cura fallecido en la que se escucha: "Tengo una lengua...".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_