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Aquel científico loco del manicomio de los Pirineos

En 'Análisis de sangre azul', Gabriel Velázquez y Blanca Torres inventan un falso documental sobre la vida de un inglés amnésico en un sanatorio en los años treinta

Fotograma de 'Análisis de sangre azul'.
Gregorio Belinchón
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En 1932, en el valle pirenaico de Valdellomar (no busque en un mapa, y sí en una enciclopedia de cine para descubrir la procedencia del nombre), el doctor Pedro Martínez dirigía un manicomio con pacientes catatónicos y autistas. Un buen día le trajeron un hombre que se había despeñado y que no recordaba absolutamente nada. Así arranca Análisis de sangre azul, un exuberante y fascinante artefacto audiovisual, un falso documental construido para que el espectador se crea todo lo que aparece en pantalla. Desde sus imágenes en super-8 hasta rostros similares de la época, desde guiños a las creencias de los años treinta (las teorías evolutivas y la mejora de la raza humana) hasta reflejo de los acontecimientos históricos que se desarrollaron en España de 1932 a 1942, final de la película.

Lo más desilusionante de Análisis de sangre azul es que, efectivamente, es falso. Lo más hipnótico no es tanto su absoluta credibilidad sino la capacidad de enganchar al espectador para sumergirle en este juguete fílmico para su disfrute. Gabriel Velázquez, autor de películas como Amateurs, Iceberg o ärtico, cofirma la dirección junto a su guionista habitual, Blanca Torres. "Hemos disfrutado mucho con la recreación de una época, con los golpes de humor que salpican la historia"; cuenta Velázquez, "aunque en cambio es la película que más me ha costado. Blanca tuvo la idea hace cuatro años, hemos rodado durante un año, y el montaje ha sido complejo". A lo largo del filme, en blanco y negro, respetuoso con el formato fílmico de aquellos años, aparecen imágenes de fauna y flora rodadas por un médico en los años cincuenta en la sierra salmantina de Béjar. "Como tercer material nos prestó también sus documentales un etnógrafo de Huesca, Monesma", apunta el cineasta. Y con tamaños ingredientes de base, Velázquez y Torres se lanzaron a filmar en súper-8, una complejidad añadida en los tiempos actuales en los que ya no hay laboratorios donde revelarlo. "No sabíamos ni lo que filmábamos. Trabajamos con tres laboratorios distintos, y en uno salió mal el revelado, algo que a nosotros nos encantó, porque daba más verosimilitud a lo mostrado".

Y lo mostrado es la vida de un supuesto aristócrata inglés -al menos eso deduce del estudio de su cuerpo y de su comportamiento el doctor Martínez- que amnésico se queda a vivir en un sanatorio mental en un valle pirenaico casi incomunicado, lo que ha llevado a la endogamia reproductiva, y por tanto al aumento de problemas físicos y mentales, entre sus habitantes. El médico decide que el aristócrata sea quien aporte genes nuevos a la zona y le empuja a la reproducción con sus compañeras de manicomio. Un mad doctor de tomo y lomo. "Rodamos con una cámara que me regalaron el día de mi boda", cuenta Torres. "Yo tenía muy clara la idea, me empeñé hasta en el respeto al formato, y tanto a Gabriel como a mí nos apasiona la psiquiatría. El nombre del doctor procede de un amigo mío, y sí, el nombre del valle es mi homenaje al cineasta". Han realizado una obra de cocreación. "No solo por nosotros dos, sino por todos los que nos han acompañado. Como el director de fotografía: su mirada es, al fin y al cabo, la de Pedro Martínez, ya que se supone que lo proyectado es lo grabado por nuestro falso psiquiatra".

En Análisis de sangre azul se van decantando un montón de influencias conscientes e inconscientes, de las que Velázquez solo atiende a una: "Nuestro único referente consciente ha sido Nanuk, el esquimal. Porque se rodó en 1922 y porque Robert Flaherty llegó para descubrir un sitio y a la vez enseñar al mundo lo descubierto. Ese era el espíritu que queríamos transmitir: desvelar ese valle ficticio y cómo cambia la vida la aparición de ese mesías". En la cuadratura del círculo, la película se filmó en el valle de Plan, aquel pueblo que se hizo famoso por su caravana de mujeres organizada para repoblar la zona. "Son cosas que no están adrede pero que van encajando sin querer". O como subraya Torres: "El filme contiene muchísimas capas, que dependen del espectador". Y de los apuntes que se lanzan desde pantalla: una revista muestra imágenes del nazismo, acorde en su teoría evolutiva con lo que quiere hacer el psiquiatra.

"Lo más bonito ocurre cuando la gente ve la película y nos pregunta que dónde hemos encontrado ese material. Incluso algunos amigos míos han picado"

"Lo más bonito ocurre cuando la gente ve la película y nos pregunta que dónde hemos encontrado ese material. Incluso algunos amigos míos han picado. Eso nos hace sentir orgullosos, porque significa que funciona la mezcla entre lo filmado y los archivos que hemos recuperado de particulares", cuenta Velázquez. Fue Torres quien encontró al actor protagonista perfecto, el modelo sueco Anders Lindstrom, por Internet. "Le encantó el proyecto, dejó de lado durante un tiempo su carrera internacional por la película, y le cambió la vida". Tanto que se quedó a vivir en el valle y se hizo Hare Krishna. "Cuando fuimos al festival de Sevilla en noviembre le fui a buscar a la estación de tren y apareció rapado y sin barba. Tuve un shock", recuerda Velázquez, quien, al igual que Torres, se ha reservado un personaje en el falso documental.

A Velázquez le ha apasionado tanto el reto y el formato que existe una copia, además de la digital, de Análisis de sangre azul de 35 milímetros que va coloreando y rayando en cada pase. "Llámalo romanticismo. Queremos que en sí misma sea una obra de arte".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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