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Héctor Abad Faciolince ya era español

Los gobiernos sirven para dar certificados de lo que ya sucede, como las academias de la Lengua

Juan Cruz
 Héctor Abad, en marzo de 2015 en Madrid.
Héctor Abad, en marzo de 2015 en Madrid.SANTI BURGOS

A Héctor Abad Faciolince le han dado la nacionalidad española. Pero ya era español.

Los gobiernos sirven para dar certificados de lo que ya sucede, como las academias de la Lengua, que sellan una palabra una vez que ya la dice todo el mundo. Todos los latinoamericanos son españoles, del mismo modo que todos los españoles somos latinoamericanos. No hace falta elegir sitio: España, Latinoamérica. Luego hay fronteras, diferencias. Que cada cual elija sus similitudes.

Y Héctor Abad es español de nacimiento, como Fernando de Szyzslo, peruano que tiene un apellido polaco, o como Jorge Luis Borges, cuyo apellido podría ser de La Gomera. Fernando de Szyzslo, un gran pintor, el mejor amigo de Vargas Llosa, según el propio Mario, dice en su libro La vida sin dueño, que acaba de publicar en Perú y en España la editorial Taurus, que lo que sorprende en grandes escritores latinoamericanos del siglo XX (Paz, Borges, Alfonso Reyes…) es que son cultos en todo, y en todas las lenguas; sobre todo, son cultos en español, en el español de España y en el español de la memoria latinoamericana. Se saben Latinoamérica, y se saben España, su cultura literaria. Son españoles de Cervantes y de Góngora, y de Federico García Lorca. Practicaron con España el amor a un país dolorido en la mitad del siglo XX y nunca dejaron desamparados, en ningún lugar de América Latina, a los españoles de la diáspora.

Ellos no se olvidan. España, sí. España es ingrata con aquellos que no se olvidaron de ella. Durante décadas, los gobiernos que vinieron después de Franco se ocuparon de otras cosas, quizá muy urgentes, como Europa, pero, con las excepciones que sea preciso hacer, miraron para otro lado en el asunto de América. Fue tan grave ese descuido que un grupo de escritores colombianos, entre los cuales estaba Héctor Abad Faciolince, le tuvo que recordar al Gobierno de Aznar, pues entonces él gobernaba, que eso de pedirles visado a los colombianos, por ejemplo, para entrar a la raíz de su lengua y de su historia no solo era un pecado contra todos los mandamientos sino también contra el undécimo mandamiento: no te olvidarás.

Cualquiera de los españoles que quiera serlo es inmediatamente colombiano, argentino, venezolano, ecuatoriano, latinoamericano. Y cualquiera que sea nicaragüense, dominicano o uruguayo es español por el costado principal por el que uno es de un país: por la tradición, la raíz y la lengua. En América Latina se tiene un concepto más preciso de lo que es la Madre Patria que en este país, donde ni madre ni patria se conjugan bien.

Héctor Abad es uno de esos latinoamericanos a los que alude Szyszlo en su hermoso libro alegre y doliente, La vida sin dueño. Su casa ante las colinas de Medellín contiene una porción de lo que bien podría ser una delegación de la Biblioteca Nacional de España. Codeándose están Cervantes y Góngora, Lope y Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Borges, y los dos garcilasos. Lee como si fuera una ventosa de almas, y escribe como los ángeles, con un ritmo que conserva la música entre palabra y palabra, esos silencios tan nutritivos del léxico de los colombianos como Héctor Abad.

Su prosa ya cruzó los charcos y las aduanas; derribó charcos y aduanas con El olvido que seremos. Venía aquí, cuando más chico, como un imberbe que buscara cobijo, y aquí, en aquellos años 90 del despiste, le negaban la sal, el pan ya lo traía puesto. Luego escribió ese libro bendito y ya su escritura fue de todas partes, de España también.

Pero, caramba, si ya era español. Es que ser español no es ser de España, hay una parte de español que pertenece a todas partes, todos los ciudadanos del mundo tienen derecho a ser españoles. Los refugiados que tocan a la puerta, las personas que sufren persecución, todos, y son españoles de pleno derecho los latinoamericanos. Los españoles también se fueron, y fueron españoles y mexicanos, y rusos, y franceses, y argentinos. No hay nada más cosmopolita que la diáspora, y en eso España es una alumna que sufrió el examen doloroso de partir.

Por eso que le den a este Abad de Medellín la nacionalidad a la que tiene derecho es noticia solo porque lo dice el Gobierno. Tendría que haber sido una noticia desde que Colón nos hizo a todos latinoamericanos, lo que pasa es que los países se olvidan y sus gobernantes también.

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