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Crítica | Fences
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Muerte de un basurero

Denzel Washington ha tomado la legítima decisión de no ocultar los orígenes teatrales del texto

FENCES

Dirección: Denzel Washington.

Intérpretes: Denzel Washington, Viola Davis, Stephen Henderson, Jovan Adepo.

Género: drama. Estados Unidos, 2016

Duración: 139 minutos.

Como un Willy Loman afroamericano, Troy Maxson, protagonista de Fences, pieza teatral de August Wilson galardonada con el Pulitzer y con el premio Tony a la mejor obra en 1987, es un triatlón para todo actor que ose colocarse en su piel: cristalización trágica de los sueños rotos de una comunidad relegada a las zonas de exclusión del sueño americano, Maxson se mueve como una orquesta sinfónica en perpetua ejecución de notas discordantes, entre el orgullo del superviviente y la rabia del desposeído, entre el afán protector y la voracidad de un Saturno que arranca de cuajo los brotes de futuro de sus hijos, entre la exaltación y el desvalimiento, entre la bravuconería de quien se siente capaz de enfrentar la Muerte con un bate de béisbol y la ceguera de quien se muestra incapaz de darse cuenta de que está condenando a sus seres queridos a la frustración y a la muerte en vida.

Encarnado por James Earl Jones en el estreno de la obra en Broadway, Maxson le valió a Denzel Washington un premio Tony al mejor actor en el reestreno de la obra en 2010, en un montaje en el que Viola Davis, distinguida con el Tony a la mejor actriz, asumió el papel de la castigada pero compasiva esposa del protagonista. Los dos intérpretes retoman sus roles en esta adaptación cinematográfica que Washington ha dirigido bajo el imperativo de respetar las palabras de August Wilson –que, fallecido en 2005, pudo terminar una primera versión del guión- como si fueran un texto sagrado. Sexta entrega del Ciclo de Pittsburgh –conjunto de diez obras en las que Wilson condensó la experiencia afroamericana a lo largo del siglo XX-, Fences encuentra en la figura de Troy Maxson, basurero al que se le negó un porvenir profesional en el deporte, la perfecta síntesis de los claroscuros morales previos al movimiento por los derechos civiles.

Washington ha tomado la legítima decisión de no ocultar los orígenes teatrales del texto, pero, en ocasiones, prevalece la impresión de que cada actor lleva las acotaciones pegadas a la solapa. El recital Washington es poderoso, pese a sus puntuales picos de exceso, aunque el do de pecho de una Viola Davis traicionada se erige en la cumbre emocional de un trabajo cuyo tono no logra preparar al espectador para un movimiento de cámara final que debería elevarse hacia lo trascendente, no hacia lo kitsch.

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