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Columna
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Alfombras inglesas

Lo gala de los premios BAFTA nos dejó una larga, aburrida, embarullada y bastante fea “alfombra roja”

El equipo de 'La La Land' posa en la 70º edición de los premios BAFTA, el pasado domingo en Londres.
El equipo de 'La La Land' posa en la 70º edición de los premios BAFTA, el pasado domingo en Londres.Samir Hussein (WireImage)

Se pudo ver el pasado domingo por TCM la entrega de los premios BAFTA aunque en versión reducida, según aclararon, la misma que emitía la BBC. A pesar de eso, durante hora y media se nos mostró previamente la larga, aburrida, embarullada y bastante fea “alfombra roja” en la que las estrellas lucían sus vestidos y joyas mientras hacían tópicas declaraciones sobre sus respectivas nominaciones. Al día siguiente se pudo leer en bastante prensa la relación de las que iban mejor vestidas y también de las que iban peor, sin olvidar las opiniones vertidas en las redes sociales, qué guapa iba fulanita, qué feo el vestido de menganita... Cuánta pesadez con el desfile de las alfombras rojas, verdes o del color que quieran, que a los daltónicos nos da lo mismo.

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Tanto en los Oscar, los Goya, los Feroz, los Bafta, los César… la alfombra de marras ha adquirido un protagonismo que está resultando insufrible, muy cansino. Hay un público para ello, naturalmente, pero su afición está superando el motivo principal y nos deja casi in albis a los que sintonizamos la tele para conocer el desarrollo de los premios, aunque pueda entenderse que la exhibición de la obra de diseñadores de trajes y joyerías acarree beneficios económicos para quienes organizan estos saraos.

Por fin llegó a la pantalla la ceremonia, y hay que reconocer que, al menos en la versión reducida, fue sobria y elegante, incluso rápida a pesar de la presencia de los duques de Cambridge, uno de los hijos de Lady Di, Guillermo y su esposa, que, según cierta prensa, “sienten tanta pasión por el contacto con las estrellas como cualquiera de nosotros”, lo que finalmente resultó una especie de prolongación de la alfombra roja. Su presencia motivó alguna suave humorada del presentador Stephen Fry, más acerado cuando bromeó sobre el Brexit o sobre la actriz Meryl Streep, “la sobrevalorada”, según el inefable Mr. Trump, que dios guarde.

¿Los premios? A estas alturas no hay sorpresas ni riesgos. La, la, land es la película de moda y seguramente no habrá premio que se le resista, de modo que los británicos la secundaron. Antes de conocerse las nominaciones ya se echaban de menos títulos que no provinieran masivamente de Hollywood. Ni siquiera hubo novedades —aparte de Julieta— en lo tocante a la mejor película de habla no inglesa, en cuyas candidaturas figuraban nominadas al Oscar o incluso una ganadora ya del mismo, la húngara El hijo de Saúl, que lo obtuvo el año pasado y ahora se ha llevado el Bafta. Para mí la mejor película de 2015, hace ya tiempo. Nada nuevo, pues, principiando por la colorada alfombra y sus aparatosos abalorios. Menos mal que esta epidemia de galas y premios empieza ya su recta final, al menos por este año.

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