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Nocturnidad y surrealismo

Publicada 'Las últimas noches de París', una de las obras fundamentales de Philippe Soupault y epítome de la verdadera poética del surrealismo

Vista del Sena con la Torre Eiffel al fondo desde el Pont de la Concorde.
Vista del Sena con la Torre Eiffel al fondo desde el Pont de la Concorde. Diego Sánchez / Borja Larrondo

Breton, pope del surrealismo, publica en 1928 su novela autobiográfica Nadja, celebrado ejercicio de vanguardismo que serpentea por entre el recuerdo, la locura y las calles de París, entre imágenes que contribuyen a un hibridismo y a un desorden desquiciado que son capaces de fascinar al lector o de disuadirlo para siempre. Ese mismo año su compañero Philippe Soupault, con el que en 1920 había publicado ese libro mítico titulado Los campos magnéticos, saca a la luz la novela que nos ocupa, una de sus obras fundamentales y epítome de la verdadera poética del surrealismo, más allá de sus provocativos tributos al inconsciente y la excentricidad.

El azar avant toute chose, la espera y “la monotonía de lo extraño”, la intriga (metafísica y policiaca a un tiempo), el ludismo y la vida teatralizada, las imágenes orgánicas prestadas por la poesía (peces en un acuario “sorprendidos en el flagrante delito de existir”), la noche urbana y el claro de luna que Buñuel mató en Un perro andaluz porque los manifiestos vanguardistas prescribían su muerte. Paris la nuit y sus bulevares del vicio. El espíritu del spleen de un Baudelaire al que Soupault estudió. La concupiscencia del burdel y el pippermint. Todo bajo la dirección de un narrador en primera persona que ejerce de flâneur y de detective de la vida misma, que fluye ante los ojos del lector con un aire vagamente cinematográfico y ciertamente tan sórdido como perturbador.

Es posible que comparta de un modo u otro aquel realismo metafísico que se acostumbra a asociar a otro gran narrador surrealista, Alberto Savinio, el autor de La infancia de Nivasio Dolcemare (1941), otro libro delicioso de una época febril, y el hermano de Giorgio de Chirico y amigo también de Cocteau, Picasso o Max Jacob, de los jerarcas de la vanguardia. En la obra de Savinio deambulan los personajes bajo un sol sofocante; en la de Soupault, bajo la tiniebla de una noche que, como ha querido el talento del diseñador del libro, convierte el mapa de París en un atlas abreviado del firmamento. Una obra espléndida testimonio de un tiempo en que todo parecía querer ser cuestionado para ser enseguida reinventado.

Las últimas noches de París. Philippe Soupault. Traducción de José Ignacio Velázquez Ezquerra. Jus, 2017. 126 páginas. 13 euros

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