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Columna
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La carretera

'Jacques Leonard, el payo chac' es un excelente documental sobre un fotógrafo singular

Para Jacques Leonard (El payo Chac, según el título del documental que sobre su figura ofreció el espacio Imprescindibles), sus fotografías eran muchas cosas: su declarado amor a su mujer, Rosario Amaya, su fascinanción por el mundo gitano de Barcelona y, también, y como el mismo dejó escrito, la constancia de "la lenta agonía de los antiguos señores de la carretera". Un personaje singular, trotamundos, introvertido, generoso y un fotógrafo excepcional, sobre quien su hijo Yago realizó el excelente documental que La 2 reemitió el pasado lunes.

En un momento del reportaje, una de las hermanas de Rosario tras contemplar una serie de fotografías de su juventud en el poblado de Montjuïc, lo explica mejor que cualquier erudito: "Gracias a él tenemos todos estos recuerdos". Y así es, su obra es la memoria de un pueblo, desde la vida cotidiana en las chabolas a las fiestas para los señoritos. Leonard fue de esos personajes discretos, "que nunca se preocupó de venderse", como se apunta en el documental, y que permiten reafirmar la fe en el ser humano.

Su vida fue, probablemente, tan sugestiva como sus fotografías: infancia en una finca familiar en Pau, adolescencia en París, encuentro con el cine, montador, Grecia, Italia, Egipto, Singapur, Australia, Madrid, secretario para todo de un ventrílocuo francés... hasta que en 1953 conoce en Barcelona a Rosario Amaya y "si tu me dices ven, lo dejo todo". Y todo lo dejó. Desde entonces, sólo se dedicó a la fotografía, a su familia y, sobre todo, a los gitanos: 3.000 negativos fotográficos, depositados en el Archivo Fotográfico de Barcelona así lo confirman.

Y siendo como era un hombre de pocas palabras, debía de tener una gran capacidad de seducción, pues en el tiempo que residió en el Madrid de la posguerra, por ejemplo, fue aceptado en la tertulia de Lhardy, la de los Camba, Díaz Cañabate... Trabajador riguroso, Leonard perteneció a la generación extraordinaria de los Catalá Roca y Joam Colom, una generación a la que se le llama, con razón, heroica.

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