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“Hoy la tiranía es de la aprobación populista, de las redes sociales”

El filósofo ha sido la estrella del 60º aniversario del Instituto Goethe

Berna González Harbour
El filosofo Rudiger Safransky, en el Instituto Goethe.
El filosofo Rudiger Safransky, en el Instituto Goethe.Samuel Sánchez

La historia ha querido que el nuevo libro de Rüdiger Safranski, Tiempo Tusquets prevé publicarlo en español en marzo—, coincida con una época de cambios, marcada por el miedo y la inseguridad, y que sus ideas nos sirvan como un manual de instrucciones para interpretar la era Trump, del Brexit y el ascenso del populismo en el mundo occidental. El filósofo alemán (Rottweil, 1945), célebre biógrafo de Goethe, Schiller o Schopenhauer, ha sido la estrella del 60º aniversario del Instituto Goethe de Madrid, donde ayer habló de Nietszche y de la vigencia del nihilismo espiritual en el mundo contemporáneo.

Pregunta. San Agustín decía que si nadie le preguntaba sabía lo que era el tiempo, pero si se lo preguntaban, no. ¿Qué es para usted el tiempo?

Respuesta. Me pasa como a san Agustín. Lo que me interesa muchísimo es hablar de la diferencia entre el tiempo subjetivo y el que somos capaces de medir, es decir, la hora.

P. En su libro dibuja el estado de aburrimiento como el punto de partida y oportunidad. ¿Es necesario aburrirse?

R. No sé si es necesario, pero nos aburrimos. He comenzado el libro por el aburrimiento porque ahí estás viviendo el tiempo como algo que dura sin ocurrir nada; es una especie de encuentro con el tiempo a secas. Lo suelo describir con una imagen: vivimos una serie de acontecimientos y estos se colocan como si fuesen una cortina por delante del tiempo. Mientras ocurren no eres consciente, pero cuando cesan se abre el telón y, de repente, ahí está el tiempo. Yo siempre recomiendo que, como mínimo, una vez al día estemos completamente quietos, no hagamos nada y prestemos atención al tiempo.

P. ¿Al tiempo interior?

R. Sí, pero también tenemos que definir qué es el tiempo interior. En los cinco minutos que llevamos conversando sobre el tiempo hemos reflexionado sobre él, pero no le hemos prestado ninguna atención, porque si lo hubiéramos hecho no habríamos dicho absolutamente nada.

P. Habla de la simultaneidad global de la comunicación en esta época como una tremenda exigencia para el ser humano. Nos comunicamos en tiempo real, estamos informados de todo lo que ocurre. ¿Estamos ante una mutación cultural?

R. Esta nueva forma de telecomunicación marca una cesura muy importante en la historia de la humanidad y mucha gente no es consciente de lo enorme que es. Ahora mismo todos sabemos lo que está ocurriendo en cualquier parte en tiempo real y eso nunca lo había conocido la humanidad. Hasta el siglo XIX, la humanidad ha vivido en un modo de retraso. Carlos V daba una orden para Sudamérica que probablemente tardaba medio año en hacer llegar y otro medio en saber si se había ejecutado. Hoy, Trump publica un tuit y la Bolsa cae inmediatamente. Supone un gran reto para la percepción del ser humano, porque somos habitantes globales de un planeta global gracias a estas redes. Los refugiados no se habrían podido comunicar sin las imágenes, y de ahí el atractivo de este mundo para ellos.

P. Habla también del tiempo de comienzo como una oportunidad y hoy precisamente estamos en un nuevo tiempo de comienzo: Trump, Brexit, Le Pen…

R. El tiempo puede generar una preocupación, que es normal cuando se ve un futuro incierto. Vivimos en una sociedad de riesgo y en ella buscamos la máxima seguridad posible. Estamos en una época de profundo cambio. Antes teníamos una democracia con unas instituciones muy claras, separación de poderes, prensa, Parlamento, Ejecutivo… y era un sistema que permitía filtrar y disciplinar en cierto modo a la masa, a esa gente que forma la base de la democracia. Pero hoy es como si estuviésemos en un volcán en erupción porque está moviéndose todo, y ahí surge ese concepto del populismo, que se define a sí mismo como una especie de democracia de base, de Twitter. Creíamos que la división de poderes iba a funcionar y generar un equilibrio que iba a domesticar a Trump, pero ahora vemos que es al revés, que Trump está haciendo todo lo posible para eliminar esta separación de poderes y eso da mucho miedo, porque con su carácter, tiene la capacidad de presionar con un dedo un botón y hacer explotar bombas atómicas. No sabemos si vamos a ser capaces de evitar el uso de armas nucleares a la larga como hemos logrado hasta ahora. Él lo que pretende es eliminar las instituciones tradicionales de la democracia, como la separación de poderes, e introducir el dominio de las redes sociales. Son las redes las que están al mando y eso es tremendamente moderno. Estamos viviendo el desenfreno de la comunicación.

P. ¿Y qué ha fallado para que este populismo esté triunfando? ¿La democracia, la globalización?

R. En cada país es diferente. El Brexit se debe en gran parte a los miedos que tiene una gran parte de la población británica de recibir demasiada inmigración de la Unión Europea. En Francia, el gran enfado lo provoca la política europea, y de eso se aprovecha Le Pen. La política europea está obstaculizando una evolución económica positiva, dicen los franceses, que además se sienten en una situación de guerra civil por los ataques islamistas. Le Pen es la respuesta errónea a esos desafíos, pero Francia se encuentra en una situación muy problemática que no se había vivido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

P. ¿Hay peligro de tiranía?

R. No una tiranía en el sentido medieval; es una especie de tiranía que se nutre del caldo de cultivo que se produce en la masa y de ahí de nuevo el papel de las redes sociales. Esa tiranía está enmarcada en una especie de aprobación populista, la masa que apoya a una determinada persona. En Polonia o Hungría por ejemplo, se está reduciendo y eliminando poco a poco la democracia, pero con el enorme apoyo de una mayoría. La palabra democracia suena muy bien, pero lo decisivo es el Estado de derecho, la separación de poderes. Hitler llegó al poder democráticamente, apoyado por una gran mayoría, pero el que alguien sea elegido por mayoría no es lo bueno; lo bueno es que exista la separación de poderes.

P. ¿Nietzsche y el nihilismo espiritual siguen vigentes en este mundo de hoy?

R. Sí, sí, sigue siendo válido. Es el gran problema que está socavando todo. Una sociedad funciona si tiene un sólido fundamento de valores, y esos valores son normalmente de carácter religioso. Si esos valores se van debilitando, los seres humanos pierden sus raíces espirituales. El islam está en auge porque desde el punto de vista espiritual tiene un fundamento muy fuerte. En Europa en cambio el cristianismo está en retroceso.

De los grandes hombres a los aún más grandes temas

Tiempo pertenece a la producción del pensador alemán que gira en torno a grandes asuntos como la globalización, el mal o la verdad. La parte de su trabajo por la que el escritor es más conocido es como biógrafo de los grandes pensadores alemanes. Objetos de su estudio han sido Nietzsche, Heidegger, Schiller, Schopenhauer, Goethe o E.T.A. Hoffmann. También es autor de un influyente estudio sobre el romanticismo alemán. Toda su obra ha sido publicada en España por Tusquets.
Esos ensayos biográficos, que mezclan semblanzas de grandes hombres con un ameno acercamiento a la historia de las ideas le han convertido en un superventas en Alemania, donde la publicación de sus libros es siempre recibida como un acontecimiento literario.
Su perfil público se vio reforzado por su participación en el programa Cuarteto filosófico, que presentó con Peter Sloterdijk en horario nocturno en la cadena pública ZDF durante una década.

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Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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