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Danis Tanovic: los Balcanes como base para los desencuentros

Llega 'Hotel Europa', película del director bosnio basada en una obra de Bernard-Henri Levy

Danis Tanovic, durante la entrevista en Madrid.Vídeo: BERNARDO PÉREZ

Gavrilo Princip mató al archiduque Francisco Fernando y estalló la Primera Guerra Mundial. De dos disparos, cerca del puente Latino, en Sarajevo, el 28 de junio de 1914. Lo mató una sola vez pero, desde entonces y cien años después, se revive el episodio y unas veces Princip es un héroe y otras un terrorista; para unos con su bala nació Europa y para otros la asesinó. Se celebra el centenario del atentado y, por la efeméride, una delegación de la Unión Europea visita la capital bosnia y se hospeda en un hotel que conoció tiempos mejores. Ese espacio, el Hotel Europa del título, es el que utiliza Danis Tanović (Zenica, 1969), que con su debut En tierra de nadie le arrebató el Oscar a Amelie en 2001, para construir en su séptima película una alegoría sobre un Viejo Continente que, en su visión, declina “por no haber aprendido a aprender del pasado”.

El chatarrero que vendió un León de Plata de la Berlinale

Nazif Mujić es chatarrero. Su mujer abortó naturalmente y para pagar el legrado, para evitar que muriera, Mujić usurpó la identidad de un familiar ante el seguro y desguazó su propio coche. Cuando Tanović leyó su historia en un periódico decidió convertirla en película, película que en 2013 ganó el gran premio del jurado en Berlín y por la que Mujić, interpretándose a sí mismo, se hizo con el León de Plata a mejor actor. Al regresar a Bosnia todos sus vecinos creyeron que se habría hecho rico y le acosaron quienes le pedían favores. Pero lo cierto es que ganó unos 50 euros por día de rodaje. Superado, pidió asilo en Alemania, que lo rechazó por tratarse de un migrante económico y no político. Recientemente y según publica la prensa alemana, Nazif Mujić ha tenido que vender el galardón de la Berlinale para sufragar las deudas que contrajo intentando emigrar. El dueño de un restaurante de su pueblo le pagó 4.000 euros por él, y Mujić se lamenta de la desatención de las autoridades y también de que Tanović lo usara y se olvidara de él. A lo que el director responde: “Desgraciadamente es una persona sin estudios. Pensaba que por haber hecho una película tendría el futuro resuelto; que rodaría más. Pero no fue así. Ya le hemos tenido que ayudar varias veces pero yo no puedo cargar esa culpa. La responsabilidad es suya”.

El cineasta tomó el monólogo teatral homónimo que compuso Bernard-Henri Levy y recreó todo lo que imaginó que ocurriría alrededor de la habitación donde el actor Jacques Weber lo ensayaba: una huelga del servicio del hotel, que lleva dos meses sin cobrar, y una mafia asentada en el sótano que gestiona timbas y striptease y les coacciona para que no se manifiesten; una mujer competente que trata de hacerse valer ante un mal director; y, en la azotea, una periodista que discute con un chetnik serbio que, como muestra de orgullo, lleva el nombre del asesino del Archiduque. “He hecho la película en base a mis acuerdos pero, sobre todo, a mis desacuerdos con Levy”, dice meditabundo Tanović, mientras expele el humo de una pipa electrónica. “Ambos abrazamos una vuelta al humanismo, pero él opina que Putin es el mayor peligro de Europa y creo que se equivoca”.

Él, que por documentar la guerra de los Balcanes agarró una cámara, no cree que el miedo a los refugiados y al terrorismo islámico enquistado en el seno occidental suponga una inflexión que insufle nuevo aire a los nacionalismos cerriles; más bien considera que esos sentimientos ya estaban ahí, que son cíclicos, la enésima repetición de un error que ha carcomido Europa metódicamente a lo largo del XX y hasta ahora. Y señala a Trump como culmen de ese odio al otro.

“Lo único realmente revolucionario que está ocurriendo, sucede sin que nos demos cuenta”, dice apuntando a un teléfono móvil. “Ocho años. En los últimos ocho años todos nos hemos conectado de una forma impensable antes. La compañía de taxis más grande del mundo ya no necesita poseer un solo coche. Eso sí es nuevo, y todavía nos faltan referentes en el arte, en la filosofía, formas de pensar que entiendan la hondura de estos cambios”, medita, incapaz de concretar cómo plasmaría eso en un futuro filme.

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