_
_
_
_
_
KEVIN LACZ | Francotirador

“Mis blancos no se merecían un futuro”

El exsoldado que asesoró a Clint Eastwood e hizo de actor con él publica sus memorias

Jacinto Antón
 Kevin Lacz, escritor y ex SEAL francotirador, en el Hotel de las Letras de Madrid.
Kevin Lacz, escritor y ex SEAL francotirador, en el Hotel de las Letras de Madrid. Carlos Rosillo

Kevin Lacz es un hombre tan fornido que no parece alto, y eso que mide un metro noventa. Desplaza sus 90 kilos con una sorprendente gracia felina y aunque hoy viste vaqueros y una camiseta es fácil —y sobrecogedor— imaginarlo avanzando habitación por habitación en una casa ocupada por insurgentes en Ramadi (Irak), con el equipo de combate completo, incluyendo uniforme mimetizado, casco con gafas de visión nocturna acopladas, chaleco antibalas, pistola y dos granadas de fragmentación (entre otra parafernalia), apuntando la carabina M4 y dispuesto a todo.

Ágil, silencioso y letal. Lacz es un bregado exmiembro de los SEAL, los comandos de la Armada, los hombres del Tridente (por su insignia, que se clavan a puñetazos en la carne y en los ataúdes de sus camaradas caídos), la élite de las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos, de los que ha formado parte ocho años. Y dicho esto, lo que más impresiona no es su cuerpo, sino sus ojos. De un azul oscuro profundo, cuando se clavan sobre ti, evaluándote, te paralizan como los faros de un coche a un conejo. Ojos de matar: Lacz ejerció de francotirador, su especialidad, en 2006 en Irak y allí mató a varios miembros de la insurgencia como parte de la sección Charlie del Equipo Tres de los SEAL, codo a codo con el famoso Chris Kyle, considerado el mejor sniper de la historia de las fuerzas armadas estadounidenses, con 101 muertos bajo el cañón de su arma. Lacz no quiere decir a cuántos mató él exactamente: “Los suficientes. Más de diez y menos que Chris”, señala al insistirle. Varias de esas muertes están narradas pormenorizadamente, “neblina rosada” (el efecto al salpicar la sangre) incluida, en sus espeluznantes memorias El último francotirador (Crítica), escrito en colaboración con su esposa Lindsey (presente en la entrevista) y Ethan E. Rocke. El libro tiende a deshumanizar a los "muyas", los mujaidines, el enemigo. Más allá del valor histórico de su testimonio literario, se da la circunstancia de que Lacz ha sido actor: aparece interpretándose a sí mismo en El francotirador, de Clint Eastwood, película sobre su fallecido camarada y mentor Kyle que además asesoró.

Pregunta: ¿Cómo es estar bajo el fuego?

Respuesta: Es intenso. Pero por eso te alistas, y te haces seal. Yo me di cuenta de que había nacido para eso.

P. ¿Se puede trasmitir lo que es el combate?

R. La experiencia vital completa probablemente no. Una parte es lo que explico en el libro. Eso es a lo más que puede aspirar la mayoría de la gente. Un soldado, los que hacemos este trabajo, se mueve en un marco de referencia que es muy distinto al de la gente común. Un trabajo que hay que hacer bien no para que te asegure un salario sino para seguir vivo.

“Cuando disparé a terroristas no tuve remordimiento y sigo sin tenerlo”

P. Eso implica matar al enemigo.

R. Tienes que eliminar al enemigo para sobrevivir, sí.

P. ¿Qué le llevó a los SEAL?

R. Me alisté como respuesta al 11-S, en el que murió un amigo de la familia. Quería luchar contra los terroristas. Sabía que no iba a tener un debate político en ellos. Íbamos a emplear nuestra fuerza y los terroristas iban a morir. Sabía que se me exigiría matar y que iba a correr un alto riesgo.

“Trabajar con Clint Eastwood fue un sueño hecho realidad”

P. ¿Matar cambia?

R. Hice mi trabajo, y la experiencia me cambió. Pero diez años después tengo mujer, hijos, otro trabajo, relacionado con la sanidad. No ha habido nada negativo.

P. Usted menciona que hay un 2% de hombres que pueden matar sin verse afectados por ese hecho.

R. Le escuche la teoría al teniente coronel Dave Grossman, ranger y psicólogo, fundador de la Killology, el campo de estudio sobre el matar. Hablamos de guerreros, no de psicópatas. De gente que puede participar en un combate de forma equilibrada, sin ramificaciones psicológicas. Puedes matar al enemigo sin angustias. En mi primer despliegue en Irak me di cuenta de que encajaba en ese 2%. Cuando disparé a terroristas no tuve ningún remordimiento y sigo sin tenerlo. No se enseña a ser de ese 2%. Lo eres o no.

P. ¿No tiene nunca pesadillas?

R. No, tengo la conciencia limpia. Se pone mucho el foco en lo que significa quitar una vida. Eso es muy propio de nuestro pensamiento occidental. Pero yo he visto cosas en Irak, he experimentado una falta de humanidad de los terroristas, que ponían bombas en discapacitados o decapitaban a sus propios compatriotas, que te justifican completamente para eliminarlos. Dispararles es lo mejor que se puede hacer. El mundo es mejor sin ellos.

P. ¿Qué diferencia la realidad de su trabajo, como le llama, de lo que se ve en las películas?

R. Que en el campo de batalla el tiempo no se ralentiza.

“Cualquiera puede disparar un arma pero no todos a un ser humano”

P. ¿No se equivocaban nunca al elegir un blanco?

R. Hay controles muy estrictos. Nunca matas indiscriminadamente. Completas la ecuación.

P. ¿Recuerda la frase de Clint Eastwood (ya que estamos) en Sin perdón?: “Cuando matas a un hombre no solo le quitas todo lo que tiene sino lo que podría llegar a tener”. ¿No se lo ha planteado?

R. Mis blancos no se merecían un futuro. Por su brutalidad. Eran los malos, y eso los validaba como blancos. Esa cita a quienes se podría aplicar es a mis camaradas SEAL que murieron. Marc, por ejemplo, al que le entró una bala por la boca, quería ser ministro de la Iglesia.

P. ¿Qué tal la experiencia cinematográfica?

R. Fue una de esas experiencias de una vez en la vida. Trabajar con Clint Eastwood fue un sueño hecho realidad. Y ayudarle a contar la historia del grupo SEAL número 3, un honor. Pero no fue el flash back que esperaba. No volvía a sentir el combate.

P. Los francotiradores tienen mala fama histórica. Eso de matar desde lejos... Ya se criticaba en tiempos de Homero.

R. La gente sobre el terreno a la que le salvas el culo no opina lo mismo. Pero es cierto que se veía mal porque se solía tirar sobre los oficiales y parecía algo desleal. En mi experiencia en Irak no había un liderazgo claro del enemigo.

P. ¿Qué opina de Vasili Záitsev y los francotiradores clásicos de la II Guerra Mundial?

R. La tecnología ha hecho las cosas más fáciles. Me gustaría ver a esos tipos con nuestros rifles. Pero nuestro enemigo es más difícil.

P. ¿Es fácil matar de un disparo?

R. No diría que fácil. Puedes ser un buen tirador al blanco de papel pero cuando por la mirilla ves a un tipo que respira... No creo que todos sean capaces. Cualquiera puede disparar un arma, pero no todos dispararle a un ser humano.

P. Como especialista, ¿qué opina de la muerte de Kennedy?

R. No era un disparo difícil, aunque Lee Oswald no disponía de armas como las nuestras.

P. ¿Qué opina del debate en EE UU sobre las armas?

R. En EE UU mucha gente tenemos claro que las armas disuaden a los malos.

P. ¿Qué piensa de Trump?

R. Ganó las elecciones y es ahora el jefe de las Fuerzas Armadas. Mucha gente lo escogió porque querían un presidente fuerte que los protegiera. Espero que se rodee de los oficiales militares más capaces.

P. ¿Cómo era su relación con Kyle?

R. Era como un hermano mayor para mí. Hacía trabajar más duro y tenía una calidad redentora. Una cosa que no muestra la película es lo divertido que era. Ayudó a reformular la lucha de las tropas especiales.

P. ¿Existió un francotirador de élite iraquí como el de la película?

R. No, había muchos buenos pero ninguno así. ¿Quiere oír una buena historia? Corría que había un tirador insurgente enano al que trasladaban en una maleta. Lo sacaban, montaba el fusil, disparaba y volvía a desaparecer de la misma manera.

P. Esa mirada intimidatoria suya, ¿es la mirada de francotirador?

R. Es el ser consciente de todo a tu alrededor. Eso lo tendré siempre. Es la conciencia situacional.

P. ¿Está a favor de la pena de muerte?

R. Lo estoy para determinados crímenes.

P. Claro, usted, cuando apuntaba y disparaba, era juez, jurado y verdugo al mismo tiempo.

R. Así es. Eso forma parte de la responsabilidad de ser soldado.

P. ¿No ha pensado nunca que matando eliminaba la posibilidad de su víctima de redimirse?

R. No, jamás, su salvajismo era tan grande que no dejaba espacio para la redención.

P. ¿Sentía miedo en combate?

R. Constantemente. Es consustancial a la lucha. Las personas que no tienen miedo son una carga negativa para el equipo. Es lo que haces a pesar del miedo lo que te define.

P. ¿Le gustaría que sus hijos fueran soldados?

R. La niña de tres años quiere ser SEAL. Les apoyare en cualquier cosa que quieran ser. El ejército tiene muchas cosas positivas.

P. Escribe en el libro que veían mucho Patton en Irak. ¿Qué otras películas bélicas valora?

R. La serie Hermanos de sangre, que describe bien la cohesión y los vínculos. Black Hawk derribado, El francotirador, claro.

P. ¿Se ganará contra el ISIS?

R. Siempre ganamos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_