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'In Memoriam'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dore Ashton: “Todavía estoy aquí”

Fallece la gran historiadora de arte, escritora y crítica, alma y musa de la Escuela de Nueva York

Dore Ashton,en Barcelona en 2008.
Dore Ashton,en Barcelona en 2008.Joan Sánchez

Dore Ashton la gran historiadora de arte, escritora y crítica, alma y musa de la Escuela de Nueva York, amiga de los grandes pintores del Expresionismo Abstracto americano, la intelectual estadounidense testigo excepcional del siglo XX, gran conocedora de España y de su cultura pictórica, política y literaria, ya no está entre nosotros. Falleció ayer, 30 de enero, en Nueva York a los 89 años de edad.

Conversar con Dore Ashton era acercarse por vía directa a las personalidades que han marcado la cultura de nuestro tiempo. En su casa del East Village neoyorquino –que desde hace años bien podía considerar la mía– uno se sentaba en el mismo lugar que habían ocupado Borges, Octavio Paz o Ionesco. En su cocina habían hablado de suicidio Mark Rothko y Phillip Guston. En el salón colgaban pinturas y dibujos de ellos y de Motherwell o de Kooning, En 1949 vino a Europa y tomó clases de vida y de pintura. De esta última en el estudio de Fernand Léger. En España, conoció a los artistas de El Paso y del Dau al Set. Escribiría sobre Tàpies, Millares, Saura, Barceló, Miró y, sobre todo sobre Picasso, al que dedicó un libro (Picasso on art). Aquí también comisarió algunas exposiciones como la espléndida À rebours , la rebelión informalista, 1939-1968, en el Museo Reina Sofía de Madrid o su selección de la colección del IVAM de Valencia. Como acertadamente observa Francisco Calvo Serraller en una entrevista que filmé con el historiador y crítico español en el Museo del Prado con motivo de la exposición El Greco y la Pintura moderna, Dore Ashton se distinguía por su transversalidad; su pensamiento abarcaba la pintura, la filosofía, la política o la literatura. Hablaba correctamente francés y leía y entendía el español (tuvo gran amistad con Octavio Paz) y solía utilizar en sus escritos acotaciones de Gracián, Cervantes, Machado y Ortega. Colaboró con sus textos de presentación en las exposiciones que la conservadora de arte y curator del Guggenheim, Carmen Giménez, organizó en Nueva York sobre Picasso y Tápies.

Doctorada por la Universidad de Harvard, fue crítica de arte en el New York Times desde 1953 hasta 1960, en que fue despedida por sus opiniones vanguardistas. Durante años ejerció la cátedra de Arte en la Cooper Union, una de las universidades privadas más prestigiosas de EEUU, y fue profesora superior en la Universidad de Yale.

Escribió más de 30 libros. Algunos traducidos al español, como Una fábula del arte moderno (Ediciones Turner). Un libro seminal que confronta a varios artistas: Cèzanne, Picasso, Rilke y Schoenberg, con el anhelo de totalidad de Frenhofer, pintor fabulado por Balzac en La obra maestra desconocida. Ashton recibió premios y distinciones por su importante labor como historiadora de arte del siglo XX. Es unánimemente reconocida por haber desarrollado una comprensión del periodo del Expresionismo Abstracto de la Escuela de Nueva York, a cuyos artistas defendió en su manifestación libre de teorías, programas o postulados ideológicos. Amante de las paradojas escribió: “Finalmente, el expresionismo abstracto de la Escuela de Nueva York, resultó ser un espacio de actitudes que generó obras que reflejaban un espacio de actitudes”. Aportó también una visión humana y psicológica de sus artistas más allá de los fríos postulados de la crítica al uso: “Siempre ha sido difícil para los críticos atrapar formalmente la inteligencia de los pintores”.

Estuvo casada con el escritor Matti Megged, amigo de Samuel Beckett, sobre quien escribió un libro, Diálogo del vacío. Conservo el manuscrito que me regaló Megged de una obra suya, Amor caducado, memorias frescas; algunas de cuyas escenas traduje para su lectura en el homenaje que la Càtedra d’Art i Cultura Contemporanis de la universidad de Gerona le dedicó tras su muerte en 2003.

La forma en la que el azar junta a las personas produce siempre extrañeza, como si hubiera un propósito de vínculo oculto y misterioso más allá de las aparentes coincidencias. En cualquier caso, Dore Ashton era una gran juntadora de seres humanos; relacionaba gente que merecía encontrarse o que estaba ahí, esperando conocerse, en los lugares más distantes. Tuve la suerte inmensa de profundizar en su amistad y coincidir en la mirada sobre muchos temas. Con el andar del tiempo y de sucesivos viajes, nos convertiríamos en compagnons de route, y juntos abordaríamos seis documentales cinematográficos sobre instantes únicos, improvisados, atrapados en el estudio de algunos grandes artistas de esta época, de la que ella fue extraordinario testigo. Mi cámara y su palabra recogieron los testimonios y la obra de Antoni Tàpies, Pierre Soulages, Pierre Alechinsky, Manuel Millares, Frank Stella, Miquel Barceló y Anthony Caro. Algunos se han proyectado en París, en Nueva York y en Madrid. Pero aún tengo por montar gran cantidad de fragmentos de una película sobre ella, que registra conversaciones, cenas con amigos en su cocina, reuniones en el verano de su casa de East Hampton, en Long Island o el silencio de su estudio mientras escribía y preparaba sus clases, o buscaba infructuosamente una carta o una dirección entre el desorden de papeles, libros, cuadros, grabados y fotografías. Dore Ashton, envuelta en un chal, miraba a través de la ventana los árboles y el bambú que crecen en su jardín, y desde allí daba siempre la misma respuesta cuando se le preguntaba cómo estaba: I’m still here (Todavía estoy aquí).

Eusebio Lázaro es actor, autor y director.

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