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Crítica | Diré tu nombre
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lágrimas como obuses

Destrozada en el pasado festival de Cannes, la película de Sean Penn no ha ganado con la visión calma fuera de la vorágine del certamen

DIRÉ TU NOMBRE

Dirección: Sean Penn.

Intérpretes: Javier Bardem, Charlize Theron, Jean Reno, Jared Harris.

Género: drama. Estados Unidos, 2016

Duración: 132 minutos.

Algunas películas llegan al circuito comercial con el aspecto del cuerpo de un cristiano devorado por los leones en el Coliseo romano: es el caso de Diré tu nombre, quinto largometraje dirigido por Sean Penn que ingresó en el martirologio del circuito de festivales tras ser ofrecido en sacrificio en la sección oficial del certamen de Cannes. Salvo muy contadas excepciones, la unanimidad crítica se ensañó con los excesos expresivos de este trabajo que emplea el mismo registro enfático para describir el dolor y la violencia sobre el terreno en los conflictos de África occidental y para narrar un amor imposible entre dos cooperantes separados por cuestiones de clase y perspectiva –ella (Charlize Theron), hija del cofundador de Médicos del Mundo; él (Javier Bardem), espíritu libre y soldado raso en el fango de la ayuda humanitaria-. En ocasiones, la recepción en un festival funciona como falsa pista: en cierto sentido, un certamen internacional es un territorio tan propicio a la exageración emocional de afectos y desafectos como la casa de Gran Hermano. Quizá sea prudente, pues, poner en cuarentena todas esas primeras impresiones hasta que el polémico trabajo llegue a un ámbito más templado. Desafortunadamente, Diré tu nombre mantiene casi intacta su naturaleza de patata caliente.

Si algo merece salvarse en la mirada de Penn es su empeño en no pasar de puntillas sobre los irresolubles conflictos éticos con los que lidia, cotidianamente, el cooperante más allá de la urgencia de salvar un cuerpo: las secuencias que enfrentan al personaje de Bardem con la aritmética inhumana de dividir insuficientes bolsas de sangre entre demasiados cuerpos agonizantes o al personaje de Theron con las menguantes ganas de vivir de una mujer aportan densidad dramática a un relato que, desde sus primeras imágenes, ha sido sistemáticamente saboteado por su tono campanudo y su fatuo sentido de la intensidad.

“La resistencia y la belleza de los refugiados creaba una intoxicación de intimidad”, reflexiona el personaje de Theron en esta película donde las lágrimas caen como obuses sobre las desprotegidas trincheras de la platea y el compromiso ideológico acaba segregando inéditas modalidades de kitsch.

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