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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca
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La sensibilidad taurina del PSOE huele a chamusquina

La tauromaquia se debate entre el maquillaje de la sangre y los cambios en profundidad

Antonio Lorca
El Cid, en la pasada Feria de Abril de Sevilla
El Cid, en la pasada Feria de Abril de SevillaPaco Puentes

Es curiosa, al menos, la intención de la Junta de Andalucía de que la fiesta de los toros se modernice, -‘se humanice’- y elimine ‘la sangre innecesaria’ a fin de que ‘podamos explicar a nuestros hijos que la tauromaquia es patrimonio cultural’, en palabras de un alto cargo del gobierno autonómico. Se trataría, en principio, -parece ser-, de que, sin alterar la esencia de las corridas, se redujera la duración de los festejos, -que es excesiva, es verdad- y se buscaran alternativas al uso reiterado del descabello y la puntilla porque ‘a veces, la muerte del animal se convierte en un espectáculo poco edificante’. En fin, que ‘si no modernizamos el mundo del toro, fracasaremos’.

Aunque el propósito sea bueno, así, de pronto, huele a chamusquina. Que el PSOE, en una de las comunidades más taurinas de este país, lance el globo sonda de que ‘sería bueno y deseable que nos sentáramos para que la fiesta responda a la sensibilidad del siglo XXI’ no es un planteamiento tranquilizador.

Si la Junta andaluza apoya de verdad la fiesta de los toros y está convencida de que debe evolucionar al ritmo de los tiempos, equivoca el camino. Son muchos los problemas que arrastra la tauromaquia moderna como para reducirlos a la desagradable visión de la sangre en el tramo final de la lidia de un toro.

La semana pasada, en este mismo blog, el ganadero Victorino Martín lo explicaba de manera meridiana: “Si vamos a hablar de toros, seamos serios; hablemos de todo y no solo de un brindis al sol para contentar a los antitaurinos del partido que pretende abrir el debate”.

Cómo se explica que el PSOE defienda la fiesta en Andalucía y se alíe con los antitaurinos en el Parlamento nacional

Si los socialistas andaluces quieren proteger la fiesta, que trabajen para imponer a sus compañeros -sí, imponer, que es lo que hacen las ejecutivas de los partidos cuando se trata de sacar adelante cualquier iniciativa en el Parlamento- la defensa de los toros. ¿Cómo es eso de que ‘defendemos la fiesta a pesar de las distintas sensibilidades que sabes que existen en el seno del Partido Socialista’? ¿Desde cuándo se admiten en el PSOE ‘distintas sensibilidades’ en una cuestión que, al menos, importa a un tercio de los españoles? ¿Cómo se puede entender que los socialistas andaluces apuesten de manera decidida por la tauromaquia y pretendan erigirse en paladines de su renovación histórica mientras hace años que los grupos parlamentarios socialistas del Congreso y el Senado se sienten alejados de todo aquello que huela a toros? Cansados están de votar en contra o abstenerse en toda cuestión taurina, ya sea la ley para la regulación de la tauromaquia como patrimonio cultural, o la presencia de los toros en la televisión pública o la traída y manipulada posverdad de las subvenciones al sector.

¿No será que el PSOE es un partido atrapado por sus complejos modernos, y trata, como dice Victorino, de contentar a sus militantes y simpatizantes antitaurinos, que deben ser muchos, con propuestas cosméticas que no serán más que el inicio de una ofensiva que, antes o después, pondrá en marcha contra la tauromaquia?

No tiene sentido alguno que el PSOE sea taurino en Andalucía y anti en el Parlamento. O sí lo tiene: quizá, en el sur se emociona con la lidia porque el toro forma parte del paisaje, genera riqueza y puestos de trabajo, y es parte sustancial de la tradición y el medio ambiente. Dicho de otro modo, el toro es un elemento electoral a tener en cuenta, y en modo alguno desdeñable por quienes pretendan gobernar en esta tierra. (Más vale ser taurino rancio que moderno animalista cuando de alcanzar el poder se trata).

Las propuestas cosméticas no son más el inicio de una ofensiva contra la fiesta de los toros

Si el argumento fuera verdadero (y así lo parece dadas las circunstancias), abrir ahora un debate sobre ‘la sangre innecesaria’ suena a una broma de mal gusto, y a un intento vano de maquillar burdamente un espectáculo que pide a gritos una auténtica renovación.

Hace unos días, y en este blog, Roberto García Yuste, presidente de la Asociación el Toro de Madrid, ponía el dedo en la llaga: “No creo que la gente deje de ir a los toros por la visión de la sangre, sino porque se aburre”.

Que se enteren, pues, los socialistas andaluces: el problema de la tauromaquia es el toro, al que los taurinos y el público han convertido en caricatura de sí mismo; la pérdida de la emoción; el fraude permanente o, al menos, la sensación constante de su existencia; la unidad del sector, convertida en una quimera desvergonzada; el reconocimiento real de la tauromaquia como patrimonio cultural; la presencia de los toros en la televisión pública y la cobardía de la administración para conceder subvenciones públicas a un sector que paga sus impuestos.

Esa es la renovación urgente y necesaria.

Todo lo demás es hacerle el juego al enemigo, que no detendrá su ofensiva porque se acelere la agonía del animal en el último tercio.

Si de eliminar sangre se trata, pedirán también que se prohíba la lidia de los toros ensabanaos, albahíos, castaños, coloraos, jaboneros, sardos o cárdenos claros, porque el líquido rojizo destaca más en sus coloreadas capas que en la negra.

En fin, que el absurdo llevará a la desaparición de la fiesta, que es el objetivo de muchos, entre ellos una legión de socialistas. Y si alguien lo duda, que repase las actas del Parlamento nacional.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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