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El arte de la evasión

La justicia absuelve por sorpresa a la familia Wildenstein de marchantes franceses en "el caso de fraude fiscal más sofisticado" de la historia reciente

Álex Vicente
Guy Wildenstein, en el centro, junto a sus abogados Herve Temime (drcha) y Eric Dezeuze (izqda), el 4 de enero en el juzgado de París.
Guy Wildenstein, en el centro, junto a sus abogados Herve Temime (drcha) y Eric Dezeuze (izqda), el 4 de enero en el juzgado de París.CORDON PRESS

No es habitual que un magistrado anuncie su dictamen reconociendo que este “se opone al sentido común” y que corre el riesgo “de ser incomprendido por el pueblo”. Sucedió el jueves pasado en la 32ª sala del Palacio de Justicia de París, durante el esperado desenlace del caso que enfrenta al fisco francés con la familia Wildenstein. Este conocido clan de marchantes de obras de arte llevaban 15 años implicados en un caso de fraude y evasión fiscal. Todo apuntaba a su culpabilidad, hasta que el jueves quedaron absueltos.

Tras leer una sentencia de 95 páginas a lo largo de una hora, el juez Olivier Géron sostuvo que, pese a haber detectado “una clara intención” de camuflar parte de la fortuna familiar, las “lagunas” demostradas por la investigación y la ausencia de legislación durante el periodo en que transcurrieron los hechos no le permitían incriminar a ninguno de los miembros de la familia. “Un tribunal no puede concluir que ha habido una impostura frente a la ausencia de pruebas directas”, afirmó Géron.

Sylvia Roth Wildenstein.
Sylvia Roth Wildenstein.

Su historia es digna de una película, igual que este inesperado giro final. Tras la muerte del patriarca, Daniel Wildenstein, en 2001, sus hijos Guy y Alec declararon que su herencia se elevaba a 41 millones de euros, por los que liquidaron 17,7 millones en concepto de tasas. Recurrieron a la dación en pago, autorizada por el derecho francés, donando un conjunto de bajorrelieves diseñados, en el siglo XVIII, para María Antonieta. Más tarde, la fiscalía del caso descubrió que la herencia sería bastante más cuantiosa: sus obras de arte se encontraban ocultas en sociedades domiciliadas en las Bahamas y otros paraísos fiscales. Los herederos aseguraron que esos movimientos fueron ejecutados por su padre poco antes de su muerte. “Mi padre nunca hablaba de sus negocios”, se excusó Guy durante el juicio, celebrado el pasado otoño. “Era un hombre de pocas palabras”.

El tribunal afirma que, por lo menos desde hace tres generaciones, los Wildenstein se han preocupado por ocultar parte de su colosal fortuna para pagar menos impuestos. El obstáculo para condenarlos es que la única ley que permite combatir este tipo de fraudes fue aprobada en 2011 –y rápidamente apodada como “ley Wildenstein”–, mientras que los hechos juzgados sucedieron entre 2001 y 2008. La fiscalía, que había tildado este dosier como “el más sofisticado y largo caso de fraude fiscal” de la historia reciente, había exigido 4 años de cárcel y 250 euros de multa para Guy Wildenstein, de 71 años, amigo del expresidente Nicolas Sarkozy y patrono de la antigua UMP, el partido de centroderecha que fue refundado como Los Republicanos en 2015. Su hermano Alec, asiduo en las páginas de la prensa rosa por su matrimonio con Jocelyn Wildenstein –la llamada “mujer gato”, conocida por haberse gastado 4 millones de dólares en cirugía plástica–, falleció en 2008. El resto de imputados también quedaron absueltos: el hijo de Alec, su última esposa Liouba Stoupakova, dos abogados y un notario.

Dinastía marcada

Los Wildenstein son una dinastía de marchantes judíos que iniciaron sus actividades en el arte en el siglo XIX. El primero fue Nathan Wildenstein, modisto alsaciano que se fundó una galería en París en 1905, a través de la que amasó una pequeña fortuna y constituyó una primera colección. Tras su muerte, la legó a su hijo Georges, historiador del arte y editor de libros, que también fue mecenas de Picasso, Dalí o Max Ernst. Y este, a su vez, a su hijo Daniel, que logró ampliar la colección familiar con obras de Renoir, Monet y otros impresionistas. También fundó el Instituto Wildenstein, conocido por sus catálogos razonados de artistas de ese periodo, de referencia en el mundo del arte.

La polémica ha salpicado varias veces a los Wildenstein. Durante los noventa, el libro El museo desaparecido (Destino), del portorriqueño Héctor Feliciano, conocido por haber documentado los expolios sistemáticos de los nazis, los acusó de haber sustraído obras pertenecientes a familias judías durante la Segunda Guerra Mundial, aliándose con el marchante Karl Haberstock, quien formó parte del comité del “arte degenerado” de Hitler. La familia, que siempre lo ha desmentido, denunció a Feliciano por difamación, pero la justicia francesa no les dio la razón, al no descartar que esa acusación fuera cierta. Entre las propiedades del clan figuran jets privados, caballos de carreras o un terreno de 30.000 hectáreas en Kenia, donde se rodaron partes de Memorias de África. También una colección formada por unas 2.500 obras de arte, cuantificada en 1.000 millones de euros y que Daniel Wildenstein derivó a las Bahamas en 1998. Desde entonces, casi 700 de esas obras habrían sido vendidas, generando beneficios de más de 200 millones de euros.

Los entresijos económicos de la familia quedaron al descubierto durante la década pasada, cuando la viuda de Daniel, Sylvia Roth Wildenstein, denunció la extorsión a la que la habían sometido los hijos de su esposo. Según Roth, Guy y Alec la obligaron a renunciar a su herencia haciéndole creer que su marido había muerto en la ruina. A cambio, le propusieron un apartamento y una compensación de 400.000 euros anuales. La justicia francesa determinó en 2005 que sus hijastros debían pagarle 20 millones de euros como adelanto de una fortuna que, según The New York Times, podía alcanzar los 4.000 millones de euros. Fallecida de cáncer de ovarios en 2010, Sylvia dejó en su testamento la instrucción de seguir luchando hasta obtener una reparación total.

El caso podría tener una última prórroga. De entrada, porque la acusación ha anunciado que recurrirá la sentencia. Y, en segundo lugar, porque Guy Wildenstein sigue teniendo un caso pendiente con la justicia civil. El fisco le reclama 550 millones de euros y le insta a explicarse sobre el medio millar de cuadros encontrados en 2011 en la sede del Instituto Wildenstein. Algunos de ellos aparecían en las listas de obras expoliadas a judíos por los nazis.

Un juicio con inesperado giro final

La acusación había exigido 4 años de cárcel y 250 millones de multa para Guy Wildenstein, de 71 años, por haber ocultado las obras de arte de la colección familiar en paraísos fiscales. También estaban imputados su sobrino, su cuñada, dos abogados y un notario.

El tribunal detectó una “clara intención” de evadir impuestos, pero absolvió a todos los imputados ante las “lagunas” de la investigación y la falta de legislación en el periodo juzgado, entre 2001 y 2008.

Durante los noventa, un libro del periodista Héctor Feliciano, El museo desaparecido: la conspiracion nazi para robar obras maestras del arte europeo (Destino), acusó a la familia de haber expoliado obras de familias judías durante la II Guerra Mundial aliándose con el marchante filonazi Karl Haberstock. Los Wildenstein lo niegan.

Un juicio con inesperado giro final

- La acusación había exigido 4 años de cárcel y 250 millones de multa para Guy Wildenstein, de 71 años, por haber ocultado las obras de arte de la colección familiar en paraísos fiscales. También estaban imputados su sobrino, su cuñada, dos abogados y un notario.

- El tribunal detectó una “clara intención” de evadir impuestos, pero absolvió a todos los imputados ante las “lagunas” de la investigación y la falta de legislación en el periodo juzgado, entre 2001 y 2008.

- Durante los noventa, un libro acusó a la familia de haber expoliado obras de familias judías durante la Segunda Guerra Mundial aliándose con el marchante filonazi Karl Haberstock. Los Wildenstein siempre lo han negado.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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