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¡Silencio!, estamos en misa

Alberto Núñez, jesuita español y profesor de Teología en Taipéi, asesoró a Scorsese en su última película

Rut de las Heras Bretín
Martin Scorsese y Andrew Garfield (derecha), en el rodaje de 'Silencio'.
Martin Scorsese y Andrew Garfield (derecha), en el rodaje de 'Silencio'.

Si hay una pésima manera de comenzar un rodaje esa es que un trabajador muera a causa de un accidente en los estudios donde se va a trabajar. Así empezó Silencio, la última película de Martin Scorsese, por tanto, lo que iba a ser una oración para "bendecir" el principio de esa aventura se convirtió en un responso que el padre Alberto Núñez ofició por el fallecido. Él no imaginaba que ese iba a ser su primer servicio como jesuita en el set, pero claro, unos meses antes tampoco se esperaba participar en un filme del director de Taxi Driver o de Gangs of New York. Este sacerdote, cuyo único acercamiento al cine era como espectador, recibió una llamada de Marianne Bower, mano derecha de Scorsese en temas de documentación, y al poco tiempo se vio en una reunión-merienda en Taipéi (Taiwán), donde imparte clases de Teología en la Universidad Católica de Fu Jen, con el cineasta y algunos de los actores como Andrew Garfield (Spiderman, La red social) y Adam Driver (Star Wars: El despertar de la fuerza).

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En Silencio, dos jesuitas portugueses van a Japón a buscar a su maestro, del que les han llegado noticias de que ha apostatado, en un momento -el siglo XVII- de crueles persecuciones y brutales martirios hacia los católicos en este país. El papel de Núñez (Bilbao, 1961) fue asesorar a los protagonistas en cuanto a su comportamiento como miembros de la Compañía de Jesús y enseñar a los actores cómo se impartían los sacramentos y qué fórmulas se usaban. Reconoce que él se tuvo que documentar sobre algunos ritos que ya no son habituales. "Yo no me corto", asegura por teléfono desde Taipéi el sacerdote a EL PAÍS. "Scorsese me dijo que controlara todos los objetos del set y si veía algo que no fuera verosímil lo decía". Por eso la cruz que utiliza el padre Rodrigues -el personaje de Garfield- en la misa clandestina es la que tiene Núñez en su cuarto. "La que estaba preparada, aunque la habían envejecido, no daba el pego, era demasiado moderna, así que les presté la mía, una cruz de misionero. Francesca Lo Schiavo [la directora de arte] no veía tanta diferencia, ¡pero claro que se nota!".

Cada detalle cuenta. El jesuita destaca lo riguroso que era Garfield en cada escena. En EE UU había hecho ejercicios espirituales para preparar el personaje. Núñez cuenta que el actor le confesó que le habían servido en lo profesional pero que también le habían marcado en lo personal. El que fuera protagonista de Spiderman le pedía que le indicara exactamente los movimientos y las fórmulas para oficiar una misa. El asesor le hizo entender que en la situación de clandestinidad en la que vivían aquellas comunidades católicas, el boato era lo de menos, lo que importaba era la esencia, el sentimiento, la devoción. Scorsese le apoyó en esa explicación, recordó que cuando él, de joven, fue monaguillo cada sacerdote tenía su estilo. "Cada maestrillo tiene su librillo", resume Núñez.

Alberto Núñez, en Taiwán.
Alberto Núñez, en Taiwán.

A un profesor de Teología de la única universidad en el mundo que imparte esta materia en mandarín poco le puede enseñar esta película sobre la fe. Pero Núñez reconoce que ha aprendido sobre cine, sobre cómo es un rodaje. "Yo creía que el director es el que está detrás de la cámara y no, está delante de un monitor", cuenta Núñez que, además de la experiencia de trabajar y convivir -"porque en un rodaje se comparten muchas horas", apunta- con grandes de la industria cinematográfica, quedó admirado con la profesionalidad de los invisibles, los que solo aparecen en una línea en los créditos: Rodrigo Prieto, el director de fotografía "que es el que realmente está detrás de la cámara"; Laura Calvo, la encargada del maquillaje; el matrimonio formado Francesca Lo Schiavo y Dante Ferretti (que atesoran tres oscara mejor director de arte). Un muy grato recuerdo le dejó el actor japonés Yoshi Oida, sus reflexiones y las conversaciones que mantuvieron. No fue el único, Garfield también estaba feliz por trabajar con este actor y maestro de actores, de más de 80 años, que escribió The Invisible Actor, un libro que el joven protagonista de Silencio había leído durante su formación.

Tampoco podía imaginar Núñez que no solo sería el vigilante de la fe en Silencio, también de los pájaros. Como ornitólogo aficionado, conocedor de las aves de la zona, ayudó a Thelma Schoonmaker, la editora, para que no se colaran los sonidos de especies endémicas de Taiwán que podrían hacer el Japón de la película menos creíble. "Es como si Madrid sonara a jungla", aclara el sacerdote.

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