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Winy Maas: “Ser pop no es ser populista”

En tiempos de contención formal y económica, el holandés Winy Maas defiende con vehemencia una arquitectura icónica. “Ahora todos trabajan con miedo”, dice.

Anatxu Zabalbeascoa

Extender la densidad de Benidorm a toda la costa mediterránea, construir bloques de casas en lugar de bloques de pisos… Lejos de apaciguarse con la madurez, la desbordante imaginación del estudio holandés MVRDV parece aumentar con los años. Su fundador, Winy Maas (1959), investiga el futuro de la arquitectura con sus alumnos de la Universidad de Delft en The Why Factory, una indagación que el Colegio de Arquitectos de Madrid muestra hasta el 30 de enero.

PREGUNTA. ¿Su arquitectura es pop?

RESPUESTA. Nos interesa la arquitectura no elitista que conecta con el mundo. Ser pop no es ser populista. Que la arquitectura hable en voz alta no significa que apueste por simplezas.

P. Sus edificios han evolucionado hacia una arquitectura cercana al cómic. ¿Lo han pedido los nuevos tiempos?

R. Nuestros últimos trabajos son más visuales, más icónicos, pero también más maduros. La raíz de los proyectos y de nuestra actitud no ha cambiado: escuchamos a la sociedad, pero no giramos en torno a las novedades. Creo que hemos demostrado que lo pop tiene muchos significados. Puede ser chic. Nuestra tienda Chanel en Ámsterdam restaura un edificio sustituyendo su base de ladrillos por pavés translúcido.

P. ¿Por qué dan tanta importancia a la imagen?

El arquitecto Winy Mass.
El arquitecto Winy Mass.

R. Es la vía más rápida para trabajar la identidad. Reconocer algo es mejor que simplemente verlo. La tienda de Chanel es transparente. A la vez modesta y lujosa. Cuestiona cómo se restaura. No es una ampliación moderna que dialoga con lo existente desde la neutralidad. Tampoco trata de borrar el paso del tiempo. Habla desde el tiempo actual.

P. Con una arquitectura tan llamativa, ¿sienten el peligro de pasar de moda o de convertirse en un chiste?

R. El humor no es malo. La sonrisa es buena porque se repite, pero el chiste es un fracaso porque agota la reacción. Buscamos alegrar la vida, no sorprender una vez.

P. ¿Cómo se consigue controlar la calidad del humor en la arquitectura?

R. A partir de cierta abstracción. Si uno es demasiado literal y pierde la sutileza, no involucra al espectador. La abstracción es una clave reduccionista, una herramienta para la convivencia porque permite dialogar con otras ideas y formalizaciones.

P. El mercado de Róterdam es a la vez cueva y atracción turística. Tiene viviendas, restaurantes y tiendas…

R. Un edificio público que ocupa un lugar central no puede abrirse sólo unas horas. Por eso combinamos puestos de verdura con restaurantes. Pero son los apartamentos de las dos fachadas los que pagan el gran coste de un proyecto abierto al público. La arquitectura ha evolucionado. El cliente cada vez pide más. No olvide que tenemos brillantes predecesores. Hoy quien te encarga un mercado conoce Santa Caterina, de Miralles, en Barcelona. Y quiere un efecto similar en el barrio. No lo mismo, pero sí el mismo impacto. Lo fascinante de la arquitectura siempre es el siguiente paso. Se evoluciona conociendo a los predecesores y buscando liberarse de su peso. Hoy la gente es muy consciente de su alimentación y un edificio puede representarlo. Ámsterdam y Estocolmo están plagadas de mercados hipsters. Claro que puedes hacer uno más, pero ¿es ese el siguiente paso?

La mejor arquitectura
es la que construye lo inesperado y transforma las ciudades y el punto de vista del ciudadano. Un marco neutro no sirve

P. ¿Qué importancia tiene para su arquitectura su propia ciudad, Róterdam?

R. Cualquier ciudad cambia continuamente, pero en Róterdam el cambio es extremo porque había mucho por hacer tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. De esa transformación continua saca la ciudad su fortaleza. Ha desarrollado una cultura del cambio que afecta a la apertura mental de los ciudadanos.

P. ¿Defender hoy la arquitectura icónica es valentía u obcecación?

R. Es lógico que en lugares como Valencia se asocie la palabra icono a despilfarro y falta de responsabilidad. Pero es muy triste haber visto cómo las grandes estrellas de la arquitectura devoraron todo ese potencial con avaricia. Nuestra generación, y la siguiente aún más, ha tenido que trabajar con presupuestos bajos y cuidados mayores. Con todo, un icono también puede asociarse a transformaciones positivas. Sería una pena no volver a construir con voluntad de marcar las ciudades. La mejor arquitectura es la que construye lo inesperado y transforma los núcleos urbanos y el punto de vista de los ciudadanos. Un marco neutro no sirve. Hay que empujar la arquitectura para que esta impulse y ayude a las personas. La arquitectura debe recuperar ese liderazgo. No todo el mundo puede ni debe hacer cosas pequeñas, casi invisibles. Mire las revistas: ahora todos trabajan con miedo. Nadie quiere decir una palabra más alta. Alguien tendrá que pensar a lo grande. La sociedad necesita marcar las ciudades y los momentos. La neutralidad y la humildad son la espera, pero todos estamos esperando la llegada de lo grande.

P. ¿Qué debe tener un estudio de arquitectura para creer que puede dar un paso más?

Ser arquitecto te obliga a creer en el futuro. Lo tienes que imaginar

R. Una mezcla de seguridad y dudas. Hay quien entiende que está en la vida para experimentar y tratar de aportar y quien considera que debe proteger lo existente. Eso genera tipos diferentes de vida. En la arquitectura es muy visible. Pero en mi opinión el exceso de protección mata la curiosidad. Entiendo que si alguien necesita certezas sea conservador. Personalmente creo que no hay certezas y prefiero reunir el valor para atreverme a pensar de otra manera.

P. ¿Los arquitectos arriesgan más al madurar? Piense en Frank Gehry, Herzog & de Meuron…

R. Hay una diferencia entre arriesgar de joven y hacerlo con una trayectoria profesional. Pero hagas lo que hagas, arriesgas. Ser arquitecto te obliga a creer en el futuro. Lo tienes que imaginar. Ante un gran edificio, tienes que pensar en cómo será el mundo en 10 años. Eso requiere imaginación y capacidad de observación y riesgo. Si uno no mira hacia el futuro, cuando llega está más atrás que cuando comenzó.

P. Hace 10 años terminaron el edificio Mirador de viviendas sociales en Sanchinarro. ¿Es un buen edificio?

R. En parte. Es horrendo que esté en una rotonda, como si fuera un arco de triunfo. Lo suyo hubiera sido rodearlo de vivienda más baja. Eso hubiera construido identidad para el barrio.

P. Pero se ha quedado solo y tal vez sea más arco de la derrota que del triunfo.

R. El lugar está torpemente planificado. Las calles son muy anchas, uno se siente como si estuviera en China. Crear intimidad en la ciudad es un arte. Pero los ingenieros y consultores de seguridad creen que perder la intimidad es el precio a pagar por vivir en las grandes ciudades. Los arquitectos debemos resistirnos. Nosotros lo hacemos defendiendo la ciudad vertical, hay que crecer hacia arriba.

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