_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Carrie Fisher y Debbie Reynolds, estrellas rotas

HBO estrena 'Bright Lights', documental sobre la relación de las actrices fallecidas

Eneko Ruiz Jiménez

Cuenta la astronomía popular que algunas de las estrellas que vemos en el firmamento llevan muertas milenios. Pero que, tras un largo viaje sideral, solo percibimos su luz de juventud, brillantes como fueron una vez. El celuloide cobija la memoria de las estrellas de cine de manera similar.

La voz e imagen de Debbie Reynolds quedó registrada para la posteridad en Cantando bajo la lluvia. Cuando su marido la abandonó por Elizabeth Taylor, las revistas la erigieron, además, en novia de América. El rostro de su hija, Carrie Fisher, siempre estuvo rodeado de flashes, pero fue Leia, en Star Wars, la que lo convirtió en perenne icono de género. La conflictiva relación de adicciones, enfermedades mentales y ego quedó incluso reflejada en Postales desde el filo, donde se transformaron en Meryl Streep y Shirley MacLaine.

El documental Bright Lights guarda ahora para la eternidad el episodio final de una vida tan aprovechada como maltratada, una historia intrincada del primer día al último. Y, aunque HBO lo estrene dos semanas después de su muerte, la guadaña no se percibe. Solo se respira pasión.

Su vida es el retrato real del Hollywood del fracaso donde se colaba Billy Wilder en El crepúsculo de los dioses. Escondida en mansiones y belleza, Reynolds aprendió en los pasillos de la Metro a esconder su fragilidad. “Que no se note que me sujetas”, dice con 82 años a su hija en plena alfombra roja. La veterana nunca se desprende del maquillaje y la peluca. Era imparable incluso cuando no podía bajar las escaleras del escenario. Quería ser una estrella congelada en el tiempo. Al menos hasta que murió su hija.

Ambas se complementaban: Vivían puerta con puerta. Eran una extensión de sí mismas. Viéndolas convivir y amarse se entiende que fallecieran con horas de diferencia. Una sujetaba a la otra cuando no podía caminar. 

La propia Meryl Streep —todavía afónica por los días de luto— recordaba en la entrega de los Globos de oro del pasado domingo a su amiga con un consejo que definió la carrera de madre e hija: “Coge tu dolor y transformarlo en arte”. Fisher convirtió esas heridas en guiones, en el brillante monólogo Wishful Drinking (Bendito alcoholismo en España) y varios libros de memorias sobre sus andanzas con su enfermedad bipolar, su matrimonio con Paul Simon, sus aventuras con los warsies y su vida como adicta.

Bright lights captura un momento que no se repetirá, un documento emocionante donde dos luces brillantes (y rotas) vivirán eternamente. Debbie será jovial y vital. Carrie, brillante, divertida y sin tapujos. Ya aparecen en el firmamento. Hasta en sus peores tragos, deslumbran.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_