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Los libros que hay que leer en 2017

El centenario de la Revolución rusa y la Transición española protagonizan los títulos literarios del año

Javier Rodríguez Marcos
Lenin, en un mitin en la Plaza Roja de Moscú, en 1918.
Lenin, en un mitin en la Plaza Roja de Moscú, en 1918.CORDON PRESS

De todo empieza a hacer ya cien años. Por ejemplo, de la revolución bolchevique, que formateó política y geográficamente el mundo hasta el punto de que algunos historiadores hablan del “corto siglo XX” para subrayar que la centuria pasada no duró diez décadas completas, sino que empezó en 1917 y terminó en 1991, el tiempo que duró la Unión Soviética. Aunque las turbulencias en Oriente Próximo matizan ese subrayado y demuestran que seguimos pagando la factura de la Primera Guerra Mundial, las librerías se llenarán este año de títulos relacionados con la sustitución de la Santa Rusia por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Así, a la reciente recuperación de La revolución rusa (Debate), un exhaustivo panorama convertido en clásico desde que el historiador estadounidense de origen polaco Richard Pipes lo publicó en 1990, se le sumarán títulos como Cartas desde la revolución bolchevique (Turner), de Jacques Sadoul, o El tren de Lenin (Crítica), en el que Catherine Merridale relata el viaje de Vladímir Ilich Ulíanov de Zúrich a la Estación Finlandia (San Petersburgo) en un tren fletado por el Gobierno alemán, que confiaba en que el líder rojo sacara a Rusia de la Gran Guerra.

Para los que no se atrevan con las mil páginas de Pipes, Galaxia Gutenberg y Crítica publicarán sendos estudios divulgativos firmados, respectivamente, por Mira Milosevic —Breve historia de la revolución rusa— y Julián Casanova —La venganza de los siervos—. Para los que quieran una visión más panorámica aún —y desde la otra orilla ideológica del conservador Pipes—, la propia Crítica publica el mes que viene El siglo de la revolución. Una historia del mundo de 1914 a 2017, del historiador y maestro de historiadores Josep Fontana.

Pero igual que la influencia de la URSS se extendía más allá de la tópica estepa rusa, el comunismo como género literario está plagado de subgéneros de ficción y de no ficción. Por el lado de esta última, los historiadores Carme Molinero y Pere Ysàs publican este mes De la hegemonía a la autodestrucción (Crítica), una historia del Partido Comunista de España entre 1956 y 1982 que explica cómo la principal fuerza del antifranquismo desembocó en la irrelevancia con la democracia. Por el lado de la narrativa, la poeta yperiodista Aroa Moreno debuta en la novela con La hija del comunista (Caballo de Troya), un retrato de emigrantes españoles en la República Democrática Alemana, al otro lado del Muro de Berlín.

Padres de lengua española. “El pasado es un pozo insondable en cuya negrura apenas alcanzamos a percibir destellos de verdad”. Esto escribe Javier Cercas en su nueva obra, El monarca de las sombras (Literatura Random House), que se publica el 16 de febrero y en la que el autor de Soldados de Salamina vuelve a la Guerra Civil para reconstruir la poliédrica figura de su tío abuelo Manuel Mena, alférez de la Falange muerto en la batalla del Ebro y convertido por la memoria familiar en héroe de una sola pieza. La figura de su madre, emigrante extremeña en Girona, y el viejo malestar del escritor por pertenecer a una familia de vencedores de la guerra, atraviesan un libro que, sin pretenderlo, invita a leer otras dos novedades, publicadas por Debate: Elogio del olvido, en el que David Rieff, hijo de Susan Sontag, indaga de un modo crítico en las paradojas de la memoria histórica, y José Antonio. Realidad y mito, en el que Joan Maria Thomàs, experto en historia de la Falange, biografía a Primo de Rivera y revela sus pretensiones de dirigir una posible España fascista, a la vez que analiza las diferencias entre su ideario político y lo que Franco hizo con él.

Además de Cercas, también publican libro nuevo este año Luis Goytisolo —Coincidencias (Anagrama)—, Enrique Vila-Matas —Mac y su contratiempo (Seix Barral)— y Luis Landero —La vida negociable (Tusquets)—. Y si unos vuelven a la revolución rusa o a la Guerra Civil, Ignacio Martínez de Pisón vuelve a la Transición con su nueva novela, Derecho natural (Seix Barral), en la que el paso a la edad adulta es un rito tanto para el protagonista como para el país en el que vive. De ese país y, en parte, de ese tiempo hablan también, por las vías de la historia y del testimonio personal, Transición, que Santos Juliá publicará en Galaxia Gutenberg y, en el mismo sello, Una historia para compartir. Al cambio por la reforma, las memorias de Landelino Lavilla, presidente del Congreso en el 23-F. Lo que en la Rusia de 1917 fue ruptura, fue reforma en la España de 1977, el año en que se celebraron las primeras elecciones democráticas desde 1936.

El escritor sudafricano J. M. Coetzee, en el Museo Reina Sofia en junio de 2016.
El escritor sudafricano J. M. Coetzee, en el Museo Reina Sofia en junio de 2016.JAIME VILLANUEVA

Hijos de lengua extranjera. Si las figuras paternas están presentes en varios de los libros que verán la luz este año firmados por autores españoles, algunos de los más destacados de la narrativa internacional se centran en la figura de los hijos, incluso para darles voz antes de nacer. Es el caso de Ian McEwan, que se suma a esa tradición de narradores desde el útero materno de la que forman parte Lawrence Sterne, Carlos Fuentes o Juan Marsé. Él lo hace en Cáscara de nuez (Anagrama), que pone en boca de un feto la infidelidad de su madre. Distinta es la madre de la primera novela —autobiográfica— de la estadounidense Merritt Tierce, que en Que me quieras (Blackie Books) relata con crudeza cómo una estudiante de secundaria se queda embarazada durante unas convivencias religiosas. Tiene 16 años y la acaban de aceptar en Yale. Nada será ya lo mismo, por eso dice: “No oigo cómo se escribe mi vida dentro de mí, célula a célula”. No obstante, el niño más enigmático de la literatura reciente es el protagonista de Los días de Jesús en la escuela, de J. M. Coetzee, en la que el Nobel sudafricano retoma al muchacho de su anterior novela, La infancia de Jesús. No era la mejor de las suyas, pero uno de los grandes narradores de las últimas décadas tiene crédito para rato. Como mínimo para este año que empieza.

Mujer de verso en pecho

Si el centenario de una revolución es un buen momento para repasar la historia, el centenario de una escritora puede serlo para revisar el lugar de las mujeres en la historia de la cultura.  En la ciencia es lo que tratan de hacer Adela Muñoz Paez en Sabias. La cara oculta de la ciencia (Debate) y Dava Sobel en El universo de cristal. Si la primera reivindica, entre otras cosas, la contribución de Rosalind Franklin al descubrimiento de la estructura del ADN o el papel de las científicas en la II República, la segunda relata cómo a mediados del siglo XIX el Observatorio de Harvard encargó a mujeres descifrar las observaciones que sus colegas masculinos realizaban con el telescopio. Entre ellas estaba Williamina Fleming, que, contratada originalmente como criada de un astrónomo, identificó más de trescientas estrellas.

En las letras, es lo que tratarán de hacer varias editoriales con Gloria Fuertes, hija de una costurera y un conserje nacida hace cien años en el barrio madrileño de Lavapiés. Aunque antologías como Mujer de verso en pecho (Cátedra) y Que estás en la tierra (Collioure), una con prólogo de Francisco Nieva y la otra elaborada por Jaime Gil de Biedma, demostraron que Fuertes era mucho más que una estupenda autora para niños, las selecciones que preparan Blackie Books, Reservoir Books —Me crece la barba— y Nórdica —Geografía humana— celebrarán a una escritora a la que la historia no se ha tomado demasiado en serio y que se autorretrató así: "A los nueve años me pilló un carro / y a los catorce me pilló la guerra; / A los quince se murió mi madre, se fue cuando más / falta me hacía, / Quise ir a la guerra para pararla, / pero me detuvieron a mitad del camino. / Luego me salió una oficina, / donde trabajo como si fuera tonta / -Dios y el botones saben que no lo soy-".

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Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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