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Más viajeros, pero menos lectores

Patricia Almarcegui, voz destacada de la literatura de viajes en español, ve un declive del género en tiempos de turismo ‘low cost’

Jacinto Antón
La escritora de viajes y novelista Patricia Almarcegui.
La escritora de viajes y novelista Patricia Almarcegui.

Es una de las voces más sensibles y hermosas en nuestro país de un género que atraviesa horas bajas: la literatura de viajes. Tras el boom de hace un par de décadas y, paradójicamente, cuando la gente viaja más que nunca, el género experimenta un declive tanto en el volumen de publicaciones como —salvando destacables excepciones— en la calidad media de lo que se edita. Eso no vale para Patricia Almarcegui (Zaragoza, 1969), cuyos libros, imbuidos de una arrebatadora melancolía, poseen una altísima calidad literaria.

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Patricia Almarcegui, profesora de literatura comparada, filóloga, escritora, ex bailarina de ballet y viajera, es de alguna manera nuestra Annemarie Schwarzenbach, pues aunque no comparte el sentido doliente y el mal de vivre de la viajera suiza, “el ángel devastado” de Thomas Mann, ni su excesiva exaltación, sí la recuerda en el tono, el lirismo, la mirada —que proyecta en el paisaje su mundo interior— y la devoción por Oriente y la vieja Persia. La Schwarzenbach es una presencia constante, precisamente, en Escuchar Irán (Newcastle Ediciones), uno de los dos libros que Almarcegui ha publicado en 2016, junto con Una viajera por Asia Central (Ediciones de la Universidad de Barcelona), y a ella, a la que considera “la gran escritora viajera”, le consagró uno de los capítulos de su ensayo El sentido del viaje (Junta de Castilla y León, 2013). De Schwarzenbach ha tomado la viajera aragonesa leitmotivs como “partí no ya para aprender lo que es el miedo sino para comprobar lo que encierran los nombres y sentir su magia en carne propia”.

A Almarcegui la hemos seguido, magnetizados por su prosa de hechizante sobriedad, a la hermosísima Yazd, la ciudad de color arena, a la tumba de Hafez, en Shiraz, donde si abres al azar un libro del poeta es fama que los versos que salen predicen el destino, a Isfahan, la urbe de la esencia de rosas, donde la cúpula de la mezquita de Shah Abbas bañaba a la viajera en una luz azul, a Samarcanda, o a aquel lago del Kirguistán del color del vino, Song Kul, que le pareció el fin del mundo y junto al cual, un día, vio un camello bactriano.

Mezquita de Isfahan.
Mezquita de Isfahan.Getty

“Se viaja más pero se lee menos literatura de viajes”, deplora Almarcegui tomando un té en una mesita en la librería La Central en Barcelona. “El viaje se ha masificado, los jóvenes viajan mucho pero se van sin libros y sin haberse documentado en ellos. Se da también el viaje aventurero, pero eso genera obras de una calidad literaria menor. En cuanto a los destinos, los marcan las agencias low cost. La democratización del viaje ha hecho que se lea menos”. En todo caso, recalca la escritora, “el viaje no ha muerto, todos hacemos a veces turismo, pero la experiencia auténtica del viaje sigue existiendo. El viaje que cambia el tempo de tu vida y tu propia vida, en el que ves mucho, escuchas mucho, reflexionas mucho, en el que te sumerges en lo extraño, en lo que jamás has visto, paladeando nombres exóticos, porque en realidad, viajamos para sorprendernos”.

Escuchar Irán parte de las siete semanas que Almarcegui pasó sola recorriendo en 2005 el país, al que luego volvió en varias ocasiones. El libro transcribe los diarios de viaje pasándolos por el tamiz del tiempo y desde una voz nueva, que translitera lo escrito durante el viaje. En cuanto a Una viajera por Asia central, explica su viaje en solitario en 2007 por Uzbekistán y Kirguistán, aportando siempre “una atmósfera” y forzando el lenguaje para hacerlo expresivo al máximo y poético. “El viaje literario se caracteriza por la voz, la voz es lo que importa. Mirar es algo que puede hacer todo el mundo pero conseguir esa voz que cuente lo que has visto, eso es literatura”. Para Almarcegui, el de viajes es uno de los géneros más difíciles: “La experiencia del viaje no es en realidad nada fácil de contar, no puedes limitarte a ser descriptivo. Por eso, por la peculiaridad de su voz nos conmueven Annemarie Schwarzenbach o Nicolas Bouvier”.

Consejos para el equipaje

Viajar solo/a

Disponer de tiempo

No trazarse un itinerario fijo

Entrar y salir del país por sitios diferentes

Conocer al menos 30 o 40 palabras del idioma local

Hablar lo máximo posible con la gente

Escribir notas que te permitan reconstruir el viaje

Utilizar todos los sentidos

Transitar por carreteras secundarias

Cambiar de medios de transporte

Volver a los sitios que has amado.

A la pregunta de por qué viaja ella, Almarcegui responde que le viene de pequeña, cuando le gustaba mirar por la ventanilla del coche. Desde siempre le ha atraído la sensación de extrañamiento que produce el viajar, esa modificación del espacio y el tiempo. Podría pensarse que esa sensación vertiginosa tiene asimismo que ver con la danza, que practica también desde niña y en la que ejerció como profesional del ballet cuando a los 18 años se trasladó a Roma para formar parte durante tres temporadas del Balletto di Roma. Almarcegui, que conserva sus primeras zapatillas (de los cinco años) —como conserva el aspecto fibroso y el porte de bailarina—, tiene por publicar precisamente una novela (El espacio olvidado) que une ambas pasiones, el viaje y el baile y en el que se presenta a sí misma como una mujer que llega a prima ballerina del Mariinski de San Petersburgo y viaja a Samarcanda en el curso de una gira con Giselle. No es la primera vez que la escritora junta viaje y ficción: lo hizo en El pintor y la viajera (Ediciones B, 2011) donde imaginó un encuentro entre Ingres y la viajera del XVIII Lady Montagu tras descubrir que las cartas de esta sobre los baños turcos y los harenes fueron la inspiración para La pequeña bañista del célebre pintor. “Me gusta jugar con la ficción, ya sea inventándome una relación entre ellos o una vida que yo no he tenido”.

Ella que ha viajado tanto, ¿qué une a la gente de todo el mundo? “La puesta de sol, en ningún lugar la gente deja de verla”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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