Gracias, Santa
Los insomnes debieran aprovechar las fiestas navideñas para conciliar el sueño sin necesidad de ansiolíticos, aprovechando las adormideras emitidas por las cadenas
Los insomnes debieran aprovechar las fiestas navideñas para conciliar el sueño sin necesidad de ansiolíticos, aprovechando alguna de las adormideras emitidas por las cadenas generalistas. El bostezo llega como la anestesia, contando de uno a diez, durante los interminables metrajes publicitarios, cuando nos atizan con películas y contenidos mil veces vistos, y se nos sumerge de nuevo en el mundo del mazapán y el ternasco.
Sociológicamente debe ser valioso escrutar los movimientos de la marabunta de compras, pero resulta inaguantable el reportaje sobre el tropel invadiendo tiendas y grandes almacenes, y las preguntas y respuestas de siempre. Tampoco es muy vivificante la matraca sobre la metafísica en el mundo de la lotería y doña Manolita, y causan desazón las explosiones de champán y alegría ajenas cuando al suscribiente y a otros envidiosos no les ha tocado ni la pedrea.
La operación archivo tampoco se anda con chiquitas aunque con suerte le pillará roncando. Caso contrario podrá conseguirlo atreviéndose con la compilación de los programas más divertidos del año, la mejor música de verbena, los mejores momentos del fulano o mengano, los mejores villancicos, las paridas más virales y las mismas caras de siempre.
Y si atendemos el móvil, arde Troya. Fotografías, chistes de toda laya, sarcasmos sobre políticos, adivinanzas, poesías, curiosidades y el refranero español compitiendo con las meditaciones de Marco Aurelio. Descargar vídeos sobre Nochevieja y Año Nuevo es arriesgado porque los remitentes más latosos suelen esperar respuestas ingeniosas y si no las reciben mortifican mucho. No les sirve un cortés emoticón.
El día de Navidad me reconcilié con las pantallas. Alma y cuerpo se serenaron con el concierto de La 2 después de una Nochebuena de ingesta alcohólica y el vídeo de una amiga rubricó el armisticio: sus dos hijos corrían por el salón de casa descubriendo los regalos de Santa Claus, emocionándose al abrirlos, en una nube. "¡Gracias, Santa!", exclamaba el mayor durante la apoteosis del desempaquetado. Una gozada verlos. Gracias, chavales.