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No hay cadáver pero sí libro

Fàtima Llambrich desmenuza un doble crimen por el que cumple condena Ramón Laso

Jorge A. Rodríguez
Ramón Laso y Fátima Llambrich, en uno de sus encuentros en prisión.
Ramón Laso y Fátima Llambrich, en uno de sus encuentros en prisión.GUILLEM PRIETO

Ramón Laso no es inocente, aunque nada demuestre lo contrario. Está en la cárcel por matar a dos personas, su esposa y su cuñado, de quienes se tiene la certeza de que no están vivos, aunque no haya pruebas directas de que estén muertos. Los cuerpos nunca se han encontrado, Laso jamás confesó, no hay arma del crimen, ni rastros biológicos ni testigos. Nada. La periodista Fàtima Llambrich ha construido sobre este caso –histórico en España aunque pasó casi inadvertido- la obra Sin cadáver (Now Books, 2016), con los cimientos de la investigación de los Mossos d’Esquadra, las 50 entrevistas que tuvo con su protagonista en presidio, un cuaderno azul en letra apretada que el condenado escribió solo para ella y una profunda búsqueda en su pasado. Y en sus secretos.

El libro de hechos reales novelados de Fàtima Llambrich (L’Ametlla de Mar, Tarragona, 1980) desconcierta. No toma partido. Deja abierta al lector la decisión de si Ramón Laso (Quesada, Jaén, 1955) es un asesino psicópata, un lobo con piel de cordero, o una víctima de una investigación prejuiciosa. “Claro que yo tengo una opinión sobre él, pero no quiero decirlo para no contaminar al lector, para que no juzgue a Ramón solo por etiquetas sino como si lo hubiera conocido”, explica. Como ese detenido de quien sus vecinos dicen que siempre saludaba.

Llambrich desmenuza la investigación que la Unidad Central de Personas Desaparecidas de los Mossos llevó a cabo hasta convencerse (y convencer al jurado) de que Ramón Laso, sepulturero y conductor de ambulancias, había matado en 2009 a su segunda esposa, Julia Lamas, y a Maurici Font, su cuñado, que habían desaparecido de Els Pallaresos (Tarragona). Los investigadores llegaron a la conclusión de que los eliminó porque le estorbaban, ya que Laso mantenía una relación sentimental con Mercedes Lamas, hermana de Julia y esposa de Maurici.

Llambrich, periodista de TV-3, trufa la investigación con sus anotaciones de las entrevistas con Ramón Laso en la cárcel (50 encuentros desde 2012, con mampara de por medio), una inmersión en el pasado del criminal y un cuaderno azul que el condenado escribió tras su encarcelamiento. “Él lo redactó para mí porque sabía que estaba escribiendo el libro”, admite. Laso no hace ni una confesión: lo niega todo y parece más molesto por el hecho de que no le hayan probado de forma directa sus crímenes que por que realmente le acusen de ellos.

La autora mezcla periodismo e investigación criminalística (es licenciada en Criminología) para presentar un caso que hizo historia en España, montado por cadenas de indicios, analogías y antecedentes, pero sin pruebas directas: ni una, de hecho. Algo inédito aquí pero relativamente habitual en Estados Unidos.

En sus 357 páginas va presentando a un Laso amable con sus conocidos, colaborador con los investigadores, trabajador, concienzudo y minucioso. Un hombre que tiene su celda de la cárcel de Barcelona en la que pena 30 años (la sentencia confirmatoria del Tribunal Supremo es de julio pasado) impoluta, ordenada de forma tan obsesiva que tapa con plásticos los mandos a distancia de sus aparatos electrónicos. Pero un ser despiadado a ojos de los investigadores.

Quien no conozca la historia de Laso tiene que transitar la mitad del libro para llegar al secreto que guardó durante años, del que sus dos víctimas (sin cadáver) ni su entorno en Tarragona tenían ni idea: en 1993 fue condenado por matar a su primera esposa, Lolita Camacho, simulando un suicidio, y a su hijo Daniel, de 6, en un aparente accidente de tráfico. Entonces también tenía una amante. Tampoco confesó, ni hubo testigos, ni prueba directa. Fue condenado a 56 años, pero a los ocho quedó libre. De ello quizás aprendió que en un crimen no hay que dejar cadáver. Porque, como sostiene el forense José Antonio García-Andrade, “los muertos cuentan muchas cosas”.

-¿Por qué no relata desde el principio del libro estos dos crímenes?

-Porque creo que habría condicionado mucho al lector. Y no quería.

-Pero usted tendría una opinión de Laso desde el principio, sabía de las cuatro muertes

-Claro, pero ¿quién soy yo para opinar de él? Yo no soy nadie. No lo pongo porque pretendo mostrar al lector todo el abanico de hechos, para que comprenda que no todo es blanco o negro, que no es todo tan claro.

Fàtima Llambrich confiesa que sigue visitando a Ramón Laso en la cárcel. Ella quiere ver hasta dónde llega su protagonista con los años. Incluso si nada cambia. “El libro no puede ser el único objetivo de este trabajo. No es que vaya a hacer un segundo tomo, es que quiero ver su evolución”. La mirada de Laso impresiona: pueden verlo en el reportaje El cos del delicte (TV-3, 2015). También a ella.

- ¿Va a seguir visitándolo, tiene cierto enganche con este caso?

-No lo sé. Ya no lo veo con la misma frecuencia. Ya veré cuándo paro.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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