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Crítica | ¡Canta!
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Operación redundancia

Es desalentador que esta película no afile su mirada satírica a la hora de abordar su tema, los 'talent shows'

¡CANTA!

Dirección: Garth Jennings.

Animación.

Género: comedia. Estados Unidos, 2016

Duración: 108 minutos.

La llegada de los talent shows tuvo un efecto tranquilizador para quienes creían que la cultura del reality se iba a consolidar como perpetua celebración de la holganza y los impulsos más primarios del ser humano. El fenómeno celebraba una épica del esfuerzo que también tenía sus contrapartidas: el nuevo formato neutralizaba la espontaneidad de la expresión artística imponiendo unos modelos de excelencia tendentes a la uniformidad e introducía en sus participantes la castradora autoconciencia de ser productos antes que artistas. Películas como Rock the Kasbah (2015), de Barry Levinson, o Idol (2015). de Hany Abu-Assad, han indagado, partiendo de contrastados registros, en el potencial de los talent shows para romper barreras culturales, sin plantearse preguntas problemáticas sobre el sustrato de colonización cultural que podría palpitar bajo sus relatos de autoafirmación personal y de pulso contra un entorno opresivo. Los talent shows son, al parecer, ideales para inspirar ficciones enaltecedoras y amables. ¡Canta!, aproximación animada al tema, no es una excepción.

Como miembro del tándem Hammer & Tongs, el director Garth Jennings firmó vídeos musicales para Pulp, REM, Badly Drawn Boy, Fatboy Slim y Blur, antes de debutar en el cine de imagen real con su adaptación de la Guía del autoestopista galáctico (2005). Su segundo largometraje, El hijo de Rambow (2007), aprovechaba sus propios recuerdos para contar una historia de iniciación sobre dos adolescentes, de perfiles muy distintos, que encontraban una enriquecedora vía de expresión personal al realizar una versión aficionada de Acorralado. Conociendo todo este bagaje, es difícil no imaginar una realidad alternativa en la que ¡Canta! funcionase como perfecta síntesis de la inventiva visual del Jennings director de vídeos musicales y de la sensibilidad que el cineasta desplegó en esa historia de aprendizaje que indagaba en la distancia entre la realidad y el deseo.

Es desalentador que ¡Canta! no afile su mirada satírica a la hora de abordar su tema, pero también que una película codirigida por Christophe Lourdelet –que ha trabajado con pesos pesados como Michel Ocelot, Joann Sfar y Peter Lord- sea tan rutinaria en sus diseños y tan perezosa en la expresividad gestual de sus personajes. Hay algún gag eficaz –la limpieza de parabrisas con koala- e ideas visuales aisladas –la iluminación por calamares-, ahogadas en un trabajo con alma de concursante de talent show, autoconsciente de ser un producto al servicio de la (mecánica) emulación de una estética dominante

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