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MÚSICA / LIBROS

Años de peregrinaje

Un volumen reúne por fin en español los ensayos completos del pianista Alfred Brendel

Luis Gago
Alfred Brendel fotografiado en 2003.
Alfred Brendel fotografiado en 2003.

¿Un pianista que acaba de publicar hace poco más de un mes en The New York Review of Books una extensa y brillante reseña sobre varias exposiciones recientes de arte dadá? ¿Un pianista que sigue llenando auditorios y arrancando aplausos entusiastas del público tras decidir dejar de tocar en público y reconvertirse en conferenciante? ¿Un pianista que escribe regularmente poesía para desmenuzar la vida cotidiana y reírse de sí mismo? ¿Un pianista que se jubila? En Alfred Brendel (Wiesenberg, 1931) confluyen diversas rarezas, la menor de las cuales no es que, además de haber tocado el piano al máximo nivel por los mejores escenarios del mundo durante más de medio siglo, no haya dejado nunca de reflexionar sobre aquello que tocaba. El mundo de la música está lleno de intérpretes con un talento extraordinario, tan capaces de ofrecer versiones hondas y emocionantes de las obras más complejas como, al mismo tiempo, incapaces de ensartar dos frases coherentes sobre esas piezas y, lo que es peor, profundamente desconocedores de la más elemental información sobre su contexto o sobre las circunstancias en que fueron compuestas. Constatarlo es duro, y cuesta acostumbrarse, pero semejante disociación es perfectamente posible: el talento y la intuición no excluyen la ignorancia.

Este libro colosal permite acompañar al artista y pensador austriaco por sus años de periplo musical, humano e intelectual en igual medida

Alfred Brendel pertenece a otra estirpe y, puestos a ubicarlo entre sus congéneres, sería el único vértice superviviente de un triángulo casi perfecto que completarían Charles Rosen y Glenn Gould, pianistas-pensadores como él. El primero publicó asimismo regularmente durante más de medio siglo en las páginas de The New York Review of Books, y no solo de música, sino también de arte y literatura, con una lucidez pareja a la de las mayores luminarias en uno y otro campo. Discípulo en segunda generación de Franz Liszt —uno de los grandes referentes de Brendel, que lo es en tercera, vía Martin Krause y su venerado Edwin Fischer—, Rosen también tocaba el piano, y muy bien, aunque en sus últimos años su cerebro era infinitamente más diestro y certero que sus dedos. Gould, de vida mucho más efímera, fue bastante menos prolífico en lo literario, pero la vigencia de sus escritos se mantiene intacta y en muchos casos los atraviesa una cualidad de la que también anda muy sobrado Brendel: el dardo del humor. En su estancia en Barcelona y Madrid la pasada semana para presentar este Sobre la música y un disco que incluye una antigua grabación suya de la Sonata en si menor de Liszt y sus muy recientes reflexiones en voz alta sobre esta cima del piano romántico, el músico regaló con frecuencia a sus oyentes una sonrisa siempre a flor de piel, franca y diáfana, sagaz y despierta.

Un poema de alfred brendel

Un dedo de más

Había un pianista
que desarrolló
un tercer
dedo índice
adicional
no para tocar el piano
aunque a veces
discretamente
sí intervenía en un pasaje difícil
sino para señalar cosas
cuando ambas manos estaban ocupadas

De vez en cuando disparaba el dedo desde su nariz
para desenmascarar a un tosedor contumaz en la sala
o trepaba desde debajo de su frac
haciendo señas a una dama en la tercera fila
en el tema retrogradado de una fuga
se lo vio
asomar en toda su extensión
desde debajo del cuello de la camisa
Excepcionalmente
cuando las armonías se enmarañaban
se volvía incluso contra su dueño
y golpeaba repetidamente con el nudillo
acusadoramente
sobre su cráneo

De qué se quejaba
seguía siendo un misterio
porque el pianista estaba haciendo claramente cuanto estaba en su mano
y el público en esos momentos
contenía silenciosamente la respiración
Cuando más tarde el dedo
desapareció en el bolsillo superior izquierdo del frac
pudo sentirse en la sala un cierto alivio
El hombre con la cámara de vídeo
que había conseguido grabar la escena
empezó a dar cabezadas
y el crítico escribió
el título de su crónica
para no olvidarse de las palabras exactas
Un dedo de más

(Traducción de Luis Gago)

De alguna manera, oír tocar a Brendel es una experiencia no muy diferente de leer sus ensayos sobre música. En ambas actividades desempeña un papel esencial un cerebro poderoso, ávido de entender y explicar. Al mismo tiempo, basta echar una ojeada a la caja de 114 discos que recopila sus grabaciones completas para Philips, publicada este mismo año, para constatar cómo el austriaco ha preferido concentrarse siempre en unos pocos compositores: aparte de la gran trinidad clásica (Haydn, Mozart, Beethoven), que ha revisitado sin descanso una y otra vez como centroeuropeo puro que es, su epígono directo (Franz Schubert), el inventor del piano moderno (Franz Liszt) y un leve aderezo formado por puntuales incursiones en Chopin, Schumann, Brahms y Busoni, sin olvidar su defensa a ultranza del Concierto para piano de Arnold Schönberg, una causa olvidada que necesitaba de valedores entusiastas como él. Y esos mismos creadores reaparecen, uno tras otro, en sus escritos, que abarcan, al igual que su propia carrera como intérprete, más de 60 años de cavilaciones. Todos son brillantes, pero los dedicados a Liszt irradian una emoción especial y un legítimo aire justiciero.

Los textos tienen procedencias muy diversas y arrancan con una entusiasta apología de Ferruccio Busoni de 1954, cuando Brendel tenía solo 23 años. La mayoría eran ya conocidos, pues antes de llegar a la que parece su recopilación definitiva, todos estos ensayos habían sido publicados en colecciones anteriores o incluso, en todo o en parte, en los libretos de algunas de sus grabaciones. No faltan en muchos, por supuesto, las honduras técnicas y la elección de un traductor tan competente y experimentado como Juan Luis Milán, quien ha evitado que se cometan las tropelías que suelen perpetrarse en cuanto asoma la terminología musical. Pero legos y expertos por igual encontrarán aquí constante solaz.

Es una lástima que Acantilado (que se ha valido de la edición alemana de Piper de 2007) no haya aprovechado para incorporar también algunas piezas más recientes que sí incluye la inglesa publicada por The Robson Press en 2015, que cuenta además con un título mucho menos aséptico que Sobre la música y más revelador de la idiosincrasia del autor y de sus intenciones: Música, sentido y sinsentido. Se añora, por ejemplo, su conferencia más reciente sobre el humor (el mismo tema, aunque desde una óptica muy diferente, que abordó en el Auditorio Nacional de Madrid en noviembre de 2013), con la que inauguró el año pasado el Festival de Lucerna, o el juego de preguntas y respuestas de un triple Alfred Brendel que se interpela a tres voces (‘Ego, yo y yo mismo’) y que recuerda inevitablemente a la famosa autoentrevista que se hizo Glenn Gould —solo doble esta vez— y publicó High Fidelity en 1974. Por no hablar de sus meditaciones sobre el acto mismo de la escucha, impelido por sus propios problemas actuales de audición. Arrancan con un oxímoron: “Oír es dicha y agonía”. Y se cierran con una pregunta sin respuesta: “Me oigo a mí mismo. El público me oye. ¿Oigo yo al compositor?”.

Cuando decidió poner fin a su carrera concertística en 2008, Brendel tenía claro qué quería hacer durante el resto de su vida: “Escribir algo más, dar conferencias, enseñar, recitar mis poemas con Pierre-Laurent Aimard o mi hijo Adrian, coleccionar títulos honoríficos, ver exposiciones, ir al teatro, ver películas, releer mis libros favoritos y escuchar todas las obras de Händel y Haydn que aún no conocía”. Y concluye: “Me siento afortunado de que la mayoría de estas cosas hayan salido tal como yo imaginaba que lo harían”. Brendel parece un hombre satisfecho, tercamente optimista, reciamente culto, y sabedor de que ya ha cumplido su misión: “Para mí, las maravillas más extraordinarias que he podido descubrir en este planeta, además del amor, han sido la música y el humor. Imbuyen la vida de sentido. (Y sinsentido.)”. Este libro colosal permite acompañarlo, mojón tras mojón, a lo largo de sus “años de peregrinaje” — musical, humano e intelectual en igual medida—, el título de una obra capital de su admirado Franz Liszt y la expresión que mejor refleja quizá cuál es su contenido. Pone ante nuestros ojos los frutos de toda una vida de reflexión de un hombre que toca el piano, piensa y escribe. Sonriendo.

Sobre la música. Alfred Brendel. Traducción de Juan Luis Milán. Acantilado, 2016. 544 páginas. 29 euros.

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Sobre la firma

Luis Gago
Luis Gago (Madrid, 1961) es crítico de música clásica de EL PAÍS. Con formación jurídica y musical, se decantó profesionalmente por la segunda. Además de tocarla, escribe, traduce y habla sobre música, intentando entenderla y ayudar a entenderla. Sus cuatro bes son Bach, Beethoven, Brahms y Britten, pero le gusta recorrer y agotar todo el alfabeto.

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