Esta es la voz

Flamante ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández por Las ramas del azar, Constantino Molina está en el ruedo de la actualidad gracias a su segundo libro, Silbando un eco extraño, que también viene con un galardón bajo las solapas (el Valencia / Alfons el Magnànim). En esta obra de temprana madurez conviven la tersura de una dicción clásica y el desgarro de una imaginación barroca. Si la poesía del Siglo de Oro construyó su dispositivo visual y retórico en torno a la dicotomía entre apariencia y realidad, el autor actualiza esa oposición al proyectarla sobre la belleza natural y el envoltorio de un mundo hecho de plástico.

“Pero has perdido tanto en esa búsqueda / que ahora te conmueven las cosas más sencillas”, escribe Molina. El interés por los detalles orienta la contemplación moral de unos poemas planteados como fábulas con animales. Así, el vuelo rasante de un mirlo, los altos vuelos de un delfín de helio o el instinto montaraz de la cabra (“Aunque penséis que no / yo siempre tiro al monte”) reflejan un universo atávico y cruel. A veces con tintes goyescos y otras con ironía machadiana, Molina posee la capacidad de plasmar el espíritu de los tiempos, ese Zeitgeist que se manifiesta en las cunetas de la memoria histórica (‘Velintonia, 3- Víznar s/n’) o que se encarna en un icono kitsch de nuestros días, como la calavera diamantina de Damien Hirst: “Y te recordarán / en la Historia del Arte / como una calavera que brilló, / con la risa sarcástica de un genio”. En Silbando un eco extraño no hay eco ni extrañeza, sino la modulación de una voz familiar, nítida y poderosa.

Silbando un eco extraño. Constantino Molina. Hiperión, 2016. 61 páginas. 10 euros