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RELEVO EN EL MUSEO DEL PRADO
Tribuna
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El Prado como referencia

El tiempo ha demostrado que quienes seleccionaron a Miguel Zugaza como director de la pinacoteca hicieron un gran trabajo, sin necesidad de concurso

Una de las salas del Museo del Prado dedicada a Francisco de Goya.
Una de las salas del Museo del Prado dedicada a Francisco de Goya.CARLOS ROSILLO
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Pecan de adanismo César Antonio Molina y José Jiménez en su artículo del pasado jueves, 8 de diciembre, en el que proponen, para elegir la dirección del Prado, un concurso como el que ellos organizaron para la dirección del Museo Reina Sofía. Son injustos con los que seleccionaron a Miguel Zugaza. El tiempo ha demostrado que hicieron un gran trabajo sin necesidad de concurso y son también adánicos porque no quieren recordar que una buena parte del éxito del concurso que ellos organizaron tuvo que ver con que saliera elegido quien la mayoría del sector quería que lo fuera.

Además, hacen un uso del llamado Código de buenas prácticas en museos y centros de arte contemporáneo que no se compadece ni con su letra ni con su espíritu. Fui responsable de la redacción de aquel documento como representante del Ministerio de Cultura. Quien lo lea hoy podrá apreciar dos líneas maestras en el mismo. Por una parte, que la solución de los problemas pasa por el diálogo del ministerio con las asociaciones del sector. El ministerio tiene la obligación de dialogar y el sector tiene la obligación de articularse para que el diálogo pueda ser ordenado y fructífero. Por otra, el documento defiende que todo es político: “En ningún caso puede suponer el desistimiento de la responsabilidad política y cultural de las instituciones”. Es político el nombramiento directo, el indirecto a través del patronato y el indirecto a través de jurado. El responsable político último, el elegido democráticamente, es el Gobierno de la nación y en su mano está disponer la manera de actuar. Porque ese Gobierno rendirá cuentas. Cuando ellos decidieron que la elección de la dirección del Reina fuera por concurso tomaron una decisión política para la que estaban legitimados. Les salió bien. Enhorabuena.

En cuanto a los aspectos concretos del documento de buenas prácticas que Molina y Jiménez malinterpretan, me centraré en tres. El código no obliga a que el concurso se arme con un jurado y deja claro que es el patronato el que debe elegir a la dirección. “Podrá contar con el asesoramiento de una comisión”, dice textualmente, pero no lo considera imprescindible. De la misma manera, el texto entiende que, igual que puede haber candidatos que se presenten, el patronato de un museo puede también ser proactivo y buscar a ese tipo de candidatos que, siendo idóneos, no van a tener interés en pasar por un proceso de presentación de candidaturas: “Podrá invitar nominalmente al concurso a los profesionales que considere apropiados”. Y en tercer lugar, el documento habla de que los candidatos presentarán un proyecto. En esa redacción era claro que estábamos hablando de museos de arte contemporáneo en proceso de definición. El proyecto del Prado es fruto de una gobernanza compleja y el papel de la dirección es ejecutar, a lo sumo matizar, ese proyecto, resultado del juego de diferentes fuerzas entre las que no falta el respaldo, o no, de la opinión pública.

Lo más sensato en estos momentos es dejar trabajar al patronato del Museo y desearle suerte. El análisis de la gestión de Miguel Zugaza dibuja un perfil muy rico que es también un listón muy alto para quien venga detrás. Dotes de gestor como en cualquier gran empresa. Dotes de conocedor del patrimonio capaz de entender el trabajo de los conservadores del Museo. Capacidad de fomentar la creatividad y la innovación en la manera de presentar y estudiar la colección. Y, por último, conciencia del papel central del museo en la cultura española y de la repercusión de los mensajes que emite con la selección de temas que trata y los expertos seleccionados para tratarlos.

Por todo ello, sea quien sea el elegido o la elegida, cargará con una gran responsabilidad.

Carlos Alberdi fue, como director general de Cooperación, el responsable del Ministerio de Cultura en la redacción del código de buenas prácticas para museos y centros de arte contemporáneo.

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