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“La gran novela americana son Dylan o Lou Reed”

El escritor Manuel Vilas, en un libro de género híbrido, homenajea a Lou Reed y disecciona la Transición española desde una perspectiva pop

El escritor Manuel Vilas en 2015.
El escritor Manuel Vilas en 2015.Luis Sevillano

En 1975 no había aún un solo McDonald’s abierto en España al que el niño Manuel Vilas (Barbastro, 1962) pudiera dedicarle una tentativa de verso. En 1975, en marzo, en un país que no terminaba de desembarazarse de cuarenta años de dictadura, aterrizó para dar dos conciertos —Madrid y Barcelona— la voz que fascinó al niño Vilas; que le tomó: “pedofilia musical”, dice. Entonces no pudo acudir ni supo que un comisario de policía fue a ver al promotor para que impidiera que Lou Reed, drogadicto universal, cantara Heroin. Ahora, decenas de conciertos suyos a la espalda después, le divierte imaginar que “el más intelectual de los comandantes de la guardia civil, el que hablara inglés, estuviera ante el tocadiscos escuchando la canción en un vinilo importado y tomando nota” para censurarle antes de que subiera al escenario. “Se han hecho millares de estudios sesudos sobre la Transición, pero ningún acercamiento desde una perspectiva pop, y de uno así saldría un retrato sociocultural que explicaría quiénes somos hoy”. En parte, además del homenaje de un mitómano honesto, eso es el libro Lou Reed era español (Malpaso).

Dice Vilas que nuestra Transición fue como el disco Transformer de Lou Reed. Cuando Reed sale escupido de la Velvet Underground en 1970 regresa a casa, a trabajar como contable para su padre, abogado, hasta que David Bowie lo arrastra a la fuerza a Londres y se convierte en estrella del rock con Transformer. En España, aduce, el régimen declinante hace volver a Juan Carlos I y ese “disco” que produce Adolfo Suárez trae despaciosamente el éxito, por orden: democracia, Europa y despegue económico. Luego, ambos se suicidan. Reed compone Berlin, obra despedazada por la crítica, y España se aferra a lo más envenenado de sus raíces —corrupción, nepotismo, pontificación de la mediocridad—y se queda en pelotas con la crisis de 2008 que, según Vilas, no solo dura todavía sino que está matando a España. La cura, la que propugna Vilas, está en el Lou Reed que se desengancha y aprende tai chi, que se reconoció más en la literatura que en la música—Delmore Schwartz, su maestro en Siracusa, o Hubert Selby Jr., autor de Réquiem por un sueño—y que, por encima de todo, aunaba pasión y ánimo destructivo. “Una cultura fuerte es la que ocasiona una combustión, la que es capaz de poner patas arriba cimientos y creencias. La cultura es la salvación”. Sin embargo, en el epílogo que él escribe y que intenta replicar los finales de canción de Reed en los que se rompía el sonido, dialogan los cadáveres de España y del cantante en un tono que se parece tanto al verso como al ensayo y que culmina en una declaración de amor mutua a la desesperada. Es pesimista, pero sonríe mientras lo confiesa.

El escritor aragonés envidia EE UU de una manera no tan distinta, más madura tal vez, ahora que vive a caballo entre Iowa y Madrid, a como lo hacía el niño de 1975. Allí lo que hacen los creadores colisiona con la realidad y la altera, allí, explica, la literatura se expandió fuera de la página y, tal como ha sabido reconocer ahora la academia sueca, cierta música ocurrió dentro del ámbito de la literatura. “No hemos dejado de buscar la nueva gran novela americana en librazos de mil páginas, en los nombres de Pynchon, Roth o David Foster Wallace, y puede que nunca hubiera estado ahí. La América desde mitad del siglo XX hasta ahora la cuenta mejor la sucesión de porciones de pocos minutos grabadas en un disco, los cinco o seis discos fundamentales de Lou Reed o Dylan o Leonard Cohen. La gran novela americana son Dylan o Lou Reed”. Fantasea con lo gratamente sorprendido que Lou Reed se habría mostrado del galardón de Dylan, la genuflexión de la alta cultura a la popular. Vilas dice convencido que ese fenómeno en la historia reciente española no se ha dado. Ni siquiera durante la explosión creativa que fue La Movida la literatura se manchó de pop, “caminaron separadas y nunca se encontraron”. Vilas se lamenta, de hecho, de que todavía haya quien le cuestione que para hablar de olvido mencione un McDonald’s y exija océanos o imágenes de gran vuelo, frente a la cotidianidad de lo que está en todas partes. “Hace falta escuchar mucho más rocanrol”.

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