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INFINITO PARTICULAR
Columna
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Canciones detrás de los barrotes

Los dos discos de Zomba Prison Project muestran la música de una cárcel africana

Música en una cárcel de máxima seguridad en Malawi, uno de los países más pobres y con menor esperanza de vida. Ésa es la propuesta de Zomba Prison Project. Curiosidad: en las grabaciones participan tanto presos como vigilantes. Las destartaladas instalaciones de Zomba, con sus edificios de ladrillo que construyeron los británicos en la época colonial, previstas para un máximo de 350 personas, encierran hoy a unas dos mil. Entre sus muros, mujeres y hombres encuentran en la música algo de aliento.

A Zomba llegaron en el verano de 2013 dos viajeros experimentados: el productor y escritor californiano Ian Brennan y la fotógrafa y cineasta italiana Marilena Delli, su mujer. Ya habían grabado antes en el pequeño país africano a unos llamados Malawi Mouse Boys. Lograron el permiso de las autoridades para poder realizar grabaciones en la prisión durante diez días. El primer disco que Brennan organizó, I Have No Everything Here, estuvo nominado al Grammy 2016 en la categoría de Mejor Álbum de World Music. Ahora se publica, también en Six Degrees Records, I Will Not Stop Singing. Brennan, autor del libro How Music Dies (or Lives): Field Recording and the Battle for Democracy in the Arts, cree firmemente en el poder de la música auténtica. Y no duda en afirmar, en su página web, que la música y otras formas de arte son, de lejos, el tipo de trabajo social más eficaz que existe.

La mayoría de las canciones, y cantos apenas esbozados, son obra de los propios reclusos. “Comparte con la tierra tu felicidad / Da felicidad al mundo, estés donde estés / Intenta mostrar felicidad todos los días a quien está a tu alrededor”, canta Gladis Zinamo en Don't Hate Me. Junto a temas de la crudeza de I Kill No More —que escribió y canta en chichewa la presidiaria Josephine Banda—, Please Don't Kill my Child —que compuso y canta el guardián Thomas Binamo— o I see the whole world dying of AIDS —de la funcionaria de prisiones Ines Kaunde—, están historias personales desgarradoras. Muchos hombres cumplen cadena perpetua por delitos muy graves, pero algunas mujeres están entre los muros de Zomba por denuncias de homosexualidad o brujería.

Resulta conmovedor escuchar los cantos de quienes han sido privados de libertad. Aunque no es la primera vez que se graba dentro de un recinto penitenciario. El musicólogo Alan Lomax consiguió algunos de sus registros para la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en prisiones del sur del país: en 1933, él y su padre, John Lomax, encontraron al gran Leadbelly en una penitenciaría del estado de Luisiana.

Zomba Prison Project no es solo un trabajo de campo. Ian Brennan ofreció allí charlas sobre prevención de la violencia y resolución de conflictos. Y recauda fondos para ayuda médica y asesoramiento legal: varias presas han sido puestas en libertad. Pese a lo que canta Stefano Nyerenda en Women Today Take Care of Business, las mujeres de Zomba también sufren la discriminación. Únicamente a los hombres se les ha permitido formar un grupo de música. A ellas solo les queda cantar mientras percuten baldes.

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