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IN MEMORIAM

Lorenzo Gómez,el periodista evanescente

Estuvo durante muchos, muchos años en la sección de tribunales de Antena 3

Lorenzo Gómez.
Lorenzo Gómez.

Yo se lo decía y él se reía: “Lorenzo, tú eres un periodista evanescente”. Y el se reía con esa risa franca y esos ojos brillantes que se le ponían cuando estaba alegre.

“Tú eres un periodista evanescente porque eres capaz de desaparecer en mitad de una conversación y sin que nadie se dé cuenta de ello. Podemos estar hablando en corro, girarnos para decirte algo y encontrarnos con tu ausencia”.

Y entonces contaba una anécdota: “Cuando estudié Derecho en la Complutense me metí en la tuna.

—¿Tú en la tuna, Loren?

—Sí. ¿Y sabéis como me llamaban? El Fugas, por mi capacidad para largarme de los sitios o entrar en ellos sin que nadie lo advirtiera”.

Esa capacidad la supo usar Lorenzo en su trabajo de periodista como nadie. Estuvo durante muchos, muchos años en la sección de tribunales de Antena 3. En un tiempo en el que en la Audiencia Nacional los periodistas, los plumillas, esperábamos pacientemente a las puertas de los juzgados a que saliera un juez o algún fiscal o abogado para preguntarle, Loren no lo hacía. Loren, callado, metódico, poco hablador como era, parecía hacerse pequeño e invisible y entraba en los despachos saludando calladamente. Después preguntaba y obtenía lo que nosotros no. Le contaban cosas, le daban noticias, quizás porque pensaban que alguien que indagaba de forma tan prudente no podía ser un escandaloso periodista de tribunales.

En aquella primitiva sección de sucesos y tribunales de Antena 3, que dirigía Agustín Gómez, y en la que entró Lorenzo en los años noventa, compartimos mucha vida con él. Ricardo, Jorge, Quiño, Miguel, Trigo, Cristina, Nuria... y tantos otros fuimos sus compañeros.

En aquella época, en la tele se instaló el modelo del periodista multiuso que un día podía ser cámara y otro redactor. Lorenzo era periodista y lo demostró, porque aquello de la cámara se le daba fatal.

En una ocasión, no sé que demonios estaba cubriendo con él en el Tribunal Supremo. Le tocó ser mi cámara y, además, con una plomiza Hitachi de no sé cuantísimos kilos de peso. Yo iba trotando por los pasillos del Supremo con mi micrófono; Loren detrás sudando. Le decía: “¡Loren, mira allí, graba a ese; mira que se nos va a escapar aquél, vamos a coger una declaración de este otro!”. Él, en un momento dado se paró y me gritó: “¡Para ya, que tú solo tienes que llevar el micrófono y yo voy con la cámara! ¡Tengo que tocar no sé cuantos botones y no me da tiempo a todo, coño!”.

Sin querer, le hice sufrir.

Lorenzo viajaba mucho. Cuando nadie estaba de vacaciones, él las tomaba y volaba a Cartagena de Indias (Colombia). Iba a reunirse con Mónica, su gran amor. Nosotros no lo sabíamos porque, ya he dicho, si por lo general era muy reservado, para sus cosas íntimas era impenetrable. Mónica es una de esas mujeres que, como dice Silvio Rodríguez en una de sus canciones, estremece. Una mujer inteligente, guapa, alegre, sensible y fuerte, muy fuerte, de puro acero. Nos enteramos de que se casó con ella porque un día enseñó una foto en la que estaba vestido de blanco con una guayabera poniéndole el anillo a una preciosidad de mujer. Y, además, se casaron en una librería. En la librería favorita de Gabriel García Márquez.

Lorenzo era un periodista evanescente, como he dicho. Desaparecía y aparecía sin que nos diéramos cuenta. Por eso, no me creo que se haya ido de nuestro lado. Ha luchado como pocos, sin dejar que la enfermedad le robase su sonrisa. No se ha perdido ningún viaje previsto en los últimos cuatro años y ha disfrutado con sus compañeros de todos los momentos importantes. Si mañana, mientras charlamos un grupo de periodistas, se materializa e interviene en la conversación, no me extrañaría nada. Ojalá.

Miguel Ángel de la Cruz es periodista.

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