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El escritor Juan Eduardo Zúñiga, premio Nacional de las Letras

Crítico literario y traductor, es conocido por su trilogía sobre la Guerra Civil en Madrid

Juan Cruz
El escritor Juan Eduardo Zúñiga, en su casa de Madrid, en 2010.
El escritor Juan Eduardo Zúñiga, en su casa de Madrid, en 2010.SANTI BURGOS
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El escritor, crítico literario y traductor Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1919), conocido por su trilogía de la Guerra Civil en Madrid, ha sido distinguido hoy con el premio Nacional de las Letras, dotado con 40.000 euros, concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que reconoce el conjunto de la obra de un autor español en cualquiera de las lenguas del Estado. Es otro galardón a una trayectoria distinguida con el premio Nacional de Traducción en 1987 y con el Nacional de la Crítica en 2003.

Zúñiga es esa figura esquelética y elegante que hasta hace nada paseaba por las orillas del Retiro, como si escudriñara aún las nieves de antaño, cuando esta ciudad, capital de la gloria, como tituló su libro sobre este lugar durante la Guerra Civil, era el escenario poético y tremendo del millón de cadáveres que contó Dámaso Alonso. Este mediodía le dieron un premio que se merece por lo menos desde que escribió ese libro. Y a sus 97 años lo celebraba con su mujer, la escritora y editora Felicidad Orquín, en esa misma geografía fría que está en su memoria pertinaz de la guerra.

Esa guerra lo dejó al rojo vivo, aunque lo que recuerda de ese tiempo, de esos años que vivió en la ciudad cercada, es que fue la escritura la que lo salvó del frío de aquel temporal moral que vivió él con su generación. Al mediodía, cuando ha sabido el premio, volvía a su casa del hospital, donde se hace pruebas para que la tensión mejore; desde hace tiempo, esos ojos enormes que guarda detrás de unas gafas de roca ya no le funcionan como antes; pero sigue escribiendo con su letra menuda y antigua. Con esa letra escribió la trilogía que lo distingue y que es la memoria del Madrid helado por la metralla y el viento. Esa trilogía contiene Largo noviembre en Madrid, La tierra será un paraíso y la citada Capital de la gloria. Madrid es su raíz, fue su martirio, desde hace años es la habitación de su literatura.

De él dijo uno de sus grandes amigos, el novelista Manuel Longares: “Zúñiga conoce el riesgo de pisar la calle. Por eso, al rebasar el portal de su casa pone la mano en los telefonillos, como para concederse un respiro antes de acometer la audacia”. En la escritura es minucioso y callado; ha vivido, decía Longares después de conocerse la noticia del premio a su amigo, “en un profundo silencio; no muestra ostentación alguna, y su escritura se parece a ese carácter, a esa actitud. Ver que un maestro así es premiado supone un estímulo grande”. Se recompensa, dice de él Longares, “a una persona consagrada a la literatura, a contar lo que pasó aquí con el vuelo que lo desprende del realismo social que abundó en su generación, la del 50. Como Juan Benet, como algunos otros, se desprendió de ese modo de decir, como se advierte en El coral y las aguas”.

Su trilogía madrileña marca ese modo de escribir. Un día le pregunté cómo lo había dejado la guerra. No, no lo dejó al rojo vivo. “Más bien experimenté lo contrario. Noté como un día nublado, un día de esos de llovizna madrileña que sopla el aire helado de la sierra. Esa era la situación vital de aquellos años. Sobrevivía con el gran esfuerzo de la cultura. La cultura fue el punto de apoyo, la que me ayudó a tener cierto calor. Escribir me salvó de aquel frío. Y de esa frialdad del ambiente tuve que pasar a un periodo en el que yo sintiera ese vigor de la creación; debía inventar los personajes, revestirlos de interés”.

Esa trilogía fue “una travesía de Madrid, relacionándome con los personajes, no precisamente ejemplares, que no se adscribieron a ninguno de los dos bandos que estaban en contienda, sino que vivían en soledad, con mala conciencia por no tener un compromiso”. En ellos no había heroísmo; “lo heroico estaba en esa cierta lejanía de una ciudad asediada, hambrienta, bombardeada”. De esa devastación se salvó describiéndola, “porque quién sabe si en estos personajes también había astillas de mi madera”.

Al mediodía se recupera de las experiencias hospitalarias y del susto que, tantos años después de merecerlo, le había dado que le concedieran el premio Nacional de las Letras. Se puso a descansar, con el propósito, después, de responder unas preguntas. Como muchos de su generación castigada, él no ha sido hombre de premios, sino de cicatrices.

En su fallo, el jurado ha reconocido a Zúñiga por "una vida dedicada a las letras, en las que ha sido un maestro tanto en el género del cuento, realista y fantástico, como en el ensayo literario y la traducción". Zúñiga fue un niño en la capital en pleno conflicto, la gran herida de su vida y episodio crucial que se convirtió en la materia de su memoria y su literatura. Estudió Bellas Artes y Filosofía y Letras, especializándose en lenguas eslavas, lo que le ha permitido realizar estudios sobre los principales creadores de estas lenguas.

Entre sus obras también destaca una biografía de Turgueniev titulada Los imposibles afectos de Ivan Turgueniev (1977), varios ensayos sobre escritores rusos como Chéjov y numerosos artículos acerca de la cultura búlgara. En 1945, elaboró su primer ensayo, titulado La historia de Bulgaria. También ha traducido a importantes novelistas y poetas de los países del Este, y a autores portugueses, como Urbano Tavares Rodrigues o Mario Dionisio. En 1987, consiguió el Premio Nacional de Traducción por la versión castellana de las obras del escritor portugués Antero de Quental.

Ensayo sobre Larra

En 1951, editó su primera novela, Inútiles totales, y más tarde, en 1962, publicó El coral y las aguas. En 1967 escribió el ensayo Los artículos sociales de Mariano José de Larra. En 1983 publicó El anillo de Pushkin, libro considerado a la vez relato y ensayo. Misterios de las noches y los días (1992), compuesto por cuarenta relatos breves; la novela Flores de plomo (1999), una crónica basada en datos históricos de la noche en la que Mariano José de Larra se suicidó. Finalmente, en 2010 publica Brillan monedas oxidadas, una recopilación de relatos.

El jurado ha estado presidido por el director general de Industrias Culturales y del Libro, José Pascual Marco; y la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández, ha actuado como vicepresidenta. Han formado parte del jurado como vocales el autor galardonado en 2014, Emilio Lledó; la autora galardonada en 2015, Carme Riera; Pedro Álvarez de Miranda, designado por la Real Academia Española; Xesús Alonso, por la Real Academia Gallega; Aizpea Goenaga, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Jordi Cornudella, por el Instituto de Estudios Catalanes; Manuel Rico, por la Asociación Colegial de Escritores de España; Anna Grau, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España; Fernando Valls, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Paloma García Picazo, por el Centro de Estudios de Género de la UNED; Rafael Luis González, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, y Fernando Rodríguez Lafuente, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte.

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