_
_
_
_
_
SILLÓN DE OREJAS

Nos queda Barcelona (por ahora)

Viajé a la ciudad a contar las esteladas y a visitar los tres hitos culturales de la temporada

Manuel Rodríguez Rivero
Miniatura sobre la vida de Ramon Llull
Miniatura sobre la vida de Ramon Llull

De Llull a Dutti

Viajé a Barcelona, entre otras cosas gratas, a contar las esteladas (menos que hace un año, y bastante más polvorientas y deterioradas) que cuelgan en los balcones patricios del Eixample, y a visitar los tres hitos culturales de la temporada: la muestra La máquina de pensar, de Ramon Llull, en el CCCB; la exposición de Renoir en la Fundación Mapfre, y la impresionante botiga que Massimo Dutti ha plantado en los dos enormes pisos del edificio Casas-Carbó, que antes ocupaba la (hoy) legendaria Vinçon. Respecto a la muestra de Llull, culminación de las celebraciones del séptimo centenario de la muerte del mallorquín más universal (con permiso del tenista), su comisario, Amador Vega, ha optado por un enfoque mucho más especializado que el que adoptó la BNE en la exposición, fundamentalmente bibliográfica, que le dedicó a comienzos de año. En todo caso, Llull —además de autor de más de 250 obras en cuatro lenguas— fue tantos hombres distintos (filósofo, educador, místico, poeta, novelista, teólogo, misionero, científico, alquimista, inventor, amante, perseguido y exiliado) que admitiría muchos enfoques diferentes. El que ha preferido Vega es el de precursor de las tecnologías de la comunicación, aunque la muestra hace constantes referencias a los otros intereses del sabio, especialmente a su obsesión por fundamentar la fe religiosa en la ciencia. Una de las mejores introducciones a la (apasionante) vida de Llull y a su proteica obra —no fue uno de sus menores méritos el de haber formalizado el catalán como lengua literaria— la proporciona Ramon Llull. El mejor libro del mundo, de Fernando Domínguez Reboiras, publicado recientemente por Arpa; y para los que prefieran sumergirse directamente en la obra de Llull —más allá del muy difundido ‘Libro del amigo y del amado’, parte de su novela Blanquerna— les recomiendo vivamente su Obra escogida, un asequible volumen recientemente publicado por Penguin Clásicos, que recupera la impecable traducción de Pere Gimferrer, iniciada por cierto para la revista Vuelta de Octavio Paz hace más de medio siglo. En cuanto a la expo Renoir y las mujeres, lo mejor se encuentra al principio de la visita, antes de que Renoir se convirtiera en ese otro Renoir capaz de empantanar al espectador en la melaza pictórica de las anecdóticas peponas que tanto gustan en los museos de provincia norteamericanos; y también en los estupendos lienzos de sus contemporáneos catalanes (Rusiñol, Casas y el modernísimo Carles Casagemas), así como en la parte final de la muestra, con esos dos espléndidos picassos —especialmente la Femme dans un fauteuil rouge— cerrando la visita y dejándole a uno con ganas de más pintura y menos estampitas. Por último, la nueva tienda de Massimo Dutti, el más elegante avatar de Inditex (Uterque aparte), lleva camino de convertirse en un punto de referencia urbano casi tan icónico como la cercana Casa Batlló; si están o pasan por Barcelona, no olviden darse una vuelta por el nuevo templo de la moda, en el que vivió y pintó, por cierto, el gran Ramón Casas.

Miniatura sobre la vida de Ramon Llull
Miniatura sobre la vida de Ramon Llull

Totalidades

A principios de los noventa, cuando los anticipos que se pagaban a los escritores se dispararon a la estratosfera en una burbuja editorial sin precedentes, y la consiguiente movilidad de los autores (bye, bye: Juan me paga más que Jorge) alcanzaba proporciones de huracán caribeño, los grandes grupos editoriales (entonces aún no se habían completado los procesos de concentración y había alguno más) decidieron crear, para contrarrestar la presión de los agentes y fidelizar a los autores, las que se llamaron “oficinas del autor” (o cosa semejante), es decir, lugares donde, a cambio de proporcionarles trabajillos, bolos y un poquito de cariño, los autores se quedaban quietecitos y agradecidos al calor de la lumbre. El negocio editorial ha avanzado mucho desde entonces, y los más grandes aspiran hoy a controlar la totalidad del negocio, al menos en lo que se refiere a lo que antes se llamaba “producto” y, aún antes, “manuscrito”. Veo, por ejemplo, que Random House, no contento con haber creado megustaescribir.com, un rentable negociete de autor-editor destinado a satisfacer la vanidad de quienes quieren publicar sus cosillas y no encuentran quién lo haga, ha ideado también Cursiva, una escuela “de escritura y edición” donde se ofrecen cursos para quienes busquen trabajar en una editorial (un astuto modo de crear “cantera” cobrando a los aspirantes) o quieran “convertirse en escritores”; en este último caso, los talleres están “impartidos por autores de éxito publicados en Penguin Random House” (¿Pérez-Reverte?, ¿Elvira Navarro?). Ya ven: yomeloguiso-yomelocomo o de cómo las editoriales aprendieron a amar el trabajo de los agentes y supieron convertirse en agencias de colocación y clínicas para letraheridos.

Sants

Más allá de los análisis carísimos y cocinados de Nielsen, hay lugares privilegiados en los que el lego puede hacerse una idea del ranking de los libros más vendidos. Uno de esos sitios es la mesa de novedades de la librería de la estación de Sants, en Barcelona. En ella la selección natural libresca funciona de modo implacable: en ese club exclusivo y bibliorracista sólo tienen cabida los que venden mucho: Harry Potter y el legado maldito (Salamandra), Los herederos de la Tierra (Grijalbo), La espía (Planeta), Los secretos que jamás te contaron (Grijalbo), La carne (Alfaguara), Un amor de Oriente (Planeta), Patria (Tusquets). Y, destacando en velocidad sobre todos (cerca de 40.000 ejemplares vendidos en poco más de dos semanas), Falcó (Alfaguara), la última novela (y, para mí, la más vendedora de las suyas en años) de Pérez-Reverte. En una época en la que los lectores de best sellers prefieren las sagas, Falcó inaugurará seguramente una de las que más alegrías podría proporcionar a los libreros en los próximos años.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_