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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Leonard Cohen, el salvaguarda espiritual del folk

Un repaso por sus discos más simbólicos muestra cómo se convirtió en un referente compositivo

Leonard Cohen, en Boston en una imagen de 2012.Foto: atlas | Vídeo: JESSICA RINALDI (REUTERS) / ATLAS
Fernando Navarro

Decía Leonard Cohen en su emotivo discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras que “la poesía viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista”. Con sus discos, el poeta canadiense, reconvertido en músico tras publicar varios poemarios, invitó a adentrarse en ese lugar como una antorcha que guía por los caminos sinuosos de un bosque sombrío. Allí, al otro lado del limes, fue un salvaguarda espiritual.

‘Songs of Leonard Cohen’ (1967). En plena efervescencia de la psicodelia en el rock, Cohen, recién aterrizado en Nueva York, mostraba un molde bien distinto al clásico de songwriter norteamericano, desplegando en canciones como Suzanne o So Long, Marianne una desnudez nueva en la instrumentación y una sensibilidad extraordinaria para tratar asuntos sentimentales a los que elevaba a otra dimensión gracias a sus poderosas imágenes y connotaciones religiosas. “He estado donde tú cuelgas / Creo que puedo ver cómo estás clavado / Cuando no te sientes santo / Tu soledad te dice que has pecado”, cantaba en la hipnótica Sisters of Mercy. Más allá de Bob Dylan y la comunidad de Greenwich Village, aparecía esta nueva figura de corte selecto.

‘Songs from a Room’ (1969). Las emociones vagabundas quedaban bellamente pinceladas en su folk confesional, que captaba los sinsabores de los agitados sesenta, aunque su repercusión mediática y comercial fuera más bien menor. The Old Revolution, Story of Isaac o The Partisan, una revisión de la canción francesa titulada La complainte du partisan, sobre la Resistencia en la II Guerra Mundial, consolidaban al músico canadiense como un autor de primera categoría. En Bird on the Wire, una de sus mayores cotas compositivas, deslizaba casi un sentimiento nacional en unos Estados Unidos a la deriva de los tiempos, llenos de cruzadas sociales, al referirse al “a la bestia con su cuerno” que destroza todo lo que tiene cerca. “Como un pájaro en el hilo eléctrico, como un borracho en un coro de medianoche, he intentado a mi manera ser libre”, rogaba.

‘New Skin for the Old Ceremony’ (1971). Producido y arreglado por su amigo el pianista John Lissauer, este álbum se incluye como uno de los más influyentes de su carrera por el manejo de lviolas, mandolinas, banjos y percusión. A través de canciones como There is a War o Field Commander Cohen, el músico desarrolló un amplio abanico de metáforas sobre la guerra para referirse a la batalla de la existencia, algo que marcó su lírica hasta el final. Incluye la célebre Chelsea Hotel #2, inspirada en su relación con Janis Joplin. Destaca el contrapunto que da en los coros la cantautora Janis Ian.

‘I’m Your Man (1988). Contra todo pronóstico, fue su gran apuesta por modernizar su sonido pastoral en el momento álgido del pop ochentero y la consolidación del universo MTV. No le salió mal la jugada al incluir sintetizadores y atmósferas más modernas, menos desabrigadas. Lo hizo con instinto y delicadeza, sustentando todo, como siempre, en su liberadora lírica y su voz cavernosa. Con canciones como First We Take Manhattan, I'm Your Man o Everybody Knows, el disco era un catálogo contra la falta de contacto humano y el cinismo de los tiempos marcados por el impacto del sida. Cohen, que reconocía que "el amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males", apelaba al amor cotidiano para hallar la salvación. Ayudó también Take This Waltz, su reinterpretación del poema de Federico García Lorca Pequeño Vals Vienés. "Toma este vals con la mordaza de sus mandíbulas… / En una cama donde la Luna ha sudado / En un sollozo lleno de pisadas y arena… / Con mi boca en el rocío de tus muslos", recitaba.

You Want It Darker (2016). Tras fallecer, su testamento sonoro ha adquirido una connotación más mística aún con todas pistas que guardaba. Como cantaba en la oscura composición que da título al disco, confesaba con su tono apacible que estaba "fuera de juego", "roto" y "cojo". "Estoy preparado, mi señor", decía en un estribillo que ahora ya se sabe que era premonitorio. En Treaty pide el final de la guerra, de su guerra, con una solución pactada. Era su forma de prepararse para el fin. Su manera de dejar la casa en orden antes de apagarse para siempre. Como con David Bowie, hemos sido testigos de un adiós glorioso, que resume toda la elegancia y poesía de su obra. En aquel discurso por el Premio Príncipe de Asturias, al referirse a su música, dijo: “Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, me iría allí más a menudo”. Cohen, el guía, ya vive allí eternamente.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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