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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cultura

Lástima que la sobria y funcional retransmisión de La 1 de los premios Princesa de Asturias no enfocara al ministro del ramo

Ángel S. Harguindey
Nuria Espert recibe el premio Princesa de Asturias de mano de Felipe VI.
Nuria Espert recibe el premio Princesa de Asturias de mano de Felipe VI.VINCENT WEST (REUTERS)

Dijo Leonard Cohen sobre Bob Dylan que darle el Nobel era como condecorar al Everest por su altura, algo obvio. Algo similar se podría decir de los premios Princesa de Asturias a Richard Ford, Nuria Espert o al resto de los galardonados: legítimos y evidentes. Cosa distinta es que ocupara un lugar destacado el ministro de Cultura de un Gobierno que se ha caracterizado, entre otras muchas cosas, por haber mostrado y demostrado su desprecio por la cultura.

Fue un placer escuchar a Nuria Espert recitar un monólogo de Doña Rosita la soltera, de García Lorca, ante la mirada embobada de los Reyes y del presidente de Asturias en el silencio mágico del abarrotado Teatro Campoamor. Lástima que la sobria y funcional retransmisión de La 1 (7.6% del pastel y 700.000 espectadores) no enfocara al ministro del ramo, suponemos que fascinado también por el oficio de la actriz y sin el menor remordimiento por ese 21% del IVA cultural, el más alto de Europa, una medida de difícil justificación en una política económica que se jacta de ser ejemplar y que se permite amnistiar a los defraudadores, salvo que el desproporcionado tributo se deba a un rencor aún no superado por condenar la participación de una guerra, esa sí, de difícil justificación.

Como también fue un placer escuchar a Richard Ford y su intención de perseguir la alegría y un mundo mejor desde la literatura, su reivindicación de la política y sus irónicas referencias a Donald Trump y al aumento de la desigualdad en España. Feliz de ocupar el lugar que años atrás ocupó Woody Allen (otro Everest).

Mary Beard, la historiadora de la antigua Grecia y Roma, demostró como el pasado puede ilustrar el presente al citar un poema del siglo XVI del inglés John Donne: "Ningún hombre es una isla / algo completo en sí mismo / cada hombre es un fragmento del continente". "Me temo que mis compatriotas olvidan su mensaje", apostilló.

Fue un homenaje al talento y a la solidaridad.

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