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CRÍTICA | AQUí VA A PASAR ALGO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

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Un ensayo humorístico de Zanguango sobre el declive y la pérdida de memoria, con dos intérpretes desopilantes

Javier Vallejo
Una imagen de 'Aquí va a pasar algo'.
Una imagen de 'Aquí va a pasar algo'.

AQUÍ VA A PASAR ALGO

Autores: Zanguango Teatro.

Intérpretes: Txubio Fernández de Jáuregui y Miguel Garcés.

Música: Binden Mendizábal. Escenografía: Carlos Pérez Donado. Iluminador y director: Miguel Muñoz.

Granada. Sala El Apeadero, del 21 al 23 de octubre. Olazti, 28 de octubre. Muskiz, 5 de noviembre.

La fragilidad del ser humano en sus años postreros, la caducidad de nuestras facultades físicas y mentales; la vejez, como reedición acéfala de la infancia. Aquí va a pasar algo, de Zanguango Teatro, compañía salmantina emigrada al Condado de Treviño, es un ensayo humorístico sobre el declive y la pérdida de memoria. Miguel Garcés y Txubio Fernández de Jáuregui, intérpretes de la estirpe de los bufones, vienen a retratarnos tal cual un día seremos, no importa lo que hoy seamos.

“Donde menos se lo espera salta…” ¿La ardilla…? ¿El ratón…? “La avaricia rompe…” ¿El baúl…? ¿El bolso…? Ni con las frases hechas se aclaran los dos protagonistas, de nombres, humor y condición variables, desorientados en el espacio tiempo; por instantes parecen a punto de perder la noción de sí mismos: “Estas piernas no son mías, que me las han cambiado: ahora me explico yo estos dolores”.

Como las troupes satíricas del maestro Jerôme Deschamps y de L’Alakran, el dúo vascovallisoletano se lanza a un juego vertiginoso, en el curso del cual los personajes se siguen el aire, parecen a veces más aturdidos de lo que lo están realmente y se enfrentan a una incertidumbre multiplicada El tratamiento abiertamente jocoso del texto y de las interpretaciones no quita un ápice de seriedad ni de rigor al asunto: la repetición cien veces de la misma pregunta, la circularidad de los diálogos, la recurrencia de ciertos gestos, tan teatrales, son un calco, divertido por el contexto en el que aquí aparecen, de las conversaciones con estribillo típicas de los ancianos, cuando su memoria a corto plazo va a la deriva.

Aquí va a pasar algo es un espectáculo sin argumento, elocuente y desopilante, cuyos protagonistas despiertan ternura y empatía inmensas, encarnados por Garcés y Fernández de Jáuregui: nos reímos poniéndonos en su pellejo, acompañándolos en su desamparo. Caja de sorpresas, pellizco continuo, el actor vasco está sembrado: haría carcajearse hasta al Gran Cara de Palo. La confluencia entre lo frágil de su criatura y la fulgurante agilidad con que se mueve el actor, jugadas de baloncesto incluidas, produce un efecto rigurosamente hilarante.

La dirección de Miguel Muñoz es cómplice hasta la médula, y su iluminación, sumamente sugestiva, como la música para instrumentos de juguete de Binden Mendizábal. La escenografía de Pérez Donado crea jerarquía dentro de un desorden aparente: da gusto ver un trabajo tan bien ensamblado.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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