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El capitán Scott tiene quién le recuerde

Alicia Kopf publica 'Hermano de hielo', un libro que navega entre dos polos: el de la épica y el de la realidad

Rut de las Heras Bretín
Alicia Kopf, a principios de octubre en Madrid.
Alicia Kopf, a principios de octubre en Madrid.Carlos Rosillo

"¿Quién se acuerda del capitán Scott?", reza la pregunta final de Héroes de la Antártida, canción del disco de Mecano Descanso Dominical (1988). En Hermano de hielo, libro de Alicia Kopf recién publicado en castellano por Alpha Decay, queda claro que la autora sí se acuerda. De él y del resto de héroes y conquistadores árticos y antárticos, pues lo que les rodeaba, el hielo, ha dado pie a Àrticantartic, una serie de obras de esta artista donde Germà de gel (L'Altra Editorial) -salió primero en catalán- fue su exitoso punto final ya que ganó el Premio Documenta 2015 de narrativa para menores 35 años y del Premio Llibreter 2016.

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¿Por qué artista y no escritora? ¿Por qué libro y no novela? Alicia Kopf -cuyo nombre real es Imma Ávalos (Girona, 1982)- es una investigadora creadora. "Me considero autora de cosas, que pueden acabar en libro, en exposición... Por mi formación [estudió Bellas Artes], no solo pongo el acento en el cuerpo final, también en el concepto. No me gustaría cerrarme y decir que soy escritora". Tampoco se encuentra totalmente cómoda con que Hermano de hielo se considere una novela, ella le añade el calificativo "transgénero", porque es una mezcla de maneras, de ritmos, de texturas, "de textos científicos, de autoficción, emocionales...", aclara jugando con las palabra texto y textura. Cuando se explica, igual que cuando escribe, se percibe cómo mide que cada uno de los términos que usa ocupe su lugar exacto. "He aprendido el poder que tiene la escritura", añade como si hablara de las palabras cual cuchillas de hielo. Cuenta su proceso creativo como un momento de máxima concentración y esa es también su actitud al hablar de su libro. Seria, reflexiva, sofisticada, distante, parece fría -la constante presencia del hielo en la conversación y sus ojos claros ayudan a esta percepción-, aunque cuando la charla se distrae y gira a temas mundanos, se nota que se relaja, que el hielo se ha roto y hasta su rectitud corporal se suaviza.

Hermano de hielo es un iceberg que ha esculpido su autora. Tiene tres polos: el proyecto artístico, la investigación y fascinación por el hielo y la parte emocional y familiar. Kopf se mueve entre dualidades: la investigación histórica y científica que predomina al principio del relato y que lo sitúa en un marco de hielo y la parte más emocional, más ella, que muestra la extrema dificultad de caminar por el terreno helado y resbaladizo en el que se encontraba mientras construía esta obra. Sin embargo, matiza: es ella y no los es, sus padres y su hermano, lo son y no. Que es ella se ve hasta en pequeños detalles, en la entrevista lleva una camisa abrochada hasta el cuello como una con la que se describe en una escena del libro. A la vez deja claro que no es una autobiografía: "Si fuera así habría etapas felices, pero solo he escogido las de hielo. La selección de momentos fríos y duros es lo que hace que sea ficción, que se cree una imagen distorsionada de la realidad. Solo plasma un aspecto concreto, sesgado. No me interesa reflejar lo real, solo partir de ello". Se desprende del referente biográfico para extrapolarlo y que los lectores se identifiquen. "Se trata de ser honesta y mostrar los engranajes". Y lo consigue en un texto en el que pasa de una narración épica de la conquista de los Polos a principios del siglo XX, a la precariedad laboral de la Barcelona de 2015 donde una mujer en esa edad en la que convencionalmente debería estar pensando en formar una familia solo puede pensar en sobrevivir.

"La realidad es cruel. No soy yo la que la hace así", afirma cuando habla de su hermano, al que dedica el libro y del que a pesar del título, dice que no es de hielo, pero que sí se queda congelado. Es autista y a veces se queda parado en medio de las acciones y hay que sacarle de ese vacío en el que no se sabe qué pasa. Insiste en que no es ella la dura, solo dibuja lo que hay, sin adjetivarlo, sin colorearlo, para que el lector lo interprete. "Un retrato tiene que tener luces y sombras para coger volumen. La literatura y el cine han dulcificado la figura de las personas con discapacidades. Dustin Hoffman en Rain Man o Forrest Gump son auténticos cracks. Este último recorre todo el mundo, y mi hermano no es capaz de levantarse a la nevera si tiene hambre". Si contar esto, o no, es abrirse en canal, no tiene la mayor importancia para ella: "Creo que hay un cierto malentendido con lo que es la ficción literaria. Ahí también se trabaja con el material emocional, un escritor siempre trabaja con las vísceras, otra cosa es que las ponga en boca de otro o del yo".

Y llegó la catarsis. Kopf reconoce que sacar a la luz este libro-iceberg hizo que se empezara a descongelar, se rascó en todos los estratos del hielo y el agua empezó a fluir, donde había rigidez comenzó el movimiento. Ha cambiado la metáfora de trabajo, del hielo al movimiento. No sabe todavía que forma tomará, "puede que libro, sí", pero le queda mucha investigación y camino para llegar a un punto que no está fijo, como los Polos. Ella misma relata cómo Amundsen batió varios kilómetros alrededor de donde se suponía que estaba el Polo Sur para asegurarse de que lo había pisado.

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