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Crítica | ‘Ozzy’
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un callejón sin salida

Resulta sorprendente la ínfima calidad del filme en todas sus vertientes, debut en el largometraje del animador Alberto Rodríguez

Javier Ocaña

A la hora de abordar una película de animación infantil se pueden tomar dos caminos básicos: el de la creatividad y la originalidad, o el de la comercialidad y el ritmo. Que en puntuales y maravillosas ocasiones esos dos caminos acaben convergiendo en uno solo, normalmente por la excelencia del primer método, lo que lleva al segundo de los objetivos, ya es motivo de celebración.

OZZY

Dirección: Alberto Rodríguez.

Intérpretes (voces): Michelle Jenner, Dani Rovira, José Mota, Elsa Pataky.

Género: animación. España, 2016.

Duración: 90 minutos.

En los últimos tiempos, las producciones animadas españolas, encabezadas por los trabajos de Enrique Gato (Las aventuras de Tadeo Jones y Atrapa la bandera) y Jorge Blanco (Planeta 51), han hecho más hincapié en una comercialidad asentada en lo ya existente, tanto en materia de diseños como de la historia en sí, que en las puntuales e insólitas apariciones artísticas, las de obras como Arrugas, de Ignacio Ferreras, o Chico y Rita, de Fernando Trueba, Tono Errando y Javier Mariscal. Pero, amparadas en el notable trabajo técnico y en la labor de promoción, la animación española se ha ido asentando como uno de los recursos más certeros en materia comercial.

Quizá por todo ello resulta tan sorprendente la ínfima calidad de Ozzy en todas sus vertientes. El debut en el largometraje de Alberto Rodríguez, animador forjado en la, aquella sí, admirable serie Pocoyó, está cerca del socavón en materia técnica y narrativa, de diseños y de historia, de personajes y de diálogos. A bastante distancia de obras convencionales, pero más o menos apañadas, como El lince perdido y Justin y la espada del valor, y a años luz del virtuosismo técnico de Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo.

El primer tercio de Ozzy, el ambientado en la casa familiar, demuestra lo difícil que es el diseño del ser humano en materia animada, y por qué incluso Disney tardó tanto en abordarlo. Sin un buen trabajo en los fondos ni en el movimiento, la película se eleva un tanto en la parte ambientada en la prisión para perros, pero solo a través del estereotipo de las películas carcelarias y de fuga. Sin apenas ritmo ni gracia, sin creatividad ni comercialidad, Ozzy es simplemente un callejón sin salida

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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