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Carlos III, entre las paradojas del cambio y la tradición

Una amplia biografía obra del historiador Roberto Fernández anima el discreto homenaje rendido al rey en su tricentenario

Retrato de Carlos III, realizado por Mariano Salvador Maella.
Retrato de Carlos III, realizado por Mariano Salvador Maella.

Corría la noche del 20 de enero de 1716 cuando en el sombrío, destartalado y viejo Alcázar de Madrid nacía el infante Carlos de Borbón, Carletto, un niño “muy rubio, hermoso y blanco” que con el tiempo llegaría a ser rey de España en una época de tensión entre lo nuevo y lo viejo.

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Este año se han cumplido tres siglos del nacimiento de Carlos III, considerado por muchos el mejor rey de España. Y, sin embargo, la efeméride parece estar pasando de puntillas, lo que no ocurrió con el bicentenario de su muerte, en 1988. ¿Soplaban quizás entonces otros aires de ideales reformistas más auténticos que los que se defienden ahora? ¿Se utilizó entonces su figura para entroncar con una tradición ilustrada en una España casi siempre olvidadiza de su historia?

El profesor Carlos Martínez Shaw, que acaba de coordinar un especial sobre Carlos III en la revista Andalucía en la Historia, no cree que exista tanto olvido y recuerda algunas exposiciones —el Museo Casa de la Moneda acoge en Madrid Virtuti et Merito hasta el 13 de noviembre—, pero incide en que en 1988 “el PSOE estaba más interesado en su identificación con el programa ilustrado de Carlos III que en 2016 el PP, todo lo contrario a un partido ilustrado”. “Pero la desastrosa situación política y económica del país en estos cuatro últimos años tampoco da para muchas celebraciones”, añade.

El historiador Francisco Aguilar Piñal, autor de libros sobre el periodo como Bibliografía de estudios sobre Carlos III y su época, publicado por el CSIC, o Madrid en tiempos del “mejor alcalde”,cuyo primer volumen acaba de editar Arpegio, recuerda que Felipe VI colocó en su despacho del Palacio Real un retrato de Carlos III desplazando a Felipe V, el primer Borbón español. “Solo este gesto habría incitado a un político solvente a promocionar el centenario presente; por lo visto, los políticos de la mayoría absoluta no estaban interesados en la historia del ‘mejor alcalde’ de Madrid, aunque fuera exaltado por el rey actual”, opina Aguilar.

También insiste en este olvido el profesor Ramón María Serrera, quien coordinó en Sevilla unas jornadas el pasado enero, coincidiendo con el día en que nació el monarca: “En cualquier país se habría celebrado a este rey modernizador y reformista, un gran gobernante que supo rodearse de las cabezas mejor amuebladas de la época”.

Roberto Fernández, premio Nacional de Historia el año pasado por su Cataluña y el absolutismo borbónico, intenta animar ese recuerdo del rey con una monumental biografía que ahora ve la luz: Carlos III. Un monarca reformista(Espasa). El catedrático y rector de la Universitat de Lleida no juzga al monarca, sino que intenta comprenderlo y se sitúa en un punto equidistante entre críticos y panegiristas de la obra carolina. Quizás es lo que se precisa ahora para entender a un personaje que ha sufrido tanto anacronismos y descontextualizaciones como cierta gloria en el imaginario popular.

Reformista moderado

Carlos III era un reflejo del país en el que reinaba: la España del enciclopedismo, pero también de la lotería

Para Roberto Fernández, fue un reformista moderado en una época de acelerados cambios y, por ello mismo, cayó en “profundas contradicciones de las que no siempre salió bien parado”. Tenía una sólida fe religiosa, pero también un convencido espíritu regalista, y demostraba un talante tradicional, aunque amparó las innovaciones de la Ilustración. “Bajo su reinado se produjo un hecho fundamental para la historia de España: los españoles vieron crecer su conciencia de nación y fueron creando un Estado más moderno y eficaz”, incide el catedrático.

Carlos III basculaba entre el cambio y la tradición. En realidad, era un reflejo del país sobre el que reinaba: la España del enciclopedismo, pero también de la lotería; donde se creaban los primeros gabinetes de historia natural y se difundían las tonadillas castizas de La Caramba; se emprendían expediciones científicas como las de Jorge Juan y Antonio de Ulloa y triunfaban en las plazas de toros Costillares y Pepe-Hillo. La España carolina era la de un siglo veloz que dejaba atrás el pasado. En los salones cortesanos se imponía la moda del minuéy en las botillerías los majos bebían agua de cebada mientras al lado tertuliaban Moratín, Cadalso, los hermanos Iriarte, Trigueros o Samaniego.

El extraño retraso de una celebración

Carlos III nació en enero de 1716, pero la mayoría de las celebraciones que recuerdan su tricentenario se realizarán en diciembre. Es un extraño retraso que, sin embargo, saldará la asignatura pendiente de España con el monarca.

Acción Exterior de España monta en el Museo Arqueológico Nacional la exposición Carlos III: proyección exterior y científica de un reinado ilustrado, que se abre el 1 de diciembre.

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando recreará la vida cotidiana en los Reales Sitios con Una corte para el rey: arquitectura en tiempos de Carlos III.

El Palacio Real acogerá Carlos III. Majestad y ornato en los escenarios del Rey ilustrado, mientras que la Real Academia de la Historia organizará un ciclo de conferencias coordinado por Carmen Iglesias.

Uno de los valores que el historiador resalta en Carlos III es que llegó experimentado al trono de España. Por su madre, Isabel de Farnesio, su destino era Italia, como heredero legítimo de Parma y Piacenza. En 1735, se convierte en Carlos VII de Nápoles y III de Sicilia. Son los llamados “tiempos heroicos” en las Dos Sicilias en que España volvía a controlar el sur de Italia y, por tanto, las rutas de Levante.

Carlos de Borbón dejo huella en Nápoles, que se está volcando en el tercer centenario y donde es recordado, entre otras cosas, por impulsar las excavaciones arqueológicas en Pompeya.

Con ese bagaje, llega a España tras la muerte prematura de sus hermanos Luis I y Fernando VI. Él, que ya creía que moriría en Nápoles, accede al trono español. Transformó Madrid en una ciudad moderna con las escenografías arquitectónicas de Sabatini y convirtió sus calles, llenas de sucios arroyuelos, en avenidas de elegante clasicismo. El 14 de diciembre de 1788 moría el último monarca paradigmático del absolutismo reformista e ilustrado. Al año siguiente, los atardeceres rosa Tiépolo cambiarían por los convulsos cielos de la Revolución Francesa.

¿Devoto, flemático o intelectual?

¿Y cómo era Carlos III? ¿Un devoto? ¿Amigo de las rutinas? ¿Flemático? La biografía de Roberto Fernández se sumerge en la personalidad del rey acabando con muchos de los tópicos que le rodean. Y lo hace desvelando el epistolario que mantuvo con sus padres, Felipe V e Isabel de Farnesio.

Fernández asiste con el monarca a las guerras por la hegemonía de Europa, lo enfrenta a los jesuitas expulsados y reflexiona sobre la reforma agraria desde Galicia a Andalucía.

Y en cuanto a la renovación intelectual de la anquilosada España, ¿fue un buen monarca para el Siglo de las Luces? “No aspiraba a ser un intelectual, pero en su reinado maduró la Ilustración española”, señala su biógrafo.

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